Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pla

Atosiga la televisión; la radio, también. Imágenes de Cataluña, mejor de Barcelona y, si me apuran, de una parte de Barcelona. La situación política convulsa; la calle revuelta. Todos opinan; casi nadie razona. Todos quieren imponer su razón; no hay disponibilidad para aceptar al de enfrente.

En el periódico El Mundo leo una entrevista con un descendiente de Lluís Companys. Paso del contenido político de la entrevista  - es buenísima por quien la hace y por el entrevistado – que tocó además varios puntos.

Dice dos cosas fundamentales. En un día se pueden dilapidar lo conseguido en cuarenta años y, en España  - en Cataluña,  al revés – casi no se conoce a Cataluña. Casi nadie lee a los grandes autores catalanes. Cita a Pla…

Me toca la fibra sensible. Mis amigos Paco Martín y Salustiano saben de mis paseos por las librerías de Madrid buscando la obra del ampurdanés universal; los que tiene acceso a mi reducto de libros saben que hay un puñado de volúmenes donde se habla de Palagrugell,  de Cadaqués, de Llofriu, del Empordà. Saben de mi chifadura por la literatura de este hombre. 

Mi amigo José María, en largas charlas vespertinas, de su vida desconocida para muchos…

A Josep Pla lo descubrí siendo muchacho. De su mano, en sus escritos,  he recorrido a pie, en autobús, en tren, en barco… muchos lugares. Sé de esos viajes  en los petroleros lentos, en los barcos de carga de puerto en puerto por el Mediterráneo.

Me levanto; me acerco a la estantería y tomo El Cuaderno Gris… Ese compendio imaginario y real de casi toda su obra. Lo abro por los primeros días  de octubre. Leo: “Esta es una ciudad en que todo el mundo lo sabe todo, que lo ha leído todo, que lo ha visto todo”. 

Pla, el que preguntó ante el alumbrado de Nueva York: “Y, esto ¿quién lo paga?”  no sospechaba que en su Barcelona de plátanos en las Ramblas y calles modernistas, alguien, unos años después, haría un desaguisado monumental pero sin preocuparse, lo más mínimo, por quién pagará todo el estropicio.