lunes, 31 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tiempo de hoy

Hay un murmullo de hojas secas en el suelo del sendero. Las arrastra el viento de levante que se ha arrancado al mediodía. No van a ninguna parte. Están arremolinadas, desorientadas desde que se bajaron de las cumbres de las ramas a la realidad del suelo.

Los almeces se cargan de bolitas de sueños de niños. Diminutas, dulzonas, carnosillas por fuera; huesudas por dentro. Las almecinas tenían su destino marcado en el túnel oscuro del canuto de caña en las tardes doradas después de la salida de la escuela.

Se bambolean las granadas reventonas en los pimpollos de los granados del vallado. Sobrevivieron a los niños que no alcanzaron con sus manos a las ramas más altas.  Querían hacer cosquillas a las nubes que pasaban para reagruparse con otras nubes que se alejaban por las crestas de la sierra.

Retornan los estorninos al campanario. Son  los estorninos de siempre; los de todos los años. Ya se saben el camino de memoria. Vienen de los olivares. Las aceitunas  están  moradas de pasión, ahítas de aceite. Esperan vara y recogida y el camino del molino… donde la piedra extrae su esencia.

Se para la brisa en la crestería del tejado; en el alféizar de la ventana… ahora, anochece antes; ahora, la tarde se alarga dulce, placenteramente. Todo se viste de oro viejo y las palomas regresan antes al palomar.

Picotean las bisbitas detrás de la yunta. Ofrecen un balanceo monocorde de cola,  punteo de notas únicas en el pentagrama marcado sobre la tierra.  El surco abierto es un semillero de insectos. Afloran del interior caliente y húmedo de la besana larga. Ahonda el gañán con su mano curtida  la mancera del arado en el barbecho. Avanzan lentas, seguras las bestias; hay un crujir de ejeros, anterrollos  y ubios…


Suenan de manera especial las notas que escribió el cura pelirrojo. Nos dicen que, de las Cuatro Estaciones, ésta, la que encierra a Todos los Santos, y a San Andrés, y que tiene humo de castañas como vaho caliente escapado de los anafes de carbón de la esquina, encierra la  poesía, toda la poesía tiene el otoño… 

domingo, 30 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ladridos

Hay un murmullo de ladridos. Las noches se llenan de búhos que vuelan de cerro en cerro. Alguien dijo que los perros ladraban a la luna. Eso es bonito. Al igual no es del todo verdad y a lo que ladran los perros es al miedo ante lo que se mueve en la oscuridad.

Me decía un viejo amigo del campo que él conocía, por el soniquete, a qué ladraban los perros. Unos ladran, me contaba, a alguien que pasa por el camino; otros, a algún zorro que se acerca o a las alimañas que bajan de las sierra. Ladran también a otros perros que le responden, desde la lejanía, al amparo de la noche.

El panorama político ha estado con mucho ladrido últimamente. Que no se ofenda nadie. Quiero decir a voces inconexas que buscan más humillar y vilipendiar a quien no piensa igual que a una exposición lúcida de ideas.

Cuando yo era niño, Ladislao Vadja nos hizo llorar con una película sobre un texto de José María Sánchez Silva. La Alberca, ese lugar perdido en la Sierra de Francia en tierras de Salamanca, acogía un convento de frailes franciscanos. Un niño abandonado ponía todo lo demás…

Acabo de leer en la prensa que ha muerto cuando casi tocaba el siglo con las manos Carlota Bilbao que coprotagonizó la película. Los niños de entonces coleccionamos las estampitas del álbum. Frailes, Marcelino, - “Marcelino, pan y vino”, que así se llamaba y se llama - el alcalde y el mercado del pueblo eran casi como de nuestras casas.

Marcelino tenía miedo por las noches. Ya se sabe: lo búhos, a sus anchas, entre paredes derruidas; la campana que tocaba  sola con el impulso del viento;  la penumbra del convento en aquella soledad del campo charro…

Ahora, de grande, parece que el miedo sigue aún por los  aleros de los tejados. Vamos que nos entra por las antenas de la televisión y nos traen imágenes de personas con unos comportamiento muy raros.


Me daban miedo, entonces, cuando yo era niño, las noches de Marcelino; me dan miedo, ahora de grande,  estas noches de un otoño que dora choperas en las orillas de los ríos y endurecen, demasiado, algunos sentimientos.

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sábado, 29 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. LAS NUESTRAS: INÉS SUÁREZ

Nació en Plasencia. Las orillas del río Jerte fueron las primeras aguas que vio en su infancia; el valle del río Mapocho le va da la gloria. Antes había cruzado las aguas de la mar océana; luego ve las orillas del Pacífico. Pasa a la Historia como de las fundadoras de Santiago de Extremadura, entonces; Santiago de Chile, ahora.

Su vida trascurre a los largo del siglo XVI. De 1507, a 1580 en que muere. Su infancia fue triste como era propia de una niña pobre de aquel tiempo. Su madre padece una enfermedad estomacal; la cría su abuelo de profesión ebanista.

A los 19 años conoce a su primer marido, Juan de Málaga. Se casan años después; luego, él, busca fortuna y emigra a Indias: Panamá. Saben de él en Venezuela. Pasa el tiempo. No hay  noticias. En 1537 acompañada de una sobrina se embarca en su búsqueda. Tiene noticias. Había muerto en la Batalla de Salinas; ella tiene, 30 años.

En las cercanías de Cuzco enfrentamiento entre partidarios de Pizarro y Diego de Almagro. La guerra interna entre los partidarios de unos y de otros muestra el total desencuentro de los bandos. Como mujer viuda de soldado de corresponde una ‘encomienda’. Conoce a un vecino de encomienda: Pedro de Valdivia con quien convive.

Cuando Valdivia emprende la conquista de Chile Pizarro la autoriza para que lo acompañe en condición de ‘asistenta’. No admiten la unión entre ellos sin el matrimonio de por medio.

Las crónicas dicen que atiende a enfermos, se enfrenta a indios mapuches, muestra dotes de estratega y cruzó el desierto de Atacama con valentía  y arrojo. La reconocen, también como una mujer de arrojo y lealtad extraordinarios. Sensata y discreta; bondadosa. Disfrutó de una gran estima entre los conquistadores.


Su valor parece que traspasó fronteras. Llegó a ser gobernadora de la Santiago de Chile al casarse, rondaba los 42 años con el capitán Rodrigo de Quiroga con quien no tuvo hijos por ‘ser mujer estéril’. Sus últimos años los dedicó a la devoción y fundaciones religiosas…

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viernes, 28 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora: Tenorios y muertes

Don Juan era galán, guapo, apuesto y sin vergüenza (“en todas partes dejé / memoria amarga de mí”). Doña Inés, joven, bella, mosquita muerta y monja. Fruta de lo más apetecible. Pirulí al alcance de algunos privilegiados que, más espabilados, llegaban a donde otros soñaban, pero no se atrevían.

Zorrilla recopiló algo esbozado muchos años antes por Tirso de Molina. El fraile mercedario, enigmático, dramaturgo enorme era conocedor de sí mismo y de la condición de otros hombres. Zorrilla, con Don Juan Tenorio, puso el listón muy alto; a los gustos de la época.

El doctor Marañón al que ahora algunos progres de barrio no le perdonan ni su capacidad de trabajo hizo, sobre la figura de don Juan, un estudio espléndido, ponderado y exhaustivo. Lo dejó  todo muy clarito sobre la figura de ese hombre que no aspira la mejor rosa de la rosaleda; se conforma con las margaritas del camino.

Han cambiado los tiempos; los gustos, también. El teatro ya  no representa ni el Condenado por desconfiado ni el Don Juan Tenorio. La monja mojigata que espera detrás de la reja o el asalto a las tapias del convento ya no existe. Los conventos, tampoco tienen ni  rejas ni tapias.

Del otro lado del mar nos ha venido una moda – de muy mal gusto, por cierto – a la que llaman Halloween. Hacen una combinación con calabazas, arácnidos, calaveras y evocaciones de la muerte. Les parecía poco. Ahora – la estulticia humana no tiene límites – hay quien se viste de payaso, y se dedica a asustar a la gente.

En mi pueblo cuando la iluminación callejera se limitaba a una bombilla tristísima en la esquina de la calle, los ‘fantasmas’ obstaculizaban el tránsito de la gente temerosos de ser descubiertos en sus aventurillas de amores.


Una vecina de cuando yo era muchacho cumplía años el Día de Navidad. La felicitábamos: “que cumpla usted muchos años más”: “No hijo, repetía, a mi edad de uno en uno, que la muerte sabe a todas las casas”. Se salió con la suya, un año ya no acudimos a felicitarla.

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jueves, 27 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Poda

El Ayuntamiento, bueno el Ayuntamiento, no, los Servicios Operativos Municipales han procedido a podar los ficus de la Avenida Pablo Ruiz Picasso. Son árboles soberbios. Han crecido de manera espectacular. Ocupan la acera derecha conforme se baja por la Avenida, camino de Los Llanos.

Somos ciudadanos de un país arboricida por naturaleza. No hay placer interior más grande que ese de cortar los árboles. Los comentarios de los transeúntes no tienen desperdicios. “Siéntale bien el hacha que estos han crecido demasiado…”

Los transeúntes ignoran que los podadores, ahora, llevan motosierras y otro instrumental más sofisticado. Los operarios para evitar percances les aconsejan que caminen por la otra acera. Evitan peligro; ven más; pueden criticar mejor.

Estos árboles tienen una hoja de servicios impecable: sombra en verano; cobijo a cientos de pajarillos que cada noche vienen del campo al amparo de sus copas. “Claro, como se nota que no aparcas debajo”. Tienen, además,  su coro ni “ves cómo levantan la acera”. No entro en discusiones.

Estos días cuando llega la noche, los pajarillos están desconcertados. No encuentran la rama que dejaron por la mañana. Su gorjeo es un piar desesperado. Buscan información en otros pájaros. Están tan desconcertados como ellos. No esperaban esta sorpresa cuando, traspuesto el sol, han buscado el lugar de costumbre.

Han sembrado, también, varios naranjos con ‘una cierta edad’ en la misma avenida. Hay un ser –o varios - muy ‘cariñosos’. La han emprendido con ellos. A los pocos meses de la siembra, por arte de birlibirloque, secos. Vuelta a reponer: vuelve la burra al trigo. Esto tiene una medicina apropiada. No es políticamente correcta, tiene un recorrido que pasa por la cartera y ya se sabe…


Los árboles piden poda; es una necesidad vital. La poda en los árboles es un paso por la peluquería, con la permanente incluida, sabedores que vendrán noches de viento y muchos se despeinarán sin ellos quererlo, pero…

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miércoles, 26 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dudas





La política es ¿servicio a los demás o servirse a uno mismo?     Lo pregunto con ingenuidad (que no, que no es ingenuidad, que es por decir algo porque cada día lo tengo tan claro como están de claros los años buenos).

Visto el patio. Bueno, el patio, no. Los telediarios, periódicos, las opiniones por estos medios que los llaman ‘redes sociales’ y esas cosas uno alucina en colores. Menos mal que las redes no son las de pillar peces ni pajarillos, ni esas que, cuando yo era niño, se ponían las mujeres en el pelo cuando iban camino de la peluquería…

El tiempo por aquí tampoco ayuda. Breves, pero intensos. Como el vuelo de la perdiz. Así han sido los aguaceros que se han sucedido estos días. Ni refrescón siquiera para el campo. Ni alivio para veneros y pozos, ni por supuesto para que corran arroyos y cañadas. Pero algo, que diría el conformista, es algo.

 El otoño no quiere venirse de una vez, y a punto de doblar el mes ni se arañan las sementeras ni se vislumbra una besana seguida de bisbitas picoteando el surco recién abierto.  Ahora, cuando redacto estas líneas hay nubes de paso. La mueve el Levante. ¿Será preludio de otro chaparrón que pasa?

Canarias sufre y padece inundaciones devastadoras. En Sevilla, también las han tenido ración bien despachada. Algo más de cuarto y mitad, por supuesto. Hay otra España que se ahoga, pero de sed. Siempre dos Españas. “A veces, madre -que cantó Ana Belén- y siempre madrastra”. Es casi imposible prevenirse ante estas catástrofes.

 ¿De esto no tendrá la culpa la negativa a realizar trasvases? El asunto es demasiado serio como para salir con frivolidades. El otoño despoja del manto verde a los granados y los viste de oro viejo. Las tardes son dulces, lánguidas, placenteras.


El ‘totum revolutum’ nacional como decía el Maestro Alcántara no es más que un “desatino’ en la unión de un destino al que no queremos acudir aunque las llamadas sean nítidas. En fin. Es nuestro sino.

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martes, 25 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La hora.

Aquí nos enzarzamos por cualquier cosa o  por todas las cosas. Para el caso es lo mismo. Mi Cristo no tiene nada que ver con el tuyo. Los dos van crucificados en una cruz y llevan corona de espinas y chorrean sangre y muestran el dolor de unas escenas que debieron ser… Sí, sí, pero el mío nada que ver con el tuyo.

En España devota de Frascuelo y de María que anunció don Antonio Machado en aquellos versos geniales tenemos que buscar algo para discrepar del vecino de enfrente. O sea que si tú quieres una cosa; yo, la contraria.

Parece que ha sacado billete para este viaje en el “totum revolutum” eso que llamamos: la hora. La gente de Baleares quieren un huso distinto; los gallegos, también. Ya saben. Las campanas de la música de sintonía que dirá: Son las tal del día; una menos en Canarias; una más en las Baleares…

Y ahora viene el problema. ¿Y en Finiesterre? Qué hora va a ser en Finisterre cuando en Mahón sean las… Dicen los que saben de estas cosas que EE.UU – de Los Ángeles a Nueva York hay más distancia que de Nueva York a Madrid – tienen cuatro husos horarios. China, el mismo para todos. Todo es del color del cristal con que se mira.

Alguien dijo que en España solo eran puntuales los comienzos de las corridas de toros… y la llegada del AVE, digo yo.  Pero con esos cambios de horas podemos volver locos a los que tocan clarines y timbales sobre el portón de los sustos y a los maquinistas de los trenes veloces que cruzan los campos y parten en dos el viento.


“No por mucho madrugar amanece más temprano” Lo dice el refranero. Es una manera de poner algo de cordura en todo lo que hace referencia a la vida de cada día. Los que madrugamos sabemos de la belleza del alba indiferentemente de que el reloj diga que es una u otra hora. Ah, y los gallos seguirán cantando en el caballete cuando apunte el día…

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lunes, 24 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Postigo

El Barranco, chorreo de cal que bajaba de la muralla del castillo, un día vio que sus lindes se ponían en la plaza. Los hombres y el tiempo dijeron que hasta aquí habíamos llegado.  El caserío se expandió al amparo de la muralla.

En su suelo tuvo lugar el asedio del Adelantado Diego de Ribera al castillo de Las Torres. Primavera de 1484 para más señas. Termina el fragor de la batalla y desde arriba le vocean: “tregua, tregua Adelantado, por tuyo se da el castillo…”

Lo que viene después lo cuenta uno de los más bellos Romances de la Épica española. ¿El nombre? “Álora la bien cercada / tú que estás en par del río…” Álora entraba con pie propio en la Historia de España; la muerte de Diego Per Afán de Ribera, también.

Al pequeño Albaycín, - o al Barranco de Álora, que para el caso es lo mismo - se sube por tres calles. La calle Ancha, bordea por poniente. Su nombre lo indica, la mayor y la más importante de las tres; la calle Carril, va por el oriente. Hasta la mediación estrecha y sugerente; luego, cielo abierto y precipicio; la del Postigo… ¡ay, la del Postigo!

Verán. Es la calle más antigua. Su nombre primero fue, Postigo del Adarve porque por ella se entraba o salía de la muralla. Vamos un atajo para vecinos que iban o bajaban. Todo era cuestión de pararse a ver en qué dirección se estaba.

La calle Postigo con ese nombre aparece en el Libro del Repartimiento. Reza así: “Diego Marroqui, difunto. Queda a su mujer e herederos unas casas linderos con la casa de Alonso Sevillano e con el postigo que entra al arrabal en con las calles” A otros vecinos le asignan, también, casas, cabe e adarve.


Felipe Aranda le ha sacado su esencia. El cielo azul; la cal blanca, y por la calle estrecha – las otras calles son otra cosa con casi tanto o más sabor –  ese regusto que se llena de misterio y requiebros. No es una calle cualquiera. Sube al corazón del Barranco. 

domingo, 23 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amor

Lo cantó Serrat cuando éramos jóvenes. Hablaba del amor en esa edad en que los cabellos se tornan blancos, hay un deje de añoranza en la mirada y las manos se llenan de arrugas. La escribió cuando los retratos que cuelgan de la pared se tocan con una pátina que solo deja el paso del tiempo…

Els vells amants fue un canto al  amor desde la ventana de una juventud que venía empujando. Un deseo para cuando el ‘luego’ sea una realidad y el tiempo digan que ya tocan campanas en aquel otro campanario que otea nubes de otro cielo.

Hay un cielo de nubes y esperanzas. Queremos la lluvia; no llega con la alegría deseada; pamplinea con mucho tiento. Los rosales dan una cosecha de rosas tardías ahítas de belleza. Son bellísimas las rosas de otoño. Las gotas de agua buscan acomodo en sus pétalos.

Se ha levantado la brisa. Mueve las hojas en el suelo del  parque, en los alcorques de los árboles de callejeros. No peregrinan a ninguna parte las hojas caídas de los almeces, de los granados del vallado del camino…

Mi amigo José María Lopera me ha enviado, esta mañana, las letras de dos soleares: “El amor y la vejez / por mucho que disimulen / están siempre a flor de piel”, y otra: “Están siempre a flor de piel / los besos y las arrugas / como luz de amanecer”.

Serrat y Lopera probablemente nunca habrán hablado en su vida. Los dos, sin ponerse de acuerdo,  han tocado las cuerdas sensibles del arpa interior que espera la mano que le arranque las notas. Los dos han llegado a lo más hondo, a lo más íntimo, a lo más profundo.

Serrat hablaba de unas manos entrelazadas y de miradas cómplices que se hablan sin decir nada y de recuerdos de flores cortadas en un ayer ya muy lejano que ya está solo  al alcance de los sueños.

Y de  un reloj viejo y una radio antigua y una vida andada paso a paso en el caminar lento hacia eso que se llama vejez y que queremos endulzar y le cambiamos el nombre y, entonces, lo llamamos otoño. ¡La vida!
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sábado, 22 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Egeria

Es pionera en los libros de viaje. Su vida – la Hispania romana del siglo IV queda lejísimo – está envuelta en muchos interrogantes. No sabemos con precisión dónde había nacido, ni cuándo, ni dónde muere. Sí se conocen datos aportados por sus escritos: Viaje a los Santos Lugares ( Itinerarium ad Loca Sancta) y una información sobre una parte del mundo remotísima.

La mayoría de los autores – hay incluso controversia en asignarle nombre y se conoce, también, por Etheria, Arteria o Geria – dicen que es gallega. Valerio en una carta a los monjes del Bierzo dice: “nacida en el extremo litoral del mar Océano occidental, se dio a conocer en Oriente”. Importante aportación a la vida de una mujer que cruzó el mapa hasta los confines de Mesopotamia, en las orillas del Éufrates.

Fue muy culta. Sabía geografía y griego y durante tres años, entre el 381 y 384 realizó un viaje asombroso para conocer los Santos Lugares, llegó al Sinaí y visitó, incluso, Egipto. Debió llevar un salvoconducto para realizar el viaje.  Aprovechó la Pax Romana y la vías que usaban las Legiones en sus desplazamientos por el Imperio.

Cruzó el sur de la Galia y el norte de Italia; en barco salvó el Adriático. Se sabe que el año 381 está en Constantinopla. Luego visita Jerusalén, Nazaret, Cafarnaún. En el 382 parte de Jerusalén a Egipto. Visita Alejandría, Tebas, el Mar Rojo y el Sinaí. Después Antioquia, Edesa y llega hasta el Éufrates en la Mesopotamia; de allí regresa a Constantinopla…


Deja los detalles del viaje en cartas a amigos, cuenta las anécdotas y peripecias pero no menciona los peligros que encuentra. Escribe en latín vulgar (al modo y manera del que se habla en su tiempo). Tiene que pasar mucho tiempo para que Mario Férotin, benedictino e hispanista pruebe que Egeria es la autora de la segunda parte del códice de Arrezzo y en el que narra el viaje a Tierra Santa  del que había dado cuenta, san Valerio, en el siglo IV,  a los monjes del Bierzo…

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viernes, 21 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Niebla

La aurora llegó envuelta en un manto de gasa blanca, espesa… Tul de manto de novia. Lo llenaba todo; lo ocupaba todo.  La aurora tuvo problemas para dejarse ver a pie de calle. Los árboles, fantasmas, quietos, inmóviles, fijos en su ser siempre.

Decían los viejos que la niebla trae de la mano la lluvia. Han sido dos mañanas de niebla. La lluvia no llega. Hablan en los informativos que en otros puntos de España sí está lloviendo. Nosotros – y cuando digo nosotros, me refiero a este rincón donde vivo – estamos condenados: o ahogados por sequedad, o por exceso de agua.

Hace falta la lluvia. Esto tiene toques de ruina. Sones de clarines conocidos desde hace mucho tiempo. Están secos los pozos; se han agostado los veneros; el río tiene  poca. Está estancada y contaminada; no corren los arroyos; las fuentes son hilos finos que brotan con más voluntad que posibles.

Se han ido las aceitunas. Están arrugadas. Han cambiado el verde esperanza de verdeo par ir a la mesa por ese morado de sacrificio y penitencia antes de entregarse a la inmolación del molino.

Han comenzado con las sementeras. La gente va con mucho tiento;  más esperanzas que confianzas. La gente no se atreve. Los barbecho cambian el color de cara y los surcos son hilos de esperanza de lo que luego será pejual y en abril un mar de olas ondeadas por el viento; y en junio, mies camino de la era y…¡ay, Dios en el campo, como en el amor imposible, siempre con el sueño asido de la mano.

La niebla levantó a media mañana. El cielo se entoldó; nubes grises; no aparecía el sol. Todos los puertos tomados… Había un canto de pájaros de esos que van de paso y hace estación de descanso en el vallado del camino. Ya se han ido las tórtolas y las golondrinas y…

La lluvia esperada cuando cuelgo estás líneas no llega. ¿Se habrá entretenido de palique en la ventana con una niña morena?

jueves, 20 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ambos dos

Amigos desde la niñez; vivían en el pueblo; escapaditas a Málaga. Ambos dos amaban la buena vida. No daban un palo al agua ni por equivocación. De un palo en una pelea, ni hablar. Eso de las peleas, para otra gente. Iban, de sablazo en sablazo, y siempre salvaban los muebles en ese devenir diario que se llama vida.

Subieron al mixto de Ronda. El tren aparecía en la estación temprano. La niebla, todavía, no ha levantado del curso del agua del río. Llegaron a Málaga y, directamente,  a ‘Casa Aranda’. Pidieron lo habitual: Un chocolate con churros y, “para mí - terció Juanito, porque se llamaba Juanito - una leche manchada, no muy dulce”.

Subieron por calle Larios. Había gente que iba y venía; la calle estaba preciosa. A esas horas en que el sol ya ha subido por encima de la veleta de la catedral lucía como una quinceña. Un grupo de los Servicios Operativos Municipales trapicheaban. Montaba un tinglado; cercanía de Halloween (o como se escriba)…

En el ‘Central’  un grupo guiris sentados bajo la bandera Constitucional gozaban de la placidez de un otoño casi veraniego. La brisa la movía, suave, sutilmente. Siguieron el paseo; otro grupo caminaba hacía el Picasso…

¿Juanito,  le dice Salvador, - era el nombre el otro compañero de ‘fatigas’ - , sabes que Huelva se ha puesto de moda? Ya es capital gastronómica para el año que viene. El otro, haciéndose el lipendi, le espeta, “eso significa que para nosotros se acaba el jamón, ya no habrá quien lo pague…”

Llegan a casa de las primas. Las primas, solteras, enjutas; dos momias conservadas en formol. Acababan de comprar un frigorífico en una oferta. Muestran orgullosas la nueva joya de la casa. Y ellos, malos de solemnidad… Cómplices, a media voz: “total, para media docena de tomates…”


Juanito, ignora que el frigo no se abre en casa ajena. Va y tira de la puerta…Una bandeja de tomates, un cartón de leche, una botella con agua… y el vacío generalizado. “Salvador,  ¿no te lo dije?...”


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miércoles, 19 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Raro

Casi todo está raro: el otoño; los que dicen sí pero, no; los que dicen no, pero sí (oye que dicen que perdemos sillones si… ¿será el mío, maestro); los que le pegan a la Guardia Civil y están en libertad.... con cargos, menos mal que no les ha pagado una vacaciones en Honolulú; los que acosan a menores...

Dos mil Policías las pasan canutas para conducir un atajo de cafres – con perdón de la ‘Cafrelandia’, que está en el mapa allá abajo, más abajo del Kalahari – que han venido a Madrid como seguidores de su equipo de fútbol. Su equipo se llama el Legia de Varsovia; ellos no tienen nombre. Detenidos, destrozos, miedo en la calle…

Motín en el Centro de Extrajeros (los que huyen del hambre en sus países) de Aluche; alentamieto por parte de los que ven más es más fácil el uso de la gasolina que aportar soluciones; crispación contra todo lo que no va en la dirección que queremos…

Dice Santiago Bartolomé que se ha caído el nido de cigüeñas de Hontoria del Pinar que está en Burgos ¡Ya ven! Hontoria del Pinar tiene poco más de setecientos habitantes. Entre sus monumentos, un puente romano sobre el río Lobos, una ermita, una Fuentona y una iglesia parroquial. Tuvo la primera fábrica resinera de España y, ahora se queda sin su nido de cigüeñas… ¡Cómo van a venir niños a Hontoria del Pinar!

Yo creía que eso de desnudarse por dinero fue cosa de la Transición. Que eso ya había pasado de moda.  Ahora parece que cuando las cuentas corrientes bajan de manera alarmante pues eso,  ya se saben ‘que si quieres arroz Catalina’, y oye me haces el ingreso y hablamos…

El Quijote es ese libro del que habla mucha gente; lo han leído, entero, muy pocos. Ahora viene a las páginas culturales de algunos periódicos. Se han enzarzado en un espadachineo sin misericordia el profesor Rico y Pérez-Reverte. En Quijote Rico es una autoridad; en mordacidad y uso del estilete, el murciano.  Todo muy raro. Negocios por medio.


¡Por Dios que venga el otoño, sí con agua y frío y castañas en las esquinas. Que entren las borrascas por el Golfo de Cádiz que traen el agua a mi pueblo. A ver si cambia esto de una puñetera vez!


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martes, 18 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Iquique

“Iquique volvió sus ojos hacia el mar, en torno al que ha desarrollado su vida en el último tiempo…” La copio de la página 130. ¿La edición? En Chile, editorial S&E, S.A… La impresión extraordinaria. Textos y fotografías, excepcionales…Hasta aquí, normal.Ah, el título: Iquique, puerto del Salitre.

Suena el teléfono. Emilio Carmona me dice que han dejado un libro para mí, que pase a recogerlo cuando pueda, que lo dejaron hace unos días, que no me localizaron y que como saben de mi amistad con la imprenta Castillo…

El libro trae, con letra autógrafa, en la página 2. “Morales: Historiador Gráfico de las vivencias de un pueblo. Cordialmente: Luis Cabello Benítez, hijo de Ángel y Carmen. Santiago de Chile, 2 de octubre 2016. Hemisferio Sur”

Luis es hijo de Ángel Cabello Mesa, último alcalde republicano de Álora. La Guerra Civil, después, tuvo muchas culpas de demasiadas cosas.  Luis emigró de niño. Primero a Francia; luego a Chile. No es el caso que hoy nos lleva. Verán.

Era julio. Una llamada  nos pone en contacto. Lo atendí como al hermano que vuelve al reencuentro con todo lo que había quedado atrás, muy atrás. Solo me pide una cosa. Quería pringue colorada “como la que hacía mi madre”. La buscamos por cielo y tierra. Encontramos unas terrinas de lomo. “No, no: yo no quiero lomo; yo solo quiero pringue” Bueno - le aconsejo - pues cuando llegue a Santiago, la derrite y aparta churras de merinas…

Pensaba para mis adentros. ¡Dios mío, cuando se derrita la pringue en el avión dentro de la maleta… Su mujer se acuerda de mí todos los días de su vida! No ocurrió nada de lo temido. Luis volvió hace dos años. Me trajo un licor, Alto del Carmen Pisco del Valle del Huasco. En mi casa dejé claro: esta botella se guarda en el museo; no se abre…


Hoy, ha llegado el libro. No tenía ni idea de la existencia de Iquique. Me documento, me entero que está en la Región de Tarapacá  (que tampoco sé donde está) , formó parte del Virreinato del Perú; primer puerto franco de América del Sur. Vive del guano y de la industria salitrosa. La visitó  Darwin. La describe como “aldea de madera”. En aimará, Iquique significa “lugar de sueños”…

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lunes, 17 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Sierra

El viajero busca el encuentro con el otoño. El otoño todavía está de camino. No ha llegado a la Sierra. Apunta por la ribera del Múrtiga – recién nacido un poco más arriba – entre Fuenteheridos y Galaroza. Las hojas de los chopos tintinean con ese adiós de quien despide al verano; los castaños tienen los erizos rabiosamente verdes…

Linares de la Sierra encierra el encanto de los pueblos recogidos en sí mismos. El viajero pasea por las calles. Se para ante los ‘llanos’ empedrados, primoroso, diferentes, delante las puertas de las casas. Las calles, desiertas; no hay gente. La iglesia – la dedican a San Juan Bautista – soberbia; está cerrada.

Se acerca a la Fuente Vieja. Tres caños aportan un agua clara, limpia, cristalina. Once lavaderos hablan, en silencio, de los nudillos de mujeres de pueblo regastados sobre la pila de lavar…

Un bosque galería da toldo al viajero camino de Alájar. Sube primero al Santuario de la Virgen de los Ángeles. Aparece el recuerdo de Arias Montano: “grande entre los grandes, / humilde entre los humildes / sabio entre los sabios…” La imagen de la Virgen primorosa; el paisaje espléndido.

“Antonio, llamo al amigo, ¿dónde puedo comer en Almonaster? ¿“Dónde puedo…? No, no… ‘Tienes que comer en El Camino” Él mismo le hace la reserva al viajero. Cuando llega Emilio Martín, lo espera. Oigan, el viajero cuando termina de dar cuenta  - si les dice que tomó la mejor caña de lomo que recuerda haber comido nunca, lo ¿creen? – Creánlo.

A los postres aparecen Rocío, Pepe Romero, Antonio Domínguez. ¿Le faltaba algo al día? ¡Madre del Amor hermoso! ¡Qué gente! Emilio – el viajero tiene una duda y no logra disiparla - ¿Quién puede a quién la bonhomía o la calidad? ¿Y si las dos cosas son lo mismo…?


Con Antonio Domínguez pasea por las calles. Almonaster está en feria ‘medieval’. Suben a la mezquita… “y aquello del fondo, es el Andévalo…” El viajero sigue camino. El viajero va ahíto de paisajes excepcionales y de Sierra y llega al Cortegana y va al castillo y mira a la lejanía y recuerda los versos del Maestro Alcántara: “desde que sé que tu aliento / se ha quedado por el aire / estoy bebiendo los vientos”.

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domingo, 16 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Polvo en el viento

Todo chirría. La televisión bombardea con un montón de malas noticias. Están en una carrera loca a ver quién da el mal rato más grande. Es una competición sin sentido; sin rumbo. Parece que se juega al ir a ninguna alguna parte.

En Galicia la Policía está loca. Trabaja a destajo. No encuentran el cuerpo de una chica desaparecida hace un montón de días. Parece que su vida era un puñado de rosa pero con demasiadas espinas. Aparentaba lo que no era. O sea, polvo en el viento.

Un presunto delincuente declara todas – las que le da la gana decir, claro – fechorías con dinero, mucho dinero por medio. Compró voluntades; subió peldaños; llegó hasta donde la osadía y la poca vergüenza le dejó entrar. Se olvidó: solo era polvo en el viento.

Están a la greña en un partido emblemático de España. Mediocres a los que no quieren ni de concejales en su pueblo toman decisiones que nos afectan a millones de ciudadanos. Parece que hay poca voluntad de acuerdo. Oigo, veo, leo. Han olvidado que son solo polvo en el viento.

Un hombre y una mujer – no es el título de aquella bellísima película de Claude Lelouch donde triunfaba el amor; no – luchan por gobernar (¿?) al país más poderoso de estos últimos tiempos. Los dos, malos (yo entiendo por malo a quien solo piensa en él mismo). Se despellejan vivos. Si estuviesen muertos… Dentro de nada serán solo polvo en el viento.

Unos desalmados han utilizado las redes sociales para soltar veneno. Mucho veneno. Lo encierran dentro y ahora lo largan contra un chiquillo herido por una enfermedad horrible. El chavalillo ha cometido el enorme atropello de decir que cuando sea grande quiere ser torero… Polvo en el viento.


La Academia Sueca ha otorgado a Bob Dylan el Premio Nobel de Literatura “por haber creado  una expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción” Sigo escuchando a Kansas: “Polvo en el viento…”


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sábado, 15 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las Nuestras: Teresa

Teresa Sánchez, hija de Alonso Sánchez de Cepeda,  nacida en Gotarrendura en 1515… No dice mucho...; Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada; dice algo. Teresa de Ávila; mucho. Santa Teresa de Jesús; todo.

No está claro el lugar del nacimiento. Su partida de bautismo no aparece en Ávila; en la parroquia de Gotarrendura faltan precisamente las hojas de esos años. Su familia era de aquel pueblo. Allí nacen sus hermanos; muere su madre; tienen propiedades (judíos conversos) y un ‘palomar’ del que habla en sus escritos.

Teresa de Jesús, una mujer excepcional. De inicio a fin de su vida. Para colmo su cuerpo, incorrupto, se ha troceado y repartido por el mundo a modo de reliquias.

De niña ya apunta. Se escapa con su hermano, Rodrigo, una año mayor que ella. Quieren ir a ‘tierra de infieles” para ser ¡mártires! Un tío se encuentra a los mozos a las afueras de la ciudad. Los retorna a la casa.

Teresa cuenta que en la huerta hace su pequeño retiro. Es inquieta. Lee libros de Caballería, pasa por momentos delicados de salud. Entra en el convento contra la voluntad de su padre. Al principio, su vida es más licenciosa que ejemplar.

Después  viene la conversión. Pelea con curas y frailes; monjas y seglares; autoridades y adversidades; consigo misma, con la Inquisición y hasta con el diablo si es que los dos no iban de la mano. Teresa puede con todo y con todos.

 Reforma el Carmelo; funda conventos; anda por las tierras de España. “monja inquieta y andariega” Escribe con fluidez y gracia; con estilo didáctico dirigido a sus monjas.

Sus escritos espirituales, profundos, guías de muchos. Poesía y prosa la ponen a la cabeza de los que escriben. Profunda, ágil, directa…

Anécdotas, frecuentes. Dos muestras: entra en compañía de San Juan de la Cruz – reformador del Carmelo masculino -  en un pueblo; el fraile hace retranca para evitar murmuraciones: “vamos, Juan que no se avergüenza la dama, y se avergüenza el caballero” Otra, un arroyo crecido vuelca el carro. Increpa a Dios con quien habla de tú. “Por qué me haces esto? ¿Teresa, así trato yo a mis amigos? Con razón tienes tan pocos”…


Buena moza, bien parecida, ojos negros, redondos, expresivos… Doctora de la Iglesia. Muere en Alba de Tormes en 4 de octubre de 1482
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viernes, 14 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nubes

Las nubes se han vestido de pechuguitas de pitirrojos. Las nubes siempre van a alguna parte. Nunca están quietas. Asoman, miran, ven, y siguen camino como aquel río que Gerardo Diego siempre veía “quieto y en marcha”.

Reciben,  abriendo el compás a dos manos, al otoño que llega. El campo se ha tocado con otros colores. Se han madurado las moras de los zarzales; se bambolean los penachos de los cañaverales mecidos por el viento; se han alfombrado de hojas viejas los paseos del parque.

El otoño ya está aquí. Se toca con la yema de los dedos. También están ya aquí los pitirrojos, sí, esos que ha prestado sus plumas de azafrán manchego a las nubes. Se las andaban entre las ramas del vallado. Son pajarillos pequeños, diminutos, nerviosos…

Vienen de lejos; de muy lejos. Son pregoneros de un tiempo nuevo. Las primeras aguas han traído brotes de yerba nueva.  Anuncia otoñada y comida para el ganado y un manto de terciopelo de esperanza para el campo. Las aceitunas esperan turno de molino y tienen puesta la mantilla morada de pasión y sacrificio.

Los taludes del camino están agujereados por pequeños túneles. Las galerías, en el interior de la tierra, se dan la mano entre ellas. Las galerías anuncian que dentro hay una vida palpitante de hormigas aladas, las alúas, alimento de insectívoros y un canto a una nueva esperanza.

Ha entonado un canto con otro timbre el alcalde de Jun. Dice que ha recolectado setenta mil firmas, firma más o firma menos. Pide la convocatoria de un Congreso extraordinario.  Habla de abusos o algo parecido en la Gestora.  Se ve que no hay conformismo en su Partido que tiene como emblema la flor más hermosa de las flores, la rosa. Tampoco hay que descartar que es la flor con más espinas.

Para espinas las que tienen clavadas en la garganta algunos gavitoeros  acusados de haber comido de la mordida. Era un caviar con veneno. El apetito de dinero que viene por caminos raros ocasiona esas infecciones que tienen difícil cura.


Me quedo con las nubes de pechuguitas doradas, pitirrojos en vuelo. Marilina, como siempre, las ha visto. Ha mirado el caserío desparramado como un reguero blanco desde el Cerro de las Viñas y nos ha dicho: ahí os dejo eso.

jueves, 13 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica de rojo

La chica de rojo tiene los años precisos en los que, en la mujer, todo es bello. Apareció por la esquina de la calle Tablas. Venía sin prisa; avanzó unos pasos y se sentó en un banco de mármol gris bajo uno de los plátanos que ocupan el solar del desaparecido convento en la Plaza de la Trinidad.

Era a esa hora en que la tarde cae, lentamente, sobre Granada. Una infinidad de pájaros revoloteaban por los pimpollos de los árboles. Peleaban entre ellos. Los pájaros buscaban su rama para pasar la noche que ya bajaba por las laderas de la Sierra.

La chica de rojo se sentó con la postura de quien no tiene prisa. Cruzo una pierna sobre otra; sacó de un bolso de cuero negro un teléfono. Tecleó unos números. Pasó un tiempo; bajó el teléfono al alcance de la vista. Volvió a teclear. Y entonces, sí, entonces alguien contestó desde no se sabe dónde.

Lleva un vestido rojo intenso, vivo; uno de los hombros al descubierto; el otro, levemente tapado. Calza unas zapatillas de lona blanca sujetas por una cinta también blanca. La cinta da varias vueltas al tobillo y se fijan con una lazada primorosa, simétrica; precisa.

La chica de rojo tiene el pelo castaño; unos ojos expresivos de ese color que sugiere más que dicen y una dentadura perfecta. Se retoca con unas pinceladas los párpados de los ojos y realza unas cejas depiladas con mimo, con pulcritud, como quien se sabe dueña de una belleza que no es común. Tiene unos labios sutiles, finos, ribeteados, también de rojo…


Los últimos rayos de sol daban un toque dorada a las cúpulas de la catedral. La piedra de Diego de Siloé era de una belleza inusitada, como lo es la chica que sentada frente a mí deja que pase el tiempo mientras habla con alguien por teléfono. Cae el agua en un rumor apagado por el gorjeo de los pájaros. La chica de rojo es un sueño imposible; la chica de rojo se incorporó; sin prisa, cruzó la plaza; se perdió entre la gente por calle Mesones…

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miércoles, 12 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gorriones

Cuando la tarde llegaba a su mediación aparecía el Correo de Madrid – casi siempre con retraso –   en la estación de Cártama. El correo traía gente cansada; se asomaban a las ventanillas. Traían ojos de sueño y muchas horas de tren. Los ojos de los viajeros del correo miraban de una manera diferente a cómo miraban los ojos de los que estaban en el andén.

Después del Correo había un tiempo de espera en la estación. Ya había salido el tren de mercancías cargado de paquetes que traía la gente de Alhaurín y de Coín. La facturación quedaba en ‘suspense’. Para el Mixto que iba a Ronda y Antequera, faltaba un rato.

Ese era el tiempo que mi primo con la escopetilla de aire comprimido escondida tras la espalda urdía un plan para darles el susto a los gorriones. Los gorriones de las estaciones son los gorriones más listos de  mundo. A pesar del sigilo como nos movíamos, él como presunto cazador; yo, acompañante, jamás lograba disparar un solo perdigón.

Los gorriones antes de la llegada del tren eran un gorjeo de juerga. Chillaban, se perseguían; comían las migajas que se le habían caído a los viajeros; se las andaban con un picoteo acompasado de saltitos uniformes y monótonos y… en ese momento; precisamente en ese momento desaparecían del mapa. ¿Dónde se metía los gorriones? A ver, a ver ¿quién desentraña ese misterio?


Los gorriones son los azotes de los trigales granados cuando espigan por junio; los gorriones son los despertadores urbanos en los aleros de los tejados de las casas antiguas; los gorriones son un pespunteo de pío-pío en los baños de las fuentes. Dicen los que saben que cuando los gorriones se revuelcan en el polvo del camino anuncian cambio de tiempo…
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martes, 11 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Escuela

La escuela estaba en un lugar inapropiado; inmundo. Olía a humedad y a lugares en los que nunca había entrado el sol. La escuela era un caserón que antes, cuando la pobreza era todavía mayor, lo habían usado para hospital de pobres dependiendo de la caridad municipal y de la iglesia.

La escuela estaba situada a los pies del campanario. Los niños escuchábamos las campanas que doblaban a entierro o que daban los toques para anunciar a las beatas que era la hora de tercia, del ángelus o que había ocurrido la desgracia de la visita no deseada y, tocaban a ‘agoni’ con número diferentes de toques para hombres y mujeres.

Los niños usábamos un váter tan insalubre como todo el edificio; estaba al final del patio; en un rincón con una puerta que solo se encajaba. No tenía pestillo interior y siempre se quedaba medio abierta.

A media mañana salíamos al recreo. La escuela tenía un patio pequeño e insuficiente. Entonces usábamos la plaza pública y allí se jugaba a lo que daba el tiempo: “los toreros”, “el trompo”, “el pincho”, “la bolas”, “al laya”, “a certinalalerta”, a correr en un pilla, pilla que tenía fin cuando el maestro, con unas palmadas, anunciaba que se ponía fin a la libertad.

Carecíamos de casi todo; menos de ser niños. El periódico ha dado una noticia tremenda. Los buitres televisivos han ahondado en ella. No por la noticia en sí, que es mala, muy mala; no. Han ahondado por el morbo que encierra.

En un colegio de Palma de Mallorca otros niños han dado una paliza a una compañera de ocho años. Los mozos valientes, según dice la nota de prensa, pueden llegar hasta los catorce.


Al parecer todo vino porque la chiquilla les había quitado una pelota… ¡El delito, enorme! Ahora todo da vueltas. Implican a la dirección, a la vigilancia del recreo, al profesorado… No he escuchado ni una sola reflexión preguntando del “porqué” se llega a esta situación. Y, digo yo, sin intención, ¿Y si nos paramos, los mayores, a pensar un poco? Solo un poco…

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lunes, 10 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paco

Lo arrancó la luz de la mañana. El sol del Mediterráneo subía del mar. No había entrado, todavía,  por la ventana; él ya navegaba por otros cielos. Ese cielo ganado tan a pulso; en silencio.

La enfermedad le dio dos zarpazos de muerte. Dentelladas. Postrado el cuerpo; crisol de prueba para un alma grande. Su vida, desde aquel día, asida a una silla de ruedas. Resistencia heroica en la lucha de cada día.

Paco llegó al colegio, también, una mañana de inicios de curso. De eso hace ya mucho tiempo. Venía de Carratraca. Se incorporaba a uno de los centros de su pueblo. Paco – Paco Garrido – era un hombre callado, de pocas carnes y mucha voluntad. No tenía horas para darle cabida al cansancio.

Ayer sonó el teléfono, ¿por qué el teléfono cuando viene con estos aires malos parece que suena de otra manera? Corre la noticia. Nos llamamos unos a otros, que sí, que  lo sé; que me lo acaba de decir; que…

Otra llamada confirma que ya estaba en el cementerio. De verdad Paco que se me hizo un nudo en la garganta. Tu mujer, tus hijos; tus hermanas,  los tuyos y el recuerdo de tantos y tantos años juntos entrando por la misma puerta, sentados ante las mismas mesas, cruzándonos por los mismos pasillos, cuando el compañerismo era un codo con codo y la amistad tanto.

Se pone en marcha ese molinillo que llamamos tiempo. Todo es un velo de niebla. Queda tu trabajo: dedicación, pulcritud,  minuciosidad de lo bien hecho.

Otros nuestros te precedieron: Mariana, Rita, Fernando, Ana, Tere, Don José, Charo, Juan, Pepita… Te sumas a la lista. Me vienen a la mente aquellos versos de Miguel: “a las aladas almas de las rosas / del almendro de nácar te requiero…”

Momento del adiós forzado por Quién todo lo dispone. Busco los versos de don Antonio. Otro hombre bueno. Como tú,  enseñó a muchos, a llevar palabras de la mano: “buenas gentes que viven, / laboran, pasan y sueñan, / y en un día como tantos, / descansan bajo la tierra”.

Descansa en paz, querido Paco, amigo, compañero…

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