“Ni un seductor Mañara…” se decía
de sí mismo don Antonio Machado en Campos de Castilla. ¿Fue Miguel de
Mañara un seductor? ¿Un pecador arrepentido? ¿Quién fue realmente este hombre
que vivió en pleno siglo XVII – de 1627 a 1679 – en una Sevilla con los dos
platillos de la balanza llenos. En uno la opulencia, el dispendio y el derroche
del dinero que venía de América; en el otro, la pobreza, la miseria y la
enfermedad.
Es el siglo XVII. Es la Sevilla
de Velázquez – que ya se había ido a la Corte – de Martínez Montañés, de
Murillo, de Juan de Mesa, de Alonso Cano, de Valdés Leal. Es la Sevilla de
conventos y tapias, donde un personaje como Don Juan Tenorio no tiene frenos.
Dicen Merimé y Lord Bayron y la leyenda, que Miguel de Mañara era quien de
verdad encarnaba al Tenorio y en él se inspiró Zorrilla para escribir su obra.
Su padre, de origen italiano,
corso, pasó por América y en Sevilla hizo un buen casamiento. Se hizo de
fortuna y prestigio. Miguel es el penúltimo hijo, de diez. Nace en la Judería,
lo bautizan en San Bartolomé y con diez años es investido Caballero de la Orden
de Calatrava. La muerte prematura de su padre, las sucesivas de sus hermanos y
de su madre, lo dejan joven y con una gran fortuna. Parece – hay discrepancias
– que ahí comienza una vida licenciosa.
Se casa con Gerónima Carrillo de Mendoza.
Muere, sin descendencia, en Montejaque.
Dice la leyenda que ‘vio’ en un
sueño su propio entierro. Miguel se refugia en la religión. Se retira como un
eremita al convento de la Virgen de las Nieves entre Yunquera y El Burgo.
Analiza su vida y vuelve a Sevilla donde comienza una ingente obra de caridad
ayudando a pobres, mendigos, enfermos…
Primero, diputado en la mesa de
la Soledad de San Lorenzo, unos años después ya de pleno, en la Hermandad de la
Santa Caridad. Va dejando cargos de los muchos y muy importantes que desempeña
en la municipalidad, el Concejo y la Universidad de Mercaderes.
Se dedica a recoger mendigos,
llevar enfermos al Hospital, enterrar a los muertos. Sequía, inundaciones, peste, Sevilla desolada…
Una placa recuerda que pidió ser enterrado a la entrada de la iglesia ‘para que
todos lo pisasen al entrar’. Reposa en el altar mayor del Hospital de la
Caridad.
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