Amanece. Mece la bruma, cuando
abre la mañana, la esencia del río. El agua quieta y en marcha. Viene el río –
el Guadalquivir – desde Cazorla en pinares, primero; entre olivos, después.
Baja, y es llanura y marisma, quietud y
remanso, y busca la mar cercana ahí, ahí
mismo, casi al alcance de la mano. Está entregado…Amanece. Una luz tibia lo acuna. “De paso, de paso…”
De música de fondo escucho a
Aute. Sensacional. Pregona una filosofía de vida. Me quedo en silencio y miro
la fotografía del río… “Decir espera es un crimen” ¿El río? El río sigue su
curso. Viene, pasa, se va… lento, suave, como se van los deseos incumplidos,
como las esperanzas perdidas por el aire.
El pensamiento no pude estar
quieto. “El pensamiento es estar de
paso”. Es un imposible. Es una quimera parar el curso del río; el agua parece
estancada; es un imposible dejar en el
olvido los sueños. “Que no, que no, que el pensamiento es siempre estar de
paso”.
Lo dejó dicho don Antonio
Machado hace muchos años. “… porque lo nuestro es pasar” Pasar para ir a no
sabemos dónde, ni cuándo la rama de nuestra vida que arrastra la corriente quedará varada en
una orilla sin que la corriente la lleve más lejos. Y todo se quedará en “un
punto de luz” que fue y ya no es.
Se levanta la bruma. Acuna al
río. Todo está en calma. La leve luz se abre paso entre los árboles de la
ribera, entre un tamiz de colores en el horizonte. Todo está quieto; sin
embargo, todo, nosotros, también, “de paso, de paso…”
No hay romanzas de guitarras
que rasguean al viento; no hay un susurro que impulse la vela dormida en lo más
profundo del alma. Olvidamos que el día es solo un punto de luz… - y me vuelvo
a apropiar de la letra de Aute – y musito para mis adentros: “de paso, de paso,
de paso…”
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