El
viajero llega a Ronda una tarde de primera después de unos días de lluvia. El
viajero vino por la carretera que sube por Alozaina, El Burgo y el Puerto
de El Viento. Cuando coronó el puerto supo que estaba por encima de los mil
metros de altitud. Ha conocido la soledad
- y la belleza - de unos parajes únicos. Se paró donde el monumento al
Guarda Forestal. Miró y vio toda la grandeza que encierra allí la Sierra.
La caliza
brota de la tierra. Un rebaño de ovejas pasta y deja lambida la hierba fresca
recién nacida; ramonea en los espinos y en los tocones de lenticos y acebuches.
El rebaño está indiferente al paso de la carretera. Florecen unos lirios
morados entre las peñas.
Ha
dejado el coche en las cercanías de la estación de ferrocarril. A pie ha bajado
por la calle de Vicente Espinel, o sea, por la calle de la Bola. Desde el
extremo superior la calle es un hormiguero de gente. La gente se diluye, se
pierde, de disipa conforme se anda entre ellas.
La calle
– la más comercial de Ronda – se ha llenado de comercios de nuevo cuño. Se han
perdido aquellas viejas tiendas de sabor a pueblo donde paraba la gente que
venía de toda la Serranía a comprar unos botillos para el padre, un abrigo para
el niño, un corte de vestido para la madre… Una placa indica la casa donde
nació un rondeño ilustre: Antonio de los Ríos Rosas.
El
viajero cuando ha llegado al cruce con la calle Virgen de la Paz gira a la
derecha. Deja a un lado la Plaza de Toros
“Plaza de toros de Ronda / la de los toreros machos” y las estatuas en
bronce del Niño de la Palma y de su hijo, Antonio Ordóñez. Luego se adentra
bajo la frondosa vegetación del parque. Saluda, como lo hace siempre, con
reverencia a “Pedro Romero, torero insigne”.
Llega a
barandilla y el viajero se siente henchido por toda la belleza que tiene
enfrente. La Serranía es soberbia, es – como Ronda – única y se acuerda de
Rilke y de…. Bueno, deja algunas cosas para otro día. Por abajo, en la
profundidad del miedo, salta entre las piedras el Guadalevín…
de principio a fin, precioso texto, querido Pepe. Guárdalo bien. Enhorabuena. Un abrazo.
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