Cuando la tarde llegaba a su mediación aparecía el
Correo de Madrid – casi siempre con retraso –
en la estación de Cártama. El
correo traía gente cansada; se asomaban a las ventanillas. Traían ojos de sueño
y muchas horas de tren. Los ojos de los viajeros del correo miraban de una
manera diferente a cómo miraban los ojos de los que estaban en el andén.
Después del Correo había un tiempo de espera en la
estación. Ya había salido el tren de mercancías cargado de paquetes que traía
la gente de Alhaurín y de Coín. La facturación quedaba en ‘suspense’. Para el
Mixto que iba a Ronda y Antequera, faltaba un rato.
Ese era el tiempo que mi primo con la escopetilla de
aire comprimido escondida tras la espalda urdía un plan para darles el susto a
los gorriones. Los gorriones de las estaciones son los gorriones más listos
de mundo. A pesar del sigilo como nos
movíamos, él como presunto cazador; yo, acompañante, jamás lograba disparar un
solo perdigón.
Los gorriones antes de la llegada del tren eran un
gorjeo de juerga. Chillaban, se perseguían; comían las migajas que se le habían
caído a los viajeros; se las andaban con un picoteo acompasado de saltitos
uniformes y monótonos y… en ese momento; precisamente en ese momento desaparecían
del mapa. ¿Dónde se metía los gorriones? A ver, a ver ¿quién desentraña ese
misterio?
Los gorriones son los azotes de los trigales granados
cuando espigan por junio; los gorriones son los despertadores urbanos en los
aleros de los tejados de las casas antiguas; los gorriones son un pespunteo de
pío-pío en los baños de las fuentes. Dicen los que saben que cuando los
gorriones se revuelcan en el polvo del camino anuncian cambio de tiempo…
Como sé de tus preferencias, te pongo estas letras de Juan Ramón :" No corras, ve despacio, que adónde tienes que ir es a ti sólo. Ve despacio, no corras, que el niño de tu yo, recién nacido eterno, no te puede seguir."
ResponderEliminarLa cita oportuna; el texto, soberbio. Viniendo de quien viene no puede ser de otra manera.
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