El viajero busca el encuentro con el otoño. El otoño
todavía está de camino. No ha llegado a la Sierra. Apunta por la ribera del
Múrtiga – recién nacido un poco más arriba – entre Fuenteheridos y Galaroza.
Las hojas de los chopos tintinean con ese adiós de quien despide al verano; los
castaños tienen los erizos rabiosamente verdes…
Linares de la Sierra encierra el encanto de los
pueblos recogidos en sí mismos. El viajero pasea por las calles. Se para ante los
‘llanos’ empedrados, primoroso, diferentes, delante las puertas de las casas.
Las calles, desiertas; no hay gente. La iglesia – la dedican a San Juan
Bautista – soberbia; está cerrada.
Se acerca a la Fuente Vieja. Tres caños aportan un
agua clara, limpia, cristalina. Once lavaderos hablan, en silencio, de los
nudillos de mujeres de pueblo regastados sobre la pila de lavar…
Un bosque galería da toldo al viajero camino de
Alájar. Sube primero al Santuario de la Virgen de los Ángeles. Aparece el
recuerdo de Arias Montano: “grande entre los grandes, / humilde entre los
humildes / sabio entre los sabios…” La imagen de la Virgen primorosa; el
paisaje espléndido.
“Antonio, llamo al amigo, ¿dónde puedo comer en
Almonaster? ¿“Dónde puedo…? No, no… ‘Tienes que comer en El Camino” Él mismo le
hace la reserva al viajero. Cuando llega Emilio Martín, lo espera. Oigan, el
viajero cuando termina de dar cuenta -
si les dice que tomó la mejor caña de lomo que recuerda haber comido nunca, lo
¿creen? – Creánlo.
A los postres aparecen Rocío, Pepe Romero, Antonio
Domínguez. ¿Le faltaba algo al día? ¡Madre del Amor hermoso! ¡Qué gente! Emilio
– el viajero tiene una duda y no logra disiparla - ¿Quién puede a quién la
bonhomía o la calidad? ¿Y si las dos cosas son lo mismo…?
Con Antonio Domínguez pasea por las calles.
Almonaster está en feria ‘medieval’. Suben a la mezquita… “y aquello del fondo,
es el Andévalo…” El viajero sigue camino. El viajero va ahíto de paisajes
excepcionales y de Sierra y llega al Cortegana y va al castillo y mira a la
lejanía y recuerda los versos del Maestro Alcántara: “desde que sé que tu
aliento / se ha quedado por el aire / estoy bebiendo los vientos”.
¡Cómo te creces escribiendo de la Sierra de Huelva...! Bien, Pepe, bien. Gracias por meterme ahí, en ese texto. Sin ir, leyéndote, he ido a los sitios que nombras.
ResponderEliminarEs que 'sin ir' eras tú quien me llevaba a mí. Un abrazo.
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