Todo chirría. La televisión bombardea con un montón
de malas noticias. Están en una carrera loca a ver quién da el mal rato más
grande. Es una competición sin sentido; sin rumbo. Parece que se juega al ir a
ninguna alguna parte.
En Galicia la Policía está loca. Trabaja a destajo.
No encuentran el cuerpo de una chica desaparecida hace un montón de días.
Parece que su vida era un puñado de rosa pero con demasiadas espinas.
Aparentaba lo que no era. O sea, polvo en el viento.
Un presunto delincuente declara todas – las que le
da la gana decir, claro – fechorías con dinero, mucho dinero por medio. Compró
voluntades; subió peldaños; llegó hasta donde la osadía y la poca vergüenza le
dejó entrar. Se olvidó: solo era polvo en el viento.
Están a la greña en un partido emblemático de
España. Mediocres a los que no quieren ni de concejales en su pueblo toman
decisiones que nos afectan a millones de ciudadanos. Parece que hay poca
voluntad de acuerdo. Oigo, veo, leo. Han olvidado que son solo polvo en el
viento.
Un hombre y una mujer – no es el título de aquella
bellísima película de Claude Lelouch donde triunfaba el amor; no – luchan por
gobernar (¿?) al país más poderoso de estos últimos tiempos. Los dos, malos (yo
entiendo por malo a quien solo piensa en él mismo). Se despellejan vivos. Si
estuviesen muertos… Dentro de nada serán solo polvo en el viento.
Unos desalmados han utilizado las redes sociales
para soltar veneno. Mucho veneno. Lo encierran dentro y ahora lo largan contra
un chiquillo herido por una enfermedad horrible. El chavalillo ha cometido el
enorme atropello de decir que cuando sea grande quiere ser torero… Polvo en el
viento.
La Academia Sueca ha otorgado a Bob Dylan el Premio
Nobel de Literatura “por haber creado
una expresión poética dentro de la gran tradición americana de la
canción” Sigo escuchando a Kansas: “Polvo en el viento…”
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