lunes, 29 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Hermanitas

Visten de manera rara; parecen de otro tiempo. Andan con otro ritmo; su cadencia no va acompasada con la nuestra. En la calle no tienen sitio. Van, vienen de alguna parte, y conocen su destino.

Se acercan a las casas de los pobres. De las dos, - porque siempre van dos - una atiende al enfermo; la otra, echa una mano en los menesteres de la casa. En esas casas siempre hay mucho que hacer; más, que atender.

Acuden. No es plato de buen gusto eso de tratar con enfermos y pobres. Gente sucia y haraposaa. Los que menos tienen estorban en muchos sitios; en la sociedad en que vivimos, ni les digo.

Desde su fundación han ido en compañía de la pobreza. Piden - mendigan - para otros;  reparten lo que reciben. Ellas, a cambio dan ropas, trabajo, comida y algo que no se compra en la botica ni tiene precio porque se lleva dentro: amor.

Dicen, que tienen unas normas fundamentales: “se hacen pobres con los pobres”, “se entregan a los pobres”, “mendigan para los pobres”. “llevan la alegría a los pobres”… Se repite la palabra, una y otra vez, pobres, pobres, pobres…

Hay, también, otras personas. Esas sí visten como nosotros. Van por las mismas calles; hablan el mismo acento. Sus nombres no los conoce casi nadie. Trabajan en silencio. Acuden, escuchan, reparten, ayudan…

Otra gente dejó casas, familias, profesiones, estatus sociales confortables… Se fueron a tierras donde no quiere ir nadie. El año pasado dos de ellos murieron. Parte de la hipócrita sociedad que hemos creado se rasgaba las vestiduras cuando se les atendió. Los recordamos; no es necesario más hurgamiento.

Hermanas de los Pobres, gente anónima de Caritas, Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios y…, suma y sigue. Los cobardes la han emprendido contra ellos. Son blancos de burlas y escarnios.

Ahora, un grupo de personas ‘mesías de no sé qué’,  la emprenden contra las Hermanitas de los Pobres de Sevilla. No tienen argumentos. Arremeten… contra el nombre de la calle. (Por cierto concedida por un Ayuntamiento republicano de Sevilla. ¡Qué poco saben de la II República!).


Me pregunto. A gente que da su vida por los demás  ¿le importará mucho el nombre de una calle? Perdonen. Sé que estas letras no sirven de nada; necesitaba hacerlo.

domingo, 28 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Temporal

Dicen que mañana, de mediodía arriba, remite. O sea, que el temporal se va. Ha sido completito: nieve, granizo, lluvia – en algunos sitios poca -, viento, y como es natural y norma de la casa a finales de febrero, frío.

Los que saben culpan al posicionamiento del anticiclón de las Azores que empuja a no sé qué sitio los vientos. Ese anticiclón tiene mala leche. En verano nos achicharra y, ahora, o nos seca o nos hace tiritar. Y, digo yo, ¿no podría andarse en un ten con ten y ni tanto ni tan poco?

Bromas aparte, el invierno ha tardado en venir. Siempre viene. Como los constipados que cuando ya cantamos victoria y pensamos que nos hemos escapado, aparecen. El mes de julio fue muy caluroso; luego, un otoño veraniego; el invierno, suave (había gente bañándose en Navidad) y, ahora, acaba de dejar su tarjeta.

Esta noche el viento ha dado fuerte. Venía a ráfagas; racheado. Venía soplando con una intensidad que las tejas parecían campanillas de una carretera de romería; se hacían reverencia las copas de las palmeras; se agitaban las ramas de los árboles.

Las imágenes que se ven por televisión son preciosas. Paisajes blancos; manteles extendidos como si esperasen a mucha gente para un banquete sin comensales. Ha habido peregrinación de curiosos a los puertos cercanos. Fotos y experiencias que por esto andurriales no son normales.

Me acuerdo de lo que dice el maestro Alcántara: “no es lo mismo ver una nevada desde el alféizar de la ventana que desde un camino vecinal”. El folclore popular tampoco se andaba muy lejos en sus aseveraciones: “Esta noche ha llovido / mañana hay barro / pobre del carretero / que va con carro”.


Dicen que mañana remite. Primero fue el Cantábrico. Ayer, mi amigo José Miguel puso unas imágenes de una granizada en Los Barrios; el Estrecho tampoco quería ser menos; ahora el temporal generalizado ya ha cumplido. Ojalá sea el empujoncillo para que entre por la puerta grande la Primavera (con mayúsculas). ¿Vale?

sábado, 27 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El sino

Lo llevamos impreso en los genes. Somos especialistas. Va con nosotros dentro. O vamos ‘contra alguien’ o no somos nosotros. Se nota, se palpa; parece que estamos hasta más guapos. Eso de ir contra algo que se mueva, fenomenal.

Leo.  Hay un revuelo en una ciudad maravillosa; una ciudad, única. La ciudad la baña un río y, en ella, juega todos los días, a la rueda,  la luz,  en el recreo de la mañana. La ciudad se llama Sevilla. Es cuna de arte por los cuatro costados (si me apuran, por arriba, por el cielo; también).

En esa ciudad es donde habla mejor el silencio. Madrugada de Jueves Santo; encierro de Jesús de Pasión; Plaza del Salvador… se arrastran  contra la tarima las zapatillas de los costaleros. ¿Lo escuchan?  “No me tienes que dar porque te quiera…”

A lo que iba. Un grupo, en esa ciudad,  ha decidido, porque si no, no serían ellos,  ir contra las creencias y contra las tradiciones de la mayoría de la gente de la ciudad y, allí, donde el arte tiene casa propia, van y se ponen a sacar pecho con un bodrio infumable. Lo que ha venido después…

Han ido a más. Las Hermanitas de la Cruz tiene el ‘capricho’ – ¡fíjense, que son raras estas monjitas! – de querer a los que no quiere nadie. Les dan de comer, los lavan, los visten, los asisten, los ayudan a morir y les dan lo que no tiene precio: cariño. Pues, contra ellas; también.

Esto no es nuevo. Se repiten los tiempos. En la puerta de Auswitch hay impresa una frase de Arnol Toynbee: “El pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla”. Mira que si esta gente no supiese de aquella intolerancia, ¿o si lo conocen?

Lo acabo de ver en facebook. Un alcalde de mi pueblo de hace muchísimo tiempo suprimió las procesiones (¡vaya novedad!)  y el trabajo en el Día del Trabajo. Se paran los obradores del pueblo; el suyo, no. Oh, mala suerte. Lo cazan incumpliendo su propio mandato…


En carnavales le cantaron: “El alcalde de mi pueblo /  ha prohibido las procesiones / se le van a poner los dulces / duros como piñones”. Se ve que algunas cosillas tienen poco arreglo. ¿Y si ahora le llevamos la contraria y sí lo arreglamos?

viernes, 26 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La barra

La barra del bar, lugar único. Los hay que llegan con prisa; otros, tienen todo el tiempo del mundo. Algunos saludan; otros refunfuñan. Se entiende que es una manera ‘especial’ de comunicación. Hay quien no habla; otros… Con los oídos abiertos se aprenden muchas cosas:

-          Ponme un Urdangarín.

Marco; me callo; observo. El camarero se vuelve a la máquina. Pone debajo del lugar por donde sale el café, un vaso. Al ratillo, humeante, está sobre un platillo que imita a la porcelana blanca, un café.

-          ¿Un urdangarín?

-          Sí, hombre, porque es muy cortito…

Restaurante el Quiosco, pantano de la presa del Conde Guadalhorce. Es verano; hace calor. Aprietan las chicharras. Llega; pide, una caña. Rebosa espuma blanca por el borde del vaso. Suda la cerveza.

-          ¿Quieres algo de picar?

-          Sí. Un ‘prosinecki’

Sobre un platillo aparece un dátil envuelto con una loncha de bacon. Esta pinchado, en su mediación, por un palillo…

-          Luis ¿por qué, Prosineski?

-          Porque no se queda de pie y siempre está  por el suelo…

Llega.  La barra está completa de punta a punta. Pregunta desde lejos:

-          ¿Tienes ‘bisontes’ sueltos’

-          Sí.

-          ‘Po, amárralos y ponme un mitá…’


El hombre andaba de analítica, pruebas y más pruebas; pachucho.

-          ¿Y, qué te dice el médico?

-          Na. Que hay que dejar el vino.

-          Bueno, - intenta buscar un consuelo – el agua, también, es buena. Fíjate si es buena que la bendicen….

-          Po, anda que el vino que lo consagran…

Plena ebullición de separatismo. El Mas; el menos; el otro;  el de la moto… No hay manera de superar el empacho, ni telediario que no toque el tema, ni conversación que no lo  saque.

Llega a desayunar.

- Ponme un café con leche y ‘un independiente integral’

Al  ratillo sobre el mostrador, un pitufo de pan moreno; con su chorreón de aceite, su tomate y unas lonchas de jamón…

-          Pero ¿esto es una catalana de toda vida?

-          Sí;  pero como ahora van a cambiar los tiempos….


-          ¡Niño…! Llena….

jueves, 25 de febrero de 2016

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. Pecadores

Cuando yo era joven, de lo que hace mucho tiempo, leí una obra, de cierto éxito entonces: El español y los siete pecados capitales. El autor, Fernando Díaz-Plaja; la editorial, Plaza & Janés (1966). Hace un repaso por la lujuria, pereza, gula, ira envidia, avaricia y soberbia. O sea, todo lo bueno; completito.

El autor hacía un análisis, en un Ensayo de humor, de los diferentes comportamientos de los españoles. Nada le era indiferente. No dejaba títere con cabeza. El repaso, generalizado, nos retrataba bastante bien.

Para el español, decía Díaz-Plaja, solo había tres mujeres decentes: su madre, su mujer y su hermana… Claro, que el españolito que vive en la acera de enfrente piensa igual. Se ve encerrado en la jaula. Con pocas salidas; acude al refranero y lo empareja: “En Badajoz, tierra de Dios, los cornudos van de dos en dos”.

No deja atrás ni a Loja, ni a las de aquí, o a las de allí. El español siempre se lleva mal con su pueblo vecino; el más cercano. Otras veces lo generaliza con la provincia de al lado. Los de Álora contra Pizarra;  los de Huelva se llevan mal con los de Sevilla; los de Málaga con los de Granada…

El refranero es muy generoso. Hay refranes para todos los gustos, horas y sensibilidades. Ahí unas muestras: “Caballeros de Jaén, señores de Córdoba, señoritos de Sevilla y… gente de Málaga”. Otro: “De Málaga es el peine para que no peine”. En Valencia acuñaron: “Carcaixent, bona terra i mala gent”.

El español al comer es glotón. Se atiborra, se siente pesado. La culpa nunca es de él. Entonces, va y toma un omeprazol o un almax. Se justifica: es “que algo me sentó mal”. Se queda tan pancho.


Hay cosas de suenan a chiste; otras, a mala baba nacional. Llevamos una rachilla, ¡Dios! cómo para no sentarse delante del televisor y no ver los telediarios. Se escucha cada tontería. La cosa es seria. Esbocen una sonrisa. Es la mejor terapia. Mientras tanto, tengan a mano algo de bicarbonato.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Horteras

 El Diccionario – a eso al que algunos le dan patadas –  define la palabra ‘hortera’ como despectiva, vulgar y de mal gusto. No se anda por las ramas. Lo deja clarito por si alguien alberga alguna duda de los que llevan de la mano el calificativo.

Mogi das Cruzes es un ciudad importante. Se ubica en el estado de Sao Paulo. Tiene casi cuatrocientos mil habitantes; tampoco es cuestión de andar contándolos. Es la ciudad donde nació un muchacho – también, nacieron otros, claro – que juega muy bien al fútbol.

El mozo se llama Neymar da Silva Santos. Hace ya unos años que es mayor de edad; sabe por dónde va el agua al molino; a veces, se hace el lipendi. Es más productivo. Juega desde hace un tiempo  - hasta que se subaste y se vaya a otro club que le pague más – en el Barcelona.

Hace unos días lo citó la Audiencia Nacional. Presunto fraude en un contrato; presunta apropiación – mediante presuntas falsedades – de lo que otros dicen que es suyo. Lo citan, a él y al padre. Presuntamente, su señor padre es quien maneja el parné.

Viene a Madrid desde Barcelona en un jet privado. Declara durante una hora. El padre del muchacho queda en la Audiencia; tiene un Viacrucis más largo. Algo así como cuatro horas delante de su Señoría.

Lo dice la prensa. Los muchachos – porque no va solo; lo acompaña, en una furgoneta, un grupo de ‘amigos’ – suben por la Calle de Alcalá. ¿Cómo la florista de Celia Gámez? No; exactamente, no.
Cerca de Ventas paran en una hamburguesería; bajan, algunos; él, no. Adquieren lo que se puede comprar en esas casas de comidas tan únicas: unas hamburguesas. Siguen camino. Llegan al Hilton Madrid Airport.


Cuatro horas de espera; el papá declara y declara... El avión, aparcado en el lugar reservado para este tipo de vuelos. En la espera degustan el manjar tan especial. No sabemos – no lo han dicho - si en la cafetería, en el comedor o en un reservado… Una palabra define a esta gente. Tiene tres sílabas: horteras.

martes, 23 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pobre hombre

Delgado; enjuto. Se toca con un sombrero viejo. El sombrero está raído; fue marrón oscuro; el tiempo le restó color; ahora lo alterna con un espurreo de caspa sobre su ala.

El hombre está sentado en un banco del parque. Está solo. En otros bancos hay otros hombres; hablan entre ellos. Este hombre no tiene a nadie que le hable. O al igual él tampoco quiere hablar con nadie.

Los hombres, los otros hombres que están sentados en el parque no entran al Hogar del Jubilado. No son gente de tertulias que se intercambian cartas sobre un tapete verde en una  mesa cuadrada. Su tertulia es al aire libre del parque.

¿Pobres hombres? Sufrieron, en su niñez, la crueldad de una guerra; las dentelladas en posguerra de lutos y miserias; el despertar, lento. Hambre física y de la otra, la que hay que encerrar por dentro. Después, ¡ay!, después, los caminos de la vida, “como los hombres tristes, siendo tantos, cada uno solo” que decía Juan Ramón.

El hombre se ha levantado despacio. Se apoya en un bastón de madera curada, de color crudo; el bastón está limpio; en el extremo tiene un protección de goma. Parece un bastón de almecino, más liviano, más ligero que el de acebuche.

El hombre se encorva un poco al andar. Camina despacio. Probablemente no va a ninguna parte, solo que le ha parecido bien levantar el hato; lo ha hecho. Una lona grande, de balcón a balcón, anuncia en la fachada de la Casa de la Cultura una exposición de pintura.

Pasa un camión. Lleva un trono. ¿Y eso?

- Es que están montando una exposición de tronos en los bajos… Donde estaban las gallinas. Ese trono es del ‘Señor de las Torres’.

Convengo que tengo que llamar a Paco Valverde; tiene que hacer hueco en la agenda y venirse el viernes…Busco, con la vista, a Juan Blanco. ¿Estará de ‘servicios mínimos’? Es hora de tomar un café. Juan, como en el Oeste es muy rápido para sacar la cartera; no siempre gana….

Se me ha perdido el hombre que caminaba despacio… No puede estar lejos. Lo veo, va por la Avenida; calle abajo. ¡Pobre hombre! Los naranjos ya huelen a azahar en los brotes nuevos.

lunes, 22 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Señorita Laura

                                                    

Era delgada y esbelta; era la dulzura en el palabra; era una mujer que no pedía nada para sí. Apareción en  Álora como lo hace la gente Grande – con mayúscula – si hacer ruido. Sencilla, humilde; tenía ante la dificultad,  la dureza que tiene el acero. Se dedicó a darse a los demás. Con lo bien que suena y lo duro que resulta.

Tuvo una niñez marcada por el dolor de la orfandad y la educación esmerada de lo que en los comienzos del siglo XX se entendía por una ‘familia bien’. Formación; colegio en un nivel por encima de lo que había en la época. Magisterio, piano, enfermería, Bellas Artes…; Madrid.

Un día conoce la necesidad de los otros. El Pozo del Tío Raimundo, la mejor escuela. Sabe de una España que da mucho pero necesita más. Es la España del chabolismo que crece y crece en torno a las grandes ciudades (en otras que no eran tan grandes; también). Ella, y otras, tan anónimas como ella, dan un giro a su vida. Dan todo; es decir se dan ellas.

En 1949 llega a Álora. Comienza una labor enorme: acogen niñas que por circunstancias de la vida lo necesitan más que otras. Hay un peregrinar por diferentes lugares: calle de la Parra, de Atrás, Convento de Flores. Saben lo que son las noches de tormenta, frío y sin luz; conocen la carestía y…, la Providencia que aparece siempre. Viven de la caridad; no tienen de nada.

Cambian un poco los vientos; mejoran algo, se trasladan a las antiguas escuelas en la  Plaza Baja de la Despedía…. En los años de vida en el pueblo son los primeros tiempos de las ayudas sociales. Se les dota con una Escuela Unitaria. En 1969  les construyen un nuevo hogar en la barriada de Poca Agua; junto a su busto no faltan las flores frescas…

Resignación, humildad, dulzura. Vivieron años de mucha estrechez económica; tuvieron, con creces, la riqueza espiritual del que sabe a Dios consigo. No se lo guardaron; lo transmitieron.


Hoy, 23 de febrero, hacen solo 116 años que los ojos de la Señorita Laura - Laura Aguirre Hilla - vieron la luz primera; luego, ella nos mostró a Luz a los que tuvimos la suerte de conocerla…
 

domingo, 21 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El héroe

La escuela era un lugar inmundo. Bueno, la escuela;  no. El edificio que albergaba la escuela era lúgubre, maloliente y oscuro. Olía a orines de niños en el patio y a humanidad mal lavada.

El edificio había sido un hospital de beneficencia. Es decir, un hospital de pobres donde acogían a los menesterosos que no tenían a nadie; a los desahuciados que esperaban turno para llevarlos al hospital; al hospital de verdad que estaba en la ciudad.

La escuela estaba junto a la iglesia, al pie del campanario. Desde las clases se escuchaban las campanas en lo alto de nuestras cabezas. Las campanas tocaban varias veces al día: a misa, temprano; a tercia; si había un entierro tocaban a muerto y, al mediodía, llamaban al rezo del ángelus.

Entonces no había termómetros que anunciasen las temperaturas en las puertas de las farmacias. Aquel mes de febrero se presentó soleado. El sol a partir de la mediación de la mañana calentaba. Buscaba, como decían los hombres del campo, la sombra el perro.

El ‘Madreaguas’ - Pepe Gutiérrez - era un muchacho espigado;  pero, no nos sacaba, a todos, un par de palmos por encima de la cabeza. Vivía en una calle cercana a la plaza, y no lejos de la escuela. Por la calle donde vivía “el Madreaguas’ se iba a la estación, y un poco más allá, al río.

Una mañana no vino a la escuela. Los niños por aquel tiempo faltaban muchas veces a la escuela. Cuando los niños salían de su casa y no llegaban a la escuela, entre nosotros, decíamos que habían hecho la ‘rabona’, o que se habían ‘escapado’.

A la hora de salir, o sea, un poco antes del mediodía, ‘el Madreaguas’ apareció por la puerta de la escuela. Traía los pelos mojados. Se había dado el primer ‘toleo’. Lo vimos por la ventana; el maestro, también. Lo llamó. Entró atemorizado. El maestro descargó sobre él las iras de todos los dioses desbocados.


Nosotros vimos y escuchamos: “y, si alguno quiere cobrar también, - dijo, en voz alta, el maestro -  que se vaya al río; aquí tiene la penicilina para el resfriado”. Nadie habló; nadie se movió, pero desde aquella mañana ‘el Madreaguas’ fue el héroe más grande que había en aquella escuela, inmunda y maloliente, y donde se escuchaban las campanas que tocaban a muerto.

sábado, 20 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un día de febrero

Abrió el día soleado; soplaba algo de viento. Hacía frío. No era un frío intenso. Al frío, estos días de atrás lo traían los vientos gélidos. El hombre del tiempo culpaba al anticiclón, al Atlántico y al Polo; ese, que está tan lejos.

En otros lugares las nevadas han sido intensas. Carreteras, cortadas; se han salido de madre  los ríos. Han sembrado miedo y ruina. Los ríos desbordados arrasan lo que encuentran a su paso. No es siempre el hombre quien se acerca demasiado a sus orillas. Sus cauces, a veces,  no pueden con toda el agua que llevan dentro y…

Alguien vociferaba a otro alguien; iba por la acera de enfrente. “El aire se ha llevado las nubes”. “Eso…, le contesta, el otro alguien. No escucho la respuesta; pasa un coche. El ruido del motor la ahoga.  La calle estaba casi desierta. Había otras voces. Eran voces lejanas.

Las sierras han amanecido tocadas de pincelas blancas. Las sierras tienen un encanto especial. Nieve en las cumbres; verdor en el suelo. Las sierras son grisáceas. Se recortan el horizonte; arriba, en el cielo, nubecillas blancas. El cielo esta mañana es celeste desvaído. No es el cielo limpio de otras veces; es otro cielo.

El periódico trae malas noticas. Los hombres no se entienden. Discrepan entre ellos. Todo es un enredo. En otros lugares las bombas siembran dolor y muerte; misiles contra hospitales y escuelas. En esas zonas el invierno es aún más cruel. No tienen donde calentarse. No tienen nada. Bueno, nada no; les sobra dolor, rabia, impotencia…

He asistido, esta tarde, a un recital de poesía. Algunos versos, lo menos, buenos; mucho ripio, mucho pedrusco suelto. Me da qué pensar: ¡tantos que usan “el nombre de la poesía en vano” ¿Podríamos llamar pecado a eso?


Echo un vistazo al santoral. Dice que la iglesia católica ha celebrado a san Euquerio de Orleáns… ¡Lo reconozco en esto del santoral  - en otras cosas, también - soy un desastre! Por la limpieza del cielo, ahora, parece que será una noche fría. Vamos, lo propio de una noche de febrero.

viernes, 19 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El hombre que sabía de nuestras cosas

Era un hombre culto. Escribía bien, pintaba bien, conversaba bien. Tenía un trato agradable y placentero. Compartía tertulia, bajo el sombrajo de la parra, en las tardes largas, plomizas de verano.

Aquel hombre vivía en Málaga. Venía de vacaciones a la Venta, a la Venta Tendilla, y se acercaba, algunas mañana, al pueblo a hacer los quehaceres propios de un hombre que pasa unos días de vacaciones de verano en el campo.

Aquel hombre regentó una escuela en Málaga y en Écija. No sé cuál fue el orden exacto. Tanto monta… Es decir, tenía la vocación – una de las vocaciones más hermosas – de abrir los ojos curiosos de los niños al mundo que lo rodeaba.

Yo no lo conocí. No sé si alguna vez lo vi de lejos o tuve alguna lejana memoria de verlo pasar por mi calle cuando iba a ver a don Juan Calderón o a echar el rato con otros maestros.

Supe de él porque comencé a leer lo que escribía en SUR y para uno que gusta de manchar papeles, eso de saber que en mi pueblo pasaba temporadas un hombre que escribía en el periódico levantaba una curiosidad insostenible en el muchacho ávido de saber.

José María, - José María Fernández Cívico, que es de quien se trata -  nos conocía muy bien. Retrató la sociedad campesina con la que compartía muchas horas y lo plasmó en  sus artículos.

Analizó su manera de hablar y  nos contó: “También dicen palabras que no encontramos así de golpe pero que resultan maravillosas cuando, nos topamos con la palabra-madre que la originó. Esto sucede con ‘acarreto’ ‘hundidero’ ‘cajorro’ o escuchar viejas palabra como alifa, el estallido de luz verde que ilumina nuestros campos en primavera, el alfa de los tallos que vestirán el árbol desnudo…”

Y nos habló de cuándo venía al pueblo y del paso  de “la alcantarilla sobre la acequia, luego bajo el puente del ferrocarril y mirar a hacia arriba, y se nos ofrece un paisaje maravilloso”.


Recopiló costumbres y palabras nuestras; fue una hormiguita de la antropología; al hormiguero aquello valorado por quien tiene la visión de quien vuela por otra coordenada. En su fuente hemos bebido muchos. Tenía una deuda de gratitud con él…

jueves, 18 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Antonio


Antonio es un hombre de estatura baja; delgado y enjuto; entreverado entre un místico y un asceta; podría ser un hombre escapado de una obra de Quevedo que viviese en un ciudad donde tocan las campanas al amanecer y con mucha raigambre histórica.

Antonio es un hombre propio de un pueblo de la Castilla adusta, estricta y religiosa. Podría haber sido el secretario ideal de Fray Hortensio de Paravicino, o del ‘Caballero de la mano en el pecho’, o del mismísimo cardenal Tavera. O sea, se habría hecho sitio en un cuadro de El Greco.

Antonio es un alarife de la palabra; la recuesta, la acaricia, la halaga. Usa la que es precisa y oportuna. ¿Otra? No; esa. Exactamente, esa.  Busca y rebusca hasta dar con la adecuada, la que encaja, la que viene bien y a pelo en la expresión para ese momento.

Antonio es un hombre primoroso. Gusta y se gusta de las cosas bien hechas. Pulcro y escrupuloso; meticuloso en sus cosas; ordenado. Es un estilista del lenguaje. Lo deja ver en sus libros, en sus artículos, en sus versos porque Antonio ha escrito un puñado de libros y se ha retratado en muchos versos.

Ha dedicado su vida a la docencia; pedagogo y didacta;  discente de la enciclopedia que encierra dentro.  Ha marcado el camino “enseñando a llevar palabras de la mano” a muchos hombres y mujeres en la niñez de ayer.

Experto en la Copla; seguidor empedernido de todas las grandes que dijeron, y mucho, en el arte: Juanita Reina, Marifé, Rocío…Cuando toma la palabra es un libro que se abre; es un torrente desbordado; es una cinta sinfín…

Como lo es en  la saeta y en el pregón; exalta la mantilla; conoce el mundo de los Verdiales…; fumador empedernido de habanos: fuma los puros partiéndolos por la mitad para autoengañarse y creer que fuma menos.


Sus compañeros del Guadalhorce le tributan un homenaje. Si alguien piensa que los homenajes se los dan a la gente cuando está cascada, disipen las dudas: Antonio Vergara – que no lo había dicho antes – está como una quinceña, pero en masculino. ¿No me creen? Cuando él tome la palabra y, ustedes  lo escuchen hablar esta noche en la clausura, ya me dirán, ya me dirán…

miércoles, 17 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Ángel

Hace unos días clausuraron la exposición. “Ángel Herrera y su tiempo”. Ha estado abierta en el obispado de Málaga. Un poco antes del cierre una mesa redonda glosó la figura del Cardenal. Pinceladas de un hombre importante; llegó a cardenal de la Iglesia Católica; llenó, con creces, su tiempo.

Don Ángel Cardenal Herrera Oria fue obispo de Málaga. Realizó una labor inconmensurable. Enfocó su pontificado en obras sociales: viviendas, escuelas rurales, difusión de la doctrina social de la Iglesia, sobre todo la labor de León XIII y la doctrina de San Pablo.

Don Ángel jurista, periodista, político y hombre de iglesia llegó a Málaga ya mayor. Contaba 61 años; regentó la diócesis casi veinte. Sus homilías retransmitidas a la 1 de la tarde por Radio Nacional de España, en directo, fueron algo, novedoso y valiente para su tiempo.

En Málaga toma conciencia de dónde llega. Una ciudad en blanco y negro. Mucha gente vestida de negro con una posguerra durísima de represión y miedo; en la Serranía de Ronda  hay partidas: “la gente de la sierra”. El pueblo llano pasa el quinario.

Don José María Ortega y don Antonio Ruiz Pérez atienden a las parroquias de Ubrique y Benamahoma. Podrían haber escrito mucho sobre el asunto. Nunca quisieron salvo de palabra y…

En el Bulto, junto al nácar blanco de espumas y las olas,  hay hambre física; en la calle López Pinto no entra ni la Policía…; en los bajos de la Alcazaba, en El Perchel y en la Trinidad, la tuberculosis hace estragos. Don Ángel propicia las viviendas sociales dignas. Aparecen La Virreina, La Palma, Palmilla, Carranque… En Málaga nace un nuevo concepto del urbanismo.

El campo no va a la zaga del mar. Analfabetismo, pobreza, explotación de menores… Crea las Escuelas Rurales; más de 250. La Axarquia, Los Lagares, la Garbía saben de la existencia de otro mundo, de una posible salida; en el mes agosto los seminaristas mayores entran en contacto con esa realidad.


‘El Debate’, Friburgo, la Acción Católica…; luego el Instituto Social León XIII; el Colegio Mayor Pio XI; el embrión del grupo Tácito tan influyente en la Transición española… Luces de un hombre muy importante en un ramillete de campos sobresalientes de la Historia de España. ¿Hoy? Casi un desconocido…

martes, 16 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arboles luminosos; sí, gracias.

Organillos y chulapas; mantones de Manila de seda y barquillos. Don Hilarión lo cantaba una noche calurosa de Madrid en su verbena de la Paloma. “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”; lo repetía el coro. “Es una barbaridad, es una barbaridad”. Don Hilarión ni soñaba lo que venía.
Lo leo en El País. Científicos trabajan para obtener ‘arboles luminosos’. ¿Es posible? Parece que sí. Lo fundamentan en unas encimas luciferinas. En los años ochenta del siglo pasado se inició el experimento. Todo lo que comienza es lento y con tropiezos.
Viene a pelo. Cuando circuló el primer tren en la campiña inglesa desde un pueblecito de las cercanías hasta Londres, los listos del momento no le auguran futuro. A caballo, se llegaba antes. ¡Pues mira que si les hacen caso…!
Sidarta Gautama se sentó bajo una higuera una noche de luna llena y prometió no levantarse hasta alcanzar el Nirvana. Salió refortalecido por la luz interior. Lo cuenta la mitología budista; siglo V antes de nuestra Era.
Antony Evans, fundador de Glowing Plants, quiere que esa luz tenga una dimensión física y que provenga de las plantas. En el 2010 investigadores de la Universidad Stony Brook, en Long Island,  modificaron genéticamente una planta de tabaco; ahora diseñan secuencias de ADN.
Nuestras ciudades - dentro de unos años ¿cuántos? -  No tendrán farolas; las noches se alumbrarán con árboles luminosos. No contaminarán; las ciudades estarán bellísimas y, más limpias. Solo tengo una duda ¿qué pasará con los pájaros?
Galileo se salvó de la hoguera por chiripa. La tierra gira sobre sí misma. Se llama movimiento de rotación. Se cargó de un plumazo eso que el sol  ‘sale’ y ‘se va’; Copérnico le dio la razón. Se imponía la teoría heliocéntrica. Las ciencias se abrían camino; la Ciencia -  hay quien no quiere enterarse - no se para.

Bill Gates en los años ochenta, dijo algo revolucionario para aquel tiempo. “No habrá  un hogar sin ordenador ni ninguna oficina sin informatizar”. ¿Era ciencia ficción?

lunes, 15 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Imprudencias

Las olas se estrellan contra la costa. Las olas son enormes. Soy de tierra adentro pero olas de nueve o diez metros no debe ser una cosa como para andarse de juegos. El temporal en el Cantábrico ha marcado muchas líneas.

El temporal, también, ha sido de agua y nieve. Los ríos salidos de madre; puentes sobrepasados; orillas, arrasadas. Las choperas de las riberas tienen el agua al cuello, o sea a una altura muy considerable.

No se ha quedado atrás la nieve. Carreteras y puertos cortados. Nieve con avaricia en las cunetas.  Quitanieves y Guardias Civiles - norma de la Casa - trabajan a destajo y sin reloj. Vehículos atravesados cortan el paso. No se puede transitar; está obstruida la calzada.

El viento ha arrancado ramas en los árboles. Algunos árboles de los parques están demasiado enfermos. Tienen los troncos y las ramas podridas; otros, son árboles enclencles; la madera blanda. No soportan los aires huracanados. No sé; algo pasa.

Y, en medio de todo, los titulares de los periódicos. Alarman: siembran zozobra. Vienen a decir lo mismo. Rescates – ya se sabe, de antemano, cuál es el resultado – de pescadores; se los ha llevado la mar. Los hombres que, honradamente, se tienen que ganar la vida  arriesgan demasiado. ¡Qué dura es la mar!

Pero, ¿y, los que se van a pescar desde las rocas? Y, ¿los que se acercan en demasía porque hay que sacar unas fotos? ¿Para qué leches quieren las fotos? Los profesionales con  teleobjetivos se las dan mejores.

Desatienden los consejos. Lo dicen hasta por perifrástica que se retiren de los paseos marítimos y de los lugares donde no suele llegar el mar y que, con los temporales, llega. A los hechos me remito. He visto imbéciles – y perdón por la palabra – en el mismísimo rebalaje toreando olas. Luego, las lamentaciones.


He dejado para el párrafo final lo del niño arrebatado de los brazos del abuelo por un golpe de mar, en Navia. Ha sido la desesperación. Ha sido una tragedia. ¡Dios mío, Dios mío!

domingo, 14 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los ríos

El temporal, eso que viene cada año y que dicen que supera al anterior, la ha liado. En Castilla – tierra recia donde en otros tiempos las mujeres parían hijos para la guerra, ¡manda bemoles! – un montón de ríos van salidos de madre. Otros, a punto.

Castilla sufre un temporal de agua y nieve. Castilla siempre es extrema aunque esté en el centro del mapa. O se achicharra, o tirita. Siempre habrá un pedrisco de primavera que se llevará los trigos, me dijo un hombre, en Tierra de Campos, una mañana de Semana Santa…

Las olas del norte ya han vuelto. Soplan con fuerza los aires en el Cantábrico. Galicia, Asturias… Cuando yo era niño en “el Parte” decían que había una galerna;  azotaba las costas. Ahora le dan otro nombre. Son nombres raros. Todo el mundo sabe, lo llamen como quieran, que eso es un temporal.

He echado un vistazo al mapa. Me tengo que situar. Los ríos conocidos sabemos de dónde vienen y a dónde van: el Duero, el Pisuerga, el Ucero, el Arlanza y el Arlanzón,  el Valderaduye, el Órbigo…, 

Pero a ver, a ver ¿por dónde corren el Omaña, el Pedroso, el Tuerto, el Castrón…? ¿Qué no lo saben?; ¿de verdad, que no lo saben?; yo, tampoco.

El periódico habla de hasta trece ríos dispuestos a liarla. Ahora la amenaza viene por nevadas. Dejarán un manto blanco sobre los tejados, sobre los campos, sobre las carreteras. Pueblos aislados; el de la furgoneta del pan que no llega…

Somos ligeros de memoria. Se nos olvidan muchas cosas; algunas, con una rapidez que asusta. Estamos en el ecuador de febrero; es invierno. Ha tardado en venir. Pero todo llega;  ya está aquí.

El temporal - otro ‘temporal’- se lleva a Esperanza Aguirre, pero solo un poquito. Como las persianas que el viento arranca de  las ventanas y las deja un poquito más allá, solo un poquito… ¡Qué trabajito les va a costar, Santo Dios!


 “Una tarde parda y fría / de invierno.” Don Antonio estaba en su Instituto de Soria. Don Antonio nos lo contó en sus versos. Ahora por El Collado hará frío, mucho frío; en el Espino reposa Leonor. Entorno los ojos y pienso; luego, leo: “trece ríos superan el límite…”

sábado, 13 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Albayzin Chiquito

Dicen que el Albayzín se hartó de vivir en Granada. Dicen, que como la Alhambra y él se hablaban de tú, desde hacía tanto tiempo,  un día cualquiera, como esos niños traviesos que se llenan la cabeza de aventuras, no se lo pensó dos veces, hizo un petatillo y con lo puesto… se vino a vivir a Álora.

Buscó sitio. Recorrió el pueblo. Se las anduvo por La Chozuelas, chorreo de cal blanca, como estrellas deshilachadas de una Vía Láctea al alcance de la mano. Siguió camino; bajó al Palomar, como una paloma blanca, - ¿como la que cantaba Antonio Molina? Sí, como esa - desde la calle del Viento a…

Luego se fue al Cerrillo de Poco Pan; recorrió el Bajondillo, - suspiros hondos que buscan el cielo azul -, y subió por la calle Negrillos y miró cómo ahora la cruz en El Hacho reluce más pulcra desde que, hace unos días, ‘los perotes por la perosia’ decidieron darle una manita de pintura.

Cruzó la Plaza. Miró al Barranco y se dijo: aquí me quedo. Callejeó. Subió por la calle Ancha  - estrecha en la noche de Jueves Santo cuando baja el Barranquero -  y miró al río y a la vega y recordó los versos de Federico: “por el agua  de Granada solo reman los suspiros”…

Y vio cómo una tarde de primavera la calle reverbera de cal y de luz; pone colgaduras moradas en los balcones y flores. Claveles y geranios rojos y flores amarillas; muchas flores.  Y vio a una mujer morena que iba sola. Era una mujer de mantilla, medio tacón y vestido negro. Hasta la sombra del farol se asomó para verla…

 Y se acordó de otra mujer. La cantó un poeta, un hombre que fue pobre, como muchos hombres del  barrio. Escribió: “una mujer morena, resuelta en luna / se derrama hilo a hilo, sobre la cuna”. El hombre se llamaba Miguel.


Y,  entonces, fue cuando se dijo, desde hoy, tendré dos casas: una en Granada, entre el Darro y las estrellas; otra, en Álora… La verdad, que no fue así, pero ¿a que pudo serlo?

viernes, 12 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gallos

Están ahí. Algunos han venido – los han traído – desde muy lejos. Participan en un concurso anual. Sus criadores compiten por un premio. Ellos no lo saben. Pertenecen a la raza de “gallinas sureñas”. Tienen sobre sus espolones la sabiduría de los años.

Gallinas del campo; campeo a su antojo. Buscaban bichillos, “porque, ¿sabe usted? las gallinas tienen dos denuncias: por el pico y por las patas”. El hombre que me informa tiene arrugas, como surcos hondos,  en la cara y un montón de soles a sus espaldas. Disfruta. Se ha encontrado con el tiempo de cuándo él era joven.

Han congregado – es la IX Muestra – a los mejores ejemplares de la Comunidad.  Están en jaulones. Porfían: crestas derechas, enrojecidas; espolones crecidos; tienen las barbas granates. ¿El plumaje?, precioso y limpio: franciscanos, negros, blancos, moruchos, platas…

La gallina del campo era un auxilio en la economía doméstica: por el huevo y por el pollito tomatero o de los otros, si había algo que celebrar. “Hoy tenemos, arroz y gallos muertos”.

El gallo cantaba al amanecer. Anunciaba el despertar de la aurora. La exposición está cerca de mi casa; los escucho en la lejanía. Entre ellos hay un pulso para demostrar quién puede más.

A Miguel Hernández se le antojó “como pura nata de galantería” y Gloria Fuertes – tan olvidada hoy – nos vino a decir: “Kikirikí, / levántate campesino, / que ya está el sol, / de camino”. Fernández Flórez  vio en “sus plumas el iris”; y, Jose María Hidalgo, la añoranza: “era imposible que en medio de la gran ciudad cantasen los gallos”.

Los animales de la exposición tendrán  un estrés grande. Traslado; jaulones, mucha gente que pasa, mira, comenta, señala. Estos gallos han cambiado la libertad de un caballete blanco de cal por un local cerrado. Unos señores que saben mucho ponen una etiqueta en su jaula y dicen cuántos puntos han conseguido.


Luego volverán otra vez a sus corrales. El salón que los acoge cerrará las puertas. Un amanecer cualquiera el canto lejano, de algún gallo, que no tuvo caché para ser expuesto se subirá al caballo encabritado del viento. Va a llevar, en el silencio del perdedor,  su canto por el campo y… 

jueves, 11 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paquillo, "el Coco"

Han pasado los años y, todavía, no ha llegado a Paco; se ha quedado en Paquillo. Paquillo, ‘el Coco’ es una persona entrañable. Paquillo, ‘el Coco’, o sea Francisco Bravo Acedo es una persona servicial, solitario y solidario. Siempre está cuando se le busca.

Vive frente a la iglesia. Es decir, echó los dientes de monaguillo. Tuvo la mejor escuela de pillería que puede tener un niño. Su madre, Frasquita, siempre tenía ‘candela’ o lo que es lo mismo unas ascuas para el incensario que servía en los oficios religiosos.

-Frasquita, que me ha dicho Vicente que venga por candela…

Y Frasquita, paciente, siempre tenía las ascuas precisas para el niño que había mandado el sacristán y que luego, con el incienso, aquello a modo de humo sagrado llegaba hasta el mismo viril de la custodia del altar y subía y subía e impregnaba el templo con el olor tan propio que tenían los templos de antes.

De grande  - en edad, porque en cuerpo se quedó, como las grandes esencias, en un envase chiquito - se pegó a la obra. Albañil de profesión. Inconfundible por su voz ronca y potente. Es un torrente impulsivo. Paco es un barítono fuera de serie en esa gran orquesta que se forma con la amistad.

Paco es un lazarillo de la Virgen de Flores. Cuando cae la tarde y las palomas despiden los últimos rayos del sol desde los alféizares de las ventanas del convento es muy normal encontrarse con Paco en la penumbra  del templo…

Si un colectivo de manos aúpan la peana de la Virgen para colocarla en el camarín, allí están las suyas. Si hay que trepar en las alturas a la hora de colocar los doseles de la novena, ahí está Paco, si hay alguien pegado en las sombras del trono de la Virgen, sin protagonismo, sin demandar nada de nadie…, allí está Paco.


Paco, Paquillo, ‘el Coco’ es un fumador empedernido. Su casa tiene un número emblemático… ¿Será por eso? Paco es un hombre “en el buen sentido de la palabra – y cito a don Antonio Machado –, bueno”.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Miércoles de Ceniza

¿Ha escampado ya? Dicen que fue lo primero que preguntó Noé cuando lo del chaparrón aquel grande que duró algo así como cuarenta días  - y sus noche, oigan, y sus noches – que a cualquier cosa se le llama llover.

La misma pregunta la hacen algunos de un cierto partido político. Los corruptos – perdón, presuntos - se las andan camino de los juzgados. El caminito va a dejar de criar yerba, seguro; la respuesta la tienen un poco difícil.

Ha amanecido entoldado. Cielo gris; cubierto. Nubes de agua. Luego ni chaparrón, ni paloma con ramito de olivo, ni nada que se le parezca. Solo un rocío para aplacar el polvo de las calles. No dio para más.

Decían los viejos - ¡mira qué saben los viejos cosas! – que si llueve el Miércoles de  Ceniza, la Semana Santa es de agua. Y con el año que llevamos, manda bemoles, que encima los tronos no puedan salir a la calle por cuatro gotas de nada… Manda Otro.

Entra un tiempo de torrijas, pestiños, arroz con leche, natillas de huevo y gachas fritas; bacalao y potajes. Mucho garbanzo, acelgas y espinacas. Anoche, una amiga me hablaba de las ‘poleás’. No tenía ni idea ni de su existencia ni de su composición. Me dijo: leche, matalúva, canela, picatostes y azúcar… ¿Verdad que es para pedir que no escampe?

Ya huele a incienso en la penumbra de los templos. Abrillantan la alpaca plateada. Abren arcones y baúles; desempolvan – “memento homine quia pulvis eris et in pulveris reverteris”, ese, no; el otro – los mantos que huelen a bolillas de alcanfor y a tiempo dormido.


Esta mañana el cielo estaba gris. Amenazó; amagó lluvia, y como es normal por uso y costumbre, aire revuelto y las nubes se fueron en busca de otros cielos. Al fondo, la sierra de Mijas; en medio, la policromía de la mañana; a la izquierda, el Barracanco, o sea, el ‘Albaicín de Álora’ que como el arpa de Bécquer espera la mano que le arranque la música que dormita en sus cuerdas…