Espadaña de la iglesia de la Vera Cruz. Álora (Málaga)
2 de diciembre, viernes. La
UNESCO acaba de reconocer en una sesión celebrada en Rabat el toque de campanas
en España como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Más de ocho mil
municipios en nuestro País aún tañen sus campanas. En otros países de Europa
esa tradición ya está casi perdida.
Tradicionalmente, el toque de
campanas era un lenguaje conocido por los vecinos. Cada toque difundía un
mensaje: a muerto, a gloria, a oficio divino, a tragedia – la mayoría de las
veces, a fuego, - en incluso en la España vacía, en ocasiones, anunciaban la
llegada del vendedor ambulante de frutas, verduras o artículos de primer orden.
Al oficio sagrado (misas,
rosarios, triduos, quinarios, septenarios o novenas) se llamaba con tres
toques, o sea un tañido lento, y después de una pausa, el badajo golpeaba en la
campana una, dos o tres veces. Entonces, el pueblo sabía de la proximidad del
acto. Los toques se espaciaban cada cuarto de hora.
Al rezo del Angelus – la
oración del medio día – era la señal para los obreros del campo de que había
llegado la hora el almuerzo (en algunos lugares, el almuerzo lo realizaban a
media mañana). Es proverbial el texto de Baroja cuando los pescadores, en la
mar, al escuchar el tañido de las campanas paran la faena y rezan el Angelus.
El de la tarde significaba – se trabajaba de sol a sol – el final de la
jornada.
Al toque entierro se le conocía
por el doblar lento, parsimonioso y alternado dos tañidos de campana grave, con
otro de campana agudo… Si alguien moría, se le comunicaba al vecindario con
siete o cinco campanadas secas, en información de si era hombre o mujer.
A gloria se tocaba con un
repique alegre. Era la comunicación propia de las fiestas Resurrección, del
Corpus Christi, la Ascensión, la Asunción de María, la festividad de la patrona
o la salida de alguna procesión a la calle.
Hemingway las usó para dar
título a una de sus novelas: Por quién doblan las campanas; Jorge
Sepúlveda cantaba a las Campanitas de la Aldea. Y Rosalía de
Castro en unos versos bellísimos: “Campana de mi lugar / tú me quieres bien
de veras / cantaste cuando nací / llorarás cuando me mueras”.
El mal entendido progreso ha
elevado protestas y alegan que el ruido (evitan la palabra tañido) de las
campanas es una contaminación acústica que molesta en los días de descanso… Ya
se sabe: de todo hay en la viña…
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