El Transiberiano partió de Moscú
al caer la tarde. Era verano y, porque
la latitud lo permitía, la luz permanecía más tiempo en el horizonte. Cuando
cruzamos el río Kama, que va al Ural, anochecía. Atravesamos los Urales de
noche. Fue una noche de tormenta. Al despertar, por la mañana, el tren estaba
parado en medio de un bosque.
Todo era luminosidad, los rayos
del sol se filtraban por entre los abedules, titilaban las hojas bajo las gotas
de agua… La estación siguiente era Sverdlovsk (años después, supe que era la
patria de Boris Yeltsin). Estábamos en Asía… El tren avanzó, se abría Siberia,
inmensa, inabarcable. En Ulan Udé, se desmembró en dos el tren, el que
continuaba hacia Vladivostok, en el que seguíamos nosotros, y el que partía
para Ulan Bator, la capital de Mongolia.
Asía central está lejos de todo.
Allí, según se bajaba por el mapa comenzaba la estepa. Pueblos mónadas
históricamente enfrentados con la poblaciones sedentarios. La guía que me
documentaba me decía que el hombre se asentó por allí algo así como cuarenta
mil años atrás. Más o menos. Los nómadas eran más fuerte y excelentes jinetes – habían domesticado el caballo – y avasallaron
a los pueblos asentados.
La inclemencia del tiempo
(temperaturas gélidas), la sequedad y aridez impedían el desarrollo de la
agricultura. Vivieron de la ganadería que aprovecha los pastos. Ellos, de un
lugar para otro, se dedicaron al pillaje y la expolio de los más débiles.
Según la Historia su líder
supremo fue Genghis Khan, y dominó desde los extremos del Asia Central hasta el
mar de Aral y el Caspio. Siempre se creyó que su ejército, todo poderoso, acabó
con las civilizaciones que ya se habían establecido por aquellas tierras.
Ahora, unos recientes estudios
dicen que además de la plaga de los guerreros, los pueblos sufrieron un
terrible cambio climático. Los ríos que alimentaban con sus aguas en los
deshielos a los grandes ríos, el Amur Daria
el Sir Daria sufrieron por carencias lluvias, enormes estiajes. Los
canales que llevaban el agua a las pocas zonas agrícolas de los valles se
secaron. Sufrieron dos plagas contra las que no podían hacer nada: los mongoles
y el cambio climático.
En el recuerdo, pienso en aquel
rato de paseo, estirando las piernas, por el andén de Ulan Udé, junto al tren… Asia
Central está lejos de todo.
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