3 de abril, lunes. El
bosque era profundo, enigmático, misterioso… Del bosque emergía una niebla gris
y opaca que en el cielo se convertía en cirros deshilachados, lejanos. Como un
tul olvidado…
Era un lugar tenebroso y donde
solo crecían las plantas desconocidas, sin nombre pero que no estaban en ningún
otro lugar que no fuese allí.
El bosque era el sitio para
soñar despierto, escudriñarlo, adentrarse en su profundidad y pensar qué podría
encerrar en su interior porque se mostraba a quien él solo quería hacerlo, pero
no era así porque ese bosque solo aparecía cuando el sueño era más profundo
En el bosque no entraba nunca,
nunca el sol. Era impenetrable. Algunas
veces, las noches de luna llena un reflejo parecía que se enredaba entre las
ramas de sus árboles, que se rastreaba por el suelo, se enredaban entre ellas o subían entre lianas y
enredaderas y dejaba que el misterio se adueñase del espacio. Todo cambiaba y
era tan especial que hasta el color era diferente.
En el bosque revoloteaban
mariposas de colores: blancas, azules, celestes, violetas, (nunca había
mariposas rojas). Eran mariposas con puntos en sus alas y las hacían especiales
con sus vuelos dispares que solo iban donde ellas querían. Eran mariposas tan
fugaces como esos destellos que, en ocasiones, uno cree ver, pero luego nunca
logra atraparlos.
El bosque tenía en sus veras unos
labios herméticos, cerrados. Solo los abría cuando y a quien él quería.
Entonces la fortuna transitaba por caminos de ilusión. Todo era diferente y si
se entornaban los ojos, entonces, precisamente entonces, era cuando el bosque
mostraba todo su encanto, su hechizo y su misterio.
Era un bosque como no eran
otros bosques. Era un bosque que había crecido a orillas de un río que venía de
lejos, de muy lejos y bajaba lento hacia una mar tan grande que abrazaba
continentes y donde los barcos parecían motitas de polvo perdidas en la
inmensidad.
Y en ese momento comenzó a
sonar una música dulce, suave, con repiqueteo de tambores. Era una música
envolvente, una música llena de encanto.
La radio de la mañana ponía como sintonía de fondo Caridad del
Guadalquivir y me despertó del sueño en una mañana que abría a la Semana
Santa de una primavera nueva...
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