20 de abril, jueves. Escribió don Antonio Machado un poema que hablaba de un marinero. Decía don Antonio que el marinero sembró un jardín junto al mar, y que un día -no nos dice a qué hora, se puso en camino – el marinero se fue por esos mundos de Dios. Tampoco dice don Antonio si en el jardín había rosas y de qué color eran aquellas rosas…
En otro poema, recurre a José María de Palacios, amigo, ‘buen amigo’, además de familia y le pide que con los primeros lirios y las primeras rosas suba… Ya se sabe, al Espino, al alto Espino donde está su tierra… Don Antonio tenía roto el corazón por dentro y el cuerpo por fuera. Y recurrió a las rosas.
Víctor Manuel también echó mano de las rosas. Mandó un mensaje: “Vente conmigo al huerto / que están las rosas / queriendo ver la promesa / que has roto para volver / y así creer lo que les conté…” (Les contamos tantas cosas a las rosas…) Luego dijo aquello de: “sabes que te quiero como a nada el mundo” y todas esas cosas bellas, bellísimas que este hombre escribió en aquella canción.
Massimo Ranieri hablaba de rosas rojas y hablaba de amor y de equivocaciones y…. decía: “y tú sabes muy bien lo que quiero de ti…”
Fue más directo y poético, como eran
sus canciones, aquel argentino que cantó la añoranza del abuelo que no podía
volver a la tierra que lo vio partir, como a tantos otros, un día donde había
que buscar el pan lejos.
Él, Alberto Cortez, daba una receta que andaría los caminos, todos los caminos y salvaría todos los obstáculos. Y así supimos que “Te llegará una rosa cada día / que medie entre los dos una distancia / y será tu silente compañía / cuando a solas te duela la distancia”…. Hablan las rosas. Siempre hablan las rosas. Un amigo mío dice -yo también – que todas las rosas son bellas. Todas. Absolutamente, todas….
Alberto Cortez quería cambiar las
rosas por estrellas. No hace falta. La rosa ajada tiene en sí – como la tiene
la mujer – la belleza que tuvo en su lozanía y conserva ese encanto, único,
especial, del final de la tarde, ese punto
que las hace diferentes e infinitamente bellas… (Ah, y si soy
políticamente incorrecto como se dice ahora por ahí, quiero mantenerme
recalcitrante en mi pecado). Por cierto, si la rosa es roja, entonces ahí se
para el sol…
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