viernes, 18 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pastorales, Meceeros y Tontos (IV)

 

 

 


                

 

Los meceeros tenían un sabor especial. Solo se ponían en los días posteriores a la Navidad. En el campo, se aprovechaban las ramas más resistentes de un buen árbol. En el pueblo, la estrechez de las calles permitían amarrar los cordeles, en argollas a ambos lados, o en las barandillas del balcón. Los meceeores  hombres o mujeres -, a ambos lados, daban impulsos y se acompañaban con los cantos propios del momento.

Eran el punto de encuentro de la gente, principalmente joven, en torno al columpio. Tenían su punto diferenciador:

“Cantad, muchachas, cantad / bailad con gracia y salero, / que la que no canta ni baila / es la que lo da primero…”

Los meceeros se hacían en muchos puntos. En Caracuel, en Las Angosturas, en los pinos de Morales, que no eran pinos sino casuarinas plantadas junto a la vía del tren y que cortaron cuando la reforma de la electrificación, en los años sesenta del siglo XX, en la Calle Negrillos – espectacular por el vacío que abría ante la niña mecida que se recoge en la foto -, en el Sabinal, en el algarrobo de la trinchera junto a los Triviños y en los de Cayetano, en el terraplén de la calle Juan Naranjo, en la Cuesta del Río, en la estación…

Cantaba una voz y repetía el coro. Las letras podían ser irónicas, con burla fina y disimulada, se ríen por debajo del ala y ridiculizan la figura a quien se finge ensalzar:

“Esa que se está meciendo / parece una batatita / con media cuarta de tela / se le hace una batita”.

Despectivas, con desdén y desprecio. Como a quien no le importa la cosa, pero la ‘procesión’va por dentro. Mensaje directo:

“Metiíta en agua estoy / hasta la misma cintura / mi novio con otra novia / y yo con tanta frescura”.

Dulces, llenas de ternura y armonía, delicadas, con el encanto que proporcionan las cosas cuando detrás va el corazón:

“El meceor es un jazmín / la que se meces una rosa / los meceores capullos / ¡vaya una cosa preciosa!”…

Descriptivas, pormenorizadas y concretas y sin ambigüedades:

“En una ronda de mozos / los Juanes son los que valen / los Franciscos son celosos / y los Migueles, cobardes”.

Había más, mucho más. Para dar y regalar. Las iremos viendo…

 

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