martes, 1 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Miguel de Mañara

 

 

                                     


“Ni un seductor Mañara…” se decía de sí mismo don Antonio Machado en Campos de Castilla. ¿Fue Miguel de Mañara un seductor? ¿Un pecador arrepentido? ¿Quién fue realmente este hombre que vivió en pleno siglo XVII – de 1627 a 1679 – en una Sevilla con los dos platillos de la balanza llenos. En uno la opulencia, el dispendio y el derroche del dinero que venía de América; en el otro, la pobreza, la miseria y la enfermedad.

Es el siglo XVII. Es la Sevilla de Velázquez – que ya se había ido a la Corte – de Martínez Montañés, de Murillo, de Juan de Mesa, de Alonso Cano, de Valdés Leal. Es la Sevilla de conventos y tapias, donde un personaje como Don Juan Tenorio no tiene frenos. Dicen Merimé y Lord Bayron y la leyenda, que Miguel de Mañara era quien de verdad encarnaba al Tenorio y en él se inspiró Zorrilla para escribir su obra.

Su padre, de origen italiano, corso, pasó por América y en Sevilla hizo un buen casamiento. Se hizo de fortuna y prestigio. Miguel es el penúltimo hijo, de diez. Nace en la Judería, lo bautizan en San Bartolomé y con diez años es investido Caballero de la Orden de Calatrava. La muerte prematura de su padre, las sucesivas de sus hermanos y de su madre, lo dejan joven y con una gran fortuna. Parece – hay discrepancias – que ahí comienza  una vida licenciosa. Se casa con Gerónima Carrillo de Mendoza.  Muere, sin descendencia, en Montejaque.

Dice la leyenda que ‘vio’ en un sueño su propio entierro. Miguel se refugia en la religión. Se retira como un eremita al convento de la Virgen de las Nieves entre Yunquera y El Burgo. Analiza su vida y vuelve a Sevilla donde comienza una ingente obra de caridad ayudando a pobres, mendigos, enfermos…

Primero, diputado en la mesa de la Soledad de San Lorenzo, unos años después ya de pleno, en la Hermandad de la Santa Caridad. Va dejando cargos de los muchos y muy importantes que desempeña en la municipalidad, el Concejo y la Universidad de Mercaderes.

Se dedica a recoger mendigos, llevar enfermos al Hospital, enterrar a los muertos.  Sequía, inundaciones, peste, Sevilla desolada… Una placa recuerda que pidió ser enterrado a la entrada de la iglesia ‘para que todos lo pisasen al entrar’. Reposa en el altar mayor del Hospital de la Caridad.

 

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