lunes, 3 de abril de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El bosque

 

                                     


3 de abril, lunes. El bosque era profundo, enigmático, misterioso… Del bosque emergía una niebla gris y opaca que en el cielo se convertía en cirros deshilachados, lejanos. Como un tul olvidado…

Era un lugar tenebroso y donde solo crecían las plantas desconocidas, sin nombre pero que no estaban en ningún otro lugar que no fuese allí.

El bosque era el sitio para soñar despierto, escudriñarlo, adentrarse en su profundidad y pensar qué podría encerrar en su interior porque se mostraba a quien él solo quería hacerlo, pero no era así porque ese bosque solo aparecía cuando el sueño era más profundo

En el bosque no entraba nunca, nunca el sol. Era impenetrable.  Algunas veces, las noches de luna llena un reflejo parecía que se enredaba entre las ramas de sus árboles, que se rastreaba por el suelo, se enredaban entre ellas  o subían entre lianas y enredaderas y dejaba que el misterio se adueñase del espacio. Todo cambiaba y era tan especial que hasta el color era diferente.

En el bosque revoloteaban mariposas de colores: blancas, azules, celestes, violetas, (nunca había mariposas rojas). Eran mariposas con puntos en sus alas y las hacían especiales con sus vuelos dispares que solo iban donde ellas querían. Eran mariposas tan fugaces como esos destellos que, en ocasiones, uno cree ver, pero luego nunca logra atraparlos.

El bosque tenía en sus veras unos labios herméticos, cerrados. Solo los abría cuando y a quien él quería. Entonces la fortuna transitaba por caminos de ilusión. Todo era diferente y si se entornaban los ojos, entonces, precisamente entonces, era cuando el bosque mostraba todo su encanto, su hechizo y su misterio.

Era un bosque como no eran otros bosques. Era un bosque que había crecido a orillas de un río que venía de lejos, de muy lejos y bajaba lento hacia una mar tan grande que abrazaba continentes y donde los barcos parecían motitas de polvo perdidas en la inmensidad.

Y en ese momento comenzó a sonar una música dulce, suave, con repiqueteo de tambores. Era una música envolvente, una música llena de encanto.  La radio de la mañana ponía como sintonía de fondo Caridad del Guadalquivir y me despertó del sueño en una mañana que abría a la Semana Santa de una primavera nueva...


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