El aire de abajo ha traído el sonido de las
campanas. El aire de abajo traía muchas cosas buenas: el silbido del tren –
cuando los trenes silbaban por la Cuesta del Río – el anuncio del hombre que
vendía los helados y los pregonaba para deleite de los niños, la llamada del
hombre del pescado…
El aire de abajo traía, también, el agua del
Estrecho. Las borrascas entraban por el Golfo de Cádiz. Cruzaban y dejaban un
manto de bendición sobre los campos. Eran vientos húmedos, ábregos; traían
nubes negras, plomizas…
Esta mañana el aire de abajo ha sido el soporte para
que el sonido de las campanas llegase más lejos. El tañido vino de pronto. Fue
un saludo de sopetón. Preciso y precioso; oportuno; fue un recuerdo de otro
tiempo.
Ya no se reza el Angelus. Ya no tocan las campanas
que llamaban con tres toques a misa de alba, y al rosario y a vísperas, a tercia; no tocan a fuego, ni a
agoni, ni a muerto.
Las campanas ahora están conectadas con un mecanismo
eléctrico. Dan las horas del día. Hacen competencia a la campana seca del reloj
del ayuntamiento. Cada uno, antiguamente, tenía su ministerio; el del municipio, muy
cumplido él, daba los cuartos, las medias, los tres cuartos; las horas enteras
y, hubo en tiempo en que ¡hasta las repetía!
Las campanas de la iglesia tienen un mensaje
especial. Es un sonido largo, dulce, profundo; es un mensaje con encantamiento.
Invitan a recogimiento. Su sonido cruza el campo y llega y me saluda y siento
un no sé qué por dentro.
Hay un revoloteo de pájaros en la alameda del río.
Con el cambio de tiempo ya andan muchos pajarillos ocupados en sus menesteres.
Los pájaros están hechos a las campanas; no siente miedo. Los pájaros temen a
otros ruidos sordo, opacos que llevan la muerte dentro…
Cacareo de gallinas en el gallinero. A esta hora
cuando había gañanes en el campo desuncían la yunta. Un ejército de pipitas
picoteaba los bichillos en el surco abierto. Ahora, como entonces, llega de
lejos un toque de campanas. Es la hora en que dice que: “El ángel del Señor
anunció…”
Ese tiempo ya pasó Pepe. Es mas, tal vez algunos, no sepan que es eso del “ángelus”. El pintor realista Millet, lo inmortalizó - hace ya casi dos siglos - en un cuadro que, curiosamente, recoge dos campesinos, hombre y mujer, suspendiendo su labor y rezando en pleno campo. Tal vez sea, que en las ciudades nadie tenga tiempo de oír las campanas y por eso, los “progresistas”, siempre han temido al voto campesino. Tal vez sea, amigo, que solo en el campo, la gente se siente cerca de Dios...
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