viernes, 28 de abril de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Bodegón

 

                                      


                                                   Bodegón. Antonia María Ortega Acedo


28 de abril, viernes. Era un cantarillo de barro que nunca fue a la fuente. Era un cantarillo que nació de las manos del alfarero para adornar aquel rincón de la casa, aquella esquina en la se empotraba un macetero posiblemente salido de la ebanistería de Paco Casermeiro sin que él nunca lo supiese…

Era un cantarillo que debió tener debajo entre la madera y él un pañito de croché, o sea de primor, hecho por las manos que algún día arrugadas ya no cogerán más ni el hilo ni la aguja ni harán esas pequeñas obras de arte, alelíes de nácar, que nunca se valoran los suficiente, hilvanado en esas tardes largas en las que no pasa nada, y solo pasa el tiempo.

En el otro extremo, otro cantarillo. Su vidriado, menos llamativo. Salió quizá del mismo alfarero, pero decidió darle otro cocido. A lo mejor en su día contuvo ese líquido blanco que llamamos leche…  Los dos salidos de la mano del hombre que tomó el oficio más sublime, o sea el del mismo Dios que de barro sacó la obra más excelsa de la creación: el hombre. (Algunos se empeñan en llevarle la contraria, pero no lo consiguen).

A la izquierda, un vaso, un vaso de cristal limpio, transparente, casi traslúcido. A lo mejor ese vaso se llenó de agua para aplacar al sediento. Decía don Antonio Machado que sabemos para qué sirve el agua, pero no sabemos para qué sirve la sed.

Pudo también cumplir su oficio nocturno, cuando en la madrugada, el niño agobiado por la pesadilla, rompe el sueño de la madre y ella medio dormida lo acerca a los labios que sienten el consuelo de su frescor. A lo mejor también ayudó a la pastilla en las horas altas de la noche cuando los búhos se toman un descanso y aprieta el dolor… Quizá, quizá…

Un plato de cerámica, imita a la de Fajalauza o a la de la Rambla. La mano de la artista, Antonia María Ortega Acedo, le da toques de ingenuidad, de belleza, de sencillez que imitan una flor… ¿O es acaso el alma del plato, en este caso del bodegón que se asoma porque su autora lo ha querido para remate de los bordes? Aire de movilidad en los pliegues del paño impoluto, limpio, blanco.

Desconocía la faceta artística de esta mujer. Me sorprendió desde el primer día. Antonia María, regala el arte que atesora dentro…

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