Cae
la tarde. Vuelven
los tordos al campanario. Los tordos son pajarillos pequeños, diminutos,
inquietos. Tienen la pluma y pico de
color negro. De lejos cuando vienen
volando bajo el azul del cielo parecen más oscuros. En la lejanía no se divisan
sus plumas brillantes.
Como cada año, al comienzo de la temporada de
aceitunas, bandas de pájaros se las
andan por los olivares. Se buscan el sustento de cada día. No lo tienen
difícil. Este año por la falta de agua ya hay mucho fruto en el suelo; hay
aceituna malucada. Ellos no son muy exigentes. Todas les vienen bien. Luego, entre dos luces, buscan el amparo de
la torre.
Con los tordos acuden otros familiares cercanos:
los estorninos. Tienen un piar agudo y en el cielo forman como nubes negras que
se mueven con gran agilidad. Nunca tropiezan entre ellos y conocen como nadie
los caminos del aire. Hacen figuras caprichosas. Son un espectáculos verlos
cómo se mueven sin que nadie les marque las reglas.
Los
gorriones le hacen competencia en los ficus del parque, ( el gorjeo constante mientras
encuentra acomodo es un escándalo). Buscan un refugio más caliente y menos
venteado. Cada uno va a la feria cuándo y cómo quiere. Los gorriones regresan al irse la tarde; por la
mañana, al alba, levantan el vuelo. Vienen en pequeños grupos. Aparecen, de
pronto, en el cielo y buscan su sitio de cada noche.
Los
tordos son primos hermanos de los zorzales. Los amantes de la caza salen a su
encuentro. Me da mucha pena ver cómo caen bajo los plomos de la escopetas.
Claro que dicen los que saben que eso es conveniente para el equilibrio
ecológico. Yo, de eso no sé mucho, pero siento algo por dentro y me dice que no
estoy a gusto.
Entre
los agricultores no gozan de buena literatura tienen. Buscan su comida y hay
una competencia entre el hombre y los
pajarillos. Todos luchan por su supervivencia. Los pájaros por la subsistencia
de cada día; el hombre por la del año.
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