30 de abril, domingo. Cuentan
como chascarrillo que un ministro del franquismo cuestionó públicamente para
qué servía el latín. Alguien, culto, que se las andaba por allí, le replicó. La
verdad que no sirve para mucho salvo algunas salvedades como por ejemplo para
que, a usted, señor ministro, se le llame egabrense – el ministro era de Cabra,
Córdoba – y no esa otra cosa que podemos estar pensando.
Hace unos meses me las andaba
por Cataluña. Yo iba siguiendo los pasos de Josep Pla, el que se preguntó ante
el alumbrado de ese villorrio grande, un poquito grande, es la verdad, y que se
llama Nueva York, que aquello quien lo pagaba. Les decía, que anduve por Llofriu
y por Palafrugell y por aquella tierra que Pla tan bien nos contó.
Anduve por ciudades medievales,
preciosas, llenas de historia, de encanto, de paisajes míticos y de otras cosas
que ahora están de moda y que empañan la belleza. Ya se sabe que los diamantes
se hicieron con un fin determinado, pero ¿qué se le va a hacer?
Son ciudades, - mejor
llamarlos, pueblos - donde se paró el tiempo porque a lo mejor el reloj allí
tiene otro uso. En un deambular por calles desiertas donde se escuchaban los
pasos al andar, las campanas de la iglesia y algún que otro pájaro que
aguardaba la llegada de la noche en la rama de un árbol y me tropecé con un
mosaico adherido a la piedra.
El mosaico tenía pinta de
viejo, de haber soportado noches de lluvia y algunos soles, de haber aguantado
desde aquella pared muchas tramontanas cuando el viento baja desde el valle del
Ródano furioso y encabritado y barre el Ampurdán (sé y sé hacerlo, escribirlo
en catalán, pero como cuando descubrí a Pla, en su Viaje a Pie y yo era
un chaval lo encontré que escribía así, pues así lo hago) “Probincia de Ge/ rona / Villa de Pera /Tallada/
Partido / de la Bisbal” (La ortografía
cambia. Fíjense lo que se ha formado con ‘solo’).
Uno ha visto letreros de muchas
leches. En la Transición alguien sobre una pared blanca estaba escrito con
letras de tinte rojo: “Con Franco vivíamos mejor” y otro, había apostillado con
letras de otro color y grafía: “algunos”.
Quizá hay quien se empeña en
‘echar’ el español, esa lengua que viene de Roma y que hablamos un montón de
gente en todo el mundo. Desde luego con esta ortografía no van a tener difícil
conseguir el objetivo. A lo mejor, la cultura sirve para algo.
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