17 de diciembre, sábado. Casi con
las primeras luces del alba – aún el sol no había apuntado por el Cerro del Espartal
– el perote bajó por el Tajo de la Quera,a la estación para coger el segundo
tren de la mañana. El primero, el de las Seis, hacía ya un rato que se había
ido.
Cuando llegó a la estación,
sacó el billete. Luego, se acercó a la cantina y le preguntó a Diego que estaba
detrás del mostrador.
-
¿El “Mixto”…?
-
A su hora,
contestó, Diego sin más explicaciones.
Al poco tiempo un repique prolongado
de la campanilla que concluyó con dos golpes: tan, tan…
-
De arriba, dijo
alguien que conocía por el tañido de la campana la procedencia del tren.
El Mixto era una composición
que venía de Antequera y Ronda y que se formaba, unida, en Bobadilla. Entró por
los sifones de Zumaquero majestuoso con un chirrido metálico que anunciaba que
el tren venía frenando. Al llegar a la estación, se detuvo. Una nube de vapor
salió de los bajos de la máquina. La gente se vio envuelta y parecían fantasmas
que emergían de la niebla.
Los vagones eran de maderas –
los asientos, también – se ascendía por jardineras situadas en los extremos. En
un lateral tres III informaba que aquel vagón era de tercera categoría como si el
Mixto tuviese otras. Al poco tiempo un silbido largo de la máquina anunció que
continuaba la marcha, y se perdió por el túnel.
Cuando llegaron a Málaga había
bullicio en la estación. El perote, cruzó la calle y en se adentró en el
quiosco de Gregorio.
-
¿Qué va a ser? Preguntó
un camarero.
-
Un ‘machaco’ y un mitad doble, con dos
ruedas de tejeringos…
El perote subió por calle
Cuarteles, anduvo por las ferreterías de ‘El Martillo’, y luego por la de Temboury,
en la esquina de Liborio García … Necesita unas puntillas de un largo especial –
en el pueblo no las había – para terminar una corraleta que estaba haciendo…
Al mediodía, se tomó unas gambitas
con mucha sal, en Calle Comisario, y después almorzó, en Casa Matías, unos “serafines”
- maimones enmascarados, pensó – y una fritura
malagueña…
Después, se sentó en la puerta
de la Cosmopolita y en una servilleta escribió bien visible: ni compro lotería
ni me limpio los zapatos. A media tarde se dio un volteo, y se fue hacia la
estación. En Casa Catalina compró unos cartuchos de pescado frito para los niños…
Pepe, eres un fenómeno. Tu hoja suelta del cuaderno de bitácora es un maravilla.
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