jueves, 20 de abril de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rosas

 

                                    


20 de abril, jueves. Escribió don Antonio Machado un poema que hablaba de un marinero. Decía don Antonio que el marinero sembró un jardín junto al mar, y que un día -no nos dice a qué hora, se puso en camino – el marinero se fue por esos mundos de Dios. Tampoco dice don Antonio si en el jardín había rosas y de qué color eran aquellas rosas…

En otro poema, recurre a José María de Palacios, amigo, ‘buen amigo’, además de familia y le pide que con los primeros lirios y las primeras rosas suba… Ya se sabe, al Espino, al alto Espino donde está su tierra… Don Antonio tenía roto el corazón por dentro y el cuerpo por fuera. Y recurrió a las rosas.

Víctor Manuel también echó mano de las rosas. Mandó un mensaje: “Vente conmigo al huerto / que están las rosas / queriendo ver  la promesa / que has roto para volver / y así creer lo que les conté…” (Les contamos tantas cosas a las rosas…) Luego dijo aquello de: “sabes que te quiero como a nada el mundo” y todas esas cosas bellas, bellísimas que este hombre escribió en aquella canción.

Massimo Ranieri hablaba de rosas rojas y hablaba de amor y de equivocaciones y…. decía: “y tú sabes muy bien lo que quiero de ti…”

Fue más directo y poético, como eran sus canciones, aquel argentino que cantó la añoranza del abuelo que no podía volver a la tierra que lo vio partir, como a tantos otros, un día donde había que buscar el pan lejos.  

Él, Alberto Cortez, daba una receta que andaría los caminos, todos los caminos y salvaría todos los obstáculos.  Y así supimos que “Te llegará una rosa cada día / que medie entre los dos una distancia / y será tu silente compañía / cuando a solas te duela la distancia”…. Hablan las rosas. Siempre hablan las rosas. Un amigo mío dice -yo también – que todas las rosas son bellas. Todas. Absolutamente, todas….

Alberto Cortez quería cambiar las rosas por estrellas. No hace falta. La rosa ajada tiene en sí – como la tiene la mujer – la belleza que tuvo en su lozanía y conserva ese encanto, único, especial, del final de la tarde, ese punto  que las hace diferentes e infinitamente bellas… (Ah, y si soy políticamente incorrecto como se dice ahora por ahí, quiero mantenerme recalcitrante en mi pecado). Por cierto, si la rosa es roja, entonces ahí se para el sol…


 

 

 

 

 

 

 

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