viernes, 4 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Decisiones

 

 

 

                                     


 

Llueve. Suelo embarrado, charcos. La gente se va. Caravana ininterrumpida de carros, mulas; otros, a pie. Abandonan. Todo es gris en medio de una neblina también gris. “Hay dos clases de gente: los que van a alguna parte y los que no van a ninguna”.  Le dice Ben a su amigo que le ha preguntado si se va. Es el inicio de La leyenda de la ciudad sin nombre…

Dentro de unos días, el planeta Tierra por eso de las distancias o cercanías al Sol celebra el solsticio de invierno. Cada día, habrá más de luz y un poco menos de oscuridad. Imperceptible al comienzo, después, más notable. Ha nacido la luz.

El mundo cristiano celebra la Navidad. Dicen que por esa fechas – históricamente no se sabe con certeza – nació en un lugar casi perdido, llamado Belén, Jesús, al que curiosamente se le conocerá como Jesús de Nazaret. Enmanuel. “Dios con nosotros”. Su doctrina será una auténtica revolución.

Las personas no creyentes asisten al final del año. Música, luces, oropel, mucho oropel. La felicidad por decreto. Gastar, comer más, beber sin aforo, calle, salidas, cambiamos la decoración, vestimos de otra manera…

Pinceladas exteriores. Las campanadas de un reloj - ¡qué curioso, una hora menos en Canarias, se ve que la cosa va por barrios – uvas que casi se  atragantan al comerlas con tanta rapidez… Contrasentidos. Derroche, gasto incontrolado, necesidad creada… La felicidad, fuera de nosotros.

El virus no sabe, ni entiende, ni le importa lo que le ocurre a esos seres liliputienses que hasta hace un puñado de días creían que dominaban el mundo. Ahora, cantidad  de personas que viven en  ciudades con nombre en el mapa están hechas un lío. ¿Qué van a hacer? ¿Qué vamos a hacer? Han dejado la decisión, o sea la patata hirviendo, en nuestras manos.

 Hay otros también que derrotados por las circunstancias, a los que la pandemia ha hundido en el dolor de la pérdida irreparable, o en la ruina económica forman esa multitud anónima de gente que “no va a ninguna parte”.

Hace mucho frío en la montaña palentina y en las Tierras Altas de Soria. Nieva en Piedrafita, en Pájares y en los Páramos de Castilla… Tarde lluviosa de otoño en mi pueblo. A veces, arrecia el viento. Escribo, le doy vueltas a la cabeza. Demasiadas leyendas de ciudades sin nombre.

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