Querida
(perdona el atrevimiento) y desconocida Luz Casal. Nunca he estrechado tu mano;
nunca he tenido el honor de rozar mi mejilla con la tuya. Nunca he asistido a un concierto tuyo… Es
decir, no te conozco de nada. Bueno eso es lo que puede creerse de la lectura
de estas líneas.
Verás.
Llegas porque las cosas son así. Echo un vistazo a las páginas del periódico. Me
entero que has sido la pregonera del Domund, este año de 2017, en la Catedral
de Santiago. Leo la reseña; lo has bordado. Entre otras cosas has urgido a
España -Luz, ¡que par de ovarios en los
tiempos que corren! - “a recordar su historia, como país que abrió las puertas
a la evangelización y a no dar la espalda al trabajo espiritual”.
Y has
dicho, también, que “para que triunfe el mal, lo único necesario es que las
personas buenas no hagan nada por evitarlo”, y
has valorado la valentía ante los problemas de misioneros, religiosos y
seglares. Y, además, dices que la solidaridad debería estar siempre de moda…
Te descubrí,
hace mucho, como se descubren las cosas
grandes: casi por casualidad. Una amiga me llevó hasta ti. Yo ya sabía de tu música, de tu trayectoria, de aquellos
éxitos de hace unos años y, en mí surgió, ya ves, una petición imposible… “dame tu
aroma, dame tu sabor / dame tu mundo interior”.
Pero, a
lo que iba. Seguía la pista de Carlos Núñez y te encontré. Viniste nada menos
que de la mano de Rosalía. Y supe, desde
el primer momento, que tienes ese algo tan especial que algunos llaman duende,
porque tú eres melodía, y que llegas
-¡digo, que si llegas!- porque “si cantan, eres tú que cantas / si lloran,
eres tú que lloras / y eres el murmullo del río / y eres noche y eres aurora”.
Dicen
las noticias -“negras sombras”- que has
tenido momentillos delicados de salud. Ni caso, Luz. No pienses, porque cuando
“pienso que te fuiste…”, ya sabes lo de Rosalía, tú, mi amiga, de esas horas en que la
madrugada se llena de luna y ulula el viento por los alféizares y tejados, tú,
“sombra que siempre me asombras, eres la estrella que brilla / y eres viento
que zumba”.
No he
querido abrumar estas líneas de “las nuestras” de hoy, con datos y
fechas. Sí, te digo, que tienes sitio propio.
Tuyo. Siempre.
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