Los
meceeros tenían un sabor especial. Solo se ponían en los días posteriores a
la Navidad. En el campo, se aprovechaban las ramas más resistentes de un buen
árbol. En el pueblo, la estrechez de las calles permitían amarrar los cordeles,
en argollas a ambos lados, o en las barandillas del balcón. Los meceeores –
hombres o mujeres -, a ambos lados,
daban impulsos y se acompañaban con los cantos propios del momento.
Eran
el punto de encuentro de la gente, principalmente joven, en torno al columpio.
Tenían su punto diferenciador:
“Cantad,
muchachas, cantad / bailad con gracia y salero, / que la que no canta ni baila
/ es la que lo da primero…”
Los
meceeros se hacían en muchos puntos. En Caracuel, en Las Angosturas, en
los pinos de Morales, que no eran pinos sino casuarinas plantadas junto a la
vía del tren y que cortaron cuando la reforma de la electrificación, en los
años sesenta del siglo XX, en la Calle Negrillos – espectacular por el vacío
que abría ante la niña mecida que se recoge en la foto -, en el Sabinal, en el
algarrobo de la trinchera junto a los Triviños y en los de Cayetano, en el
terraplén de la calle Juan Naranjo, en la Cuesta del Río, en la estación…
Cantaba
una voz y repetía el coro. Las letras podían ser irónicas, con burla fina y
disimulada, se ríen por debajo del ala y ridiculizan la figura a quien se finge
ensalzar:
“Esa
que se está meciendo / parece una batatita / con media cuarta de tela / se le
hace una batita”.
Despectivas,
con desdén y desprecio. Como a quien no le importa la cosa, pero la ‘procesión’va
por dentro. Mensaje directo:
“Metiíta
en agua estoy / hasta la misma cintura / mi novio con otra novia / y yo con
tanta frescura”.
Dulces,
llenas de ternura y armonía, delicadas, con el encanto que proporcionan las
cosas cuando detrás va el corazón:
“El
meceor es un jazmín / la que se meces una rosa / los meceores capullos / ¡vaya
una cosa preciosa!”…
Descriptivas,
pormenorizadas y concretas y sin ambigüedades:
“En
una ronda de mozos / los Juanes son los que valen / los Franciscos son celosos
/ y los Migueles, cobardes”.
Había
más, mucho más. Para dar y regalar. Las iremos viendo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario