A media mañana, Juan y yo nos
hemos ido de excursión. Ha sido una excursión en coche. Él quería tomar unas
distancias. Seguía una petición de Ignacio
- Ignacio Márquez – Ignacio Mariscal para los amigos. Se las andan
planificando un paseo en el próximo reencuentro de ‘Perotes por la Perosia’ a
final de mes.
Nos hizo una mañana espléndida.
Calor de verano… El campo está traspillado. Por el Camino del Llanillo vimos
cómo los olivos ceden a la falta de agua. Están dobladas las ramas. No pueden
con la carga. La aceituna morada ya no admite verdeo; pide molino.
La recta del Sabinal - aquí no termina en ‘r’ como dice el
diccionario que se escribe la palabra
que habla del terreno poblado de sabinas, sino en ‘l’ - estaba solitaria. A otras
horas por la carretera hay gente que
hace el deporte más sano, más limpio y menos costoso. Simplemente, andan. El
arroyo del Higuerón está cubierto de maleza; los rastrojos, secos. No se mueve
ni una mota de aire. Están quietos los ventiladores de las cumbres de Sierra de
Aguas.
Llegamos hasta el Tajo Azul. Es
ya término de Casarabonela. Corre un par de caños de agua fresca, cristalina,
limpia. Se despeña entre rocas de olivinos, peridotitas y magras de pizarras.
Son mineras de otra era geológica. Unas balsas, a medio llenar, y unos
invernaderos proclaman de la lucha del hombre en la agricultura de primor.
Por la Cuesta del Verrón
subimos hasta coronar el cerro. No encontramos con un muchacho joven. Es la
única persona con quien podemos hablar. Nos dice que sí, que por ahí se puede
llegar a Canca. El camino está mal de piso;
a ratos, tiene asfalto. Han alambrado los bordes de las fincas. Hay
construcciones nuevas. Obras sin terminar. O les cogió la crisis o faltó el
dinero o llegó el divorcio…
Desde lo alto la vista,
excelente. Bajamos por el cortijo de La Droga, los Peñones de Juan Díaz, la
Miguela, las Lomillas. Le digo lo del refrán: “ni haza en Cabrera ni huerta en
Mosquera…” El cielo azul, limpio. Ni una
nube. Una ruina de tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario