miércoles, 30 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lejos de todo

 

                                 


 

El Transiberiano partió de Moscú al caer la tarde. Era verano y,  porque la latitud lo permitía, la luz permanecía más tiempo en el horizonte. Cuando cruzamos el río Kama, que va al Ural, anochecía. Atravesamos los Urales de noche. Fue una noche de tormenta. Al despertar, por la mañana, el tren estaba parado en medio de un bosque.

Todo era luminosidad, los rayos del sol se filtraban por entre los abedules, titilaban las hojas bajo las gotas de agua… La estación siguiente era Sverdlovsk (años después, supe que era la patria de Boris Yeltsin). Estábamos en Asía… El tren avanzó, se abría Siberia, inmensa, inabarcable. En Ulan Udé, se desmembró en dos el tren, el que continuaba hacia Vladivostok, en el que seguíamos nosotros, y el que partía para Ulan Bator, la capital de Mongolia.

Asía central está lejos de todo. Allí, según se bajaba por el mapa comenzaba la estepa. Pueblos mónadas históricamente enfrentados con la poblaciones sedentarios. La guía que me documentaba me decía que el hombre se asentó por allí algo así como cuarenta mil años atrás. Más o menos. Los nómadas eran más fuerte y excelentes jinetes  – habían domesticado el caballo – y avasallaron a los pueblos asentados.

La inclemencia del tiempo (temperaturas gélidas), la sequedad y aridez impedían el desarrollo de la agricultura. Vivieron de la ganadería que aprovecha los pastos. Ellos, de un lugar para otro, se dedicaron al pillaje y la expolio de los más débiles.

Según la Historia su líder supremo fue Genghis Khan, y dominó desde los extremos del Asia Central hasta el mar de Aral y el Caspio. Siempre se creyó que su ejército, todo poderoso, acabó con las civilizaciones que ya se habían establecido por aquellas tierras.

Ahora, unos recientes estudios dicen que además de la plaga de los guerreros, los pueblos sufrieron un terrible cambio climático. Los ríos que alimentaban con sus aguas en los deshielos a los grandes ríos, el Amur Daria  el Sir Daria sufrieron por carencias lluvias, enormes estiajes. Los canales que llevaban el agua a las pocas zonas agrícolas de los valles se secaron. Sufrieron dos plagas contra las que no podían hacer nada: los mongoles y el cambio climático.

En el recuerdo, pienso en aquel rato de paseo, estirando las piernas, por el andén de Ulan Udé, junto al tren… Asia Central está lejos de todo.

 

 

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