30 de diciembre, viernes. Acaba
de presentar su última obra – por ahora – Salvador Pendón. La ha titulado Que
asoma por el Oriente... La fiesta de Verdiales. Memorias y reflexiones.
Podemos coincidir en que el título puede parecer largo, pero cuando se bebe
unos sus páginas, entonces aflora un pensamiento: se ha quedado corto.
Ha escrito Salvador algo más
que un libro, algo menos que unas memorias, algo así como un deshoje de las hojas
del árbol de la vida que este hombre ha vivido, ahora ya en la madurez, desde
niño, hasta el punto de que como que sin cortar el hilo de Ariadna porque los
Verdiales sí tienen salida, no se llega nunca a desmadejar el tejido de
Penélope.
De entronques griegos (nos
podemos remontar al Ática de los siglos IV y V a. de C.) perdernos entre si
árabes y andaluces o si el flamenco y los Verdiales, con mucho de saturnales
paganas que han sobrevivido al paso del tiempo. Da igual. El hilo conductor es
el cante y el baile que el hombre necesita en su expresión.
El lector cuando abre el libro
puede tener la sensación de que está hojeando y ojeando que las dos cosas van
de la mano la sabiduría popular que se expresa, como descanso del trabajo,
porque en el campo ‘se trabaja y mucho’ que el hombre precisa para dar salida a
su expresión espiritual más sublime: “De
las fuentes cristalinas / salen los arroyos caudalosos,/ pa dos que mucho se
quieren / caminos largos era cortos”.
Tiene el autor un recuerdo para
verdialeros que han tenido mando en plaza: Pepe Mayo, Paco Luca, Paco de
Maroto, Pepe, Pepito, Molina
Gámez – “según mi punto de vista, en palabras del autor del libro, uno de los
más importantes fiesteros de la historia
conocida de los verdiales” – Rafael Torre, Lorenzo de los Lentiscares... Por
cierto, Pepito se autodefine como ‘violinero’...
Por aquello del Pisuerga que ‘pasa
por Valladolid’, me quedo con tres personas -también, personajes – perotes de
pro y para mí entrañables: Juan Martín, el Capitán; Juan Veneno, y Pepe Rosas,
el folclorista más grande que ha dado la historia de Álora. A su gracia innata
unía el baile (Pepe no cantaba), y una memoria prodigiosa. “Memoria colectiva
de un pueblo”, lo definió el Catedrático de Antropología Social de la Universidad
de Sevilla, Salvador Rodríguez Becerra.
No se pierdan la obra. Es un
deleite. Si nos vemos, ya me dirán...
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