miércoles, 2 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Juana

 

 

                                      



Dicen que se acercó un angelito al trono celestial, y con la inocencia de las almas puras, se fue hasta el mismo Dios y le preguntó:

-         ¿Por qué la luna esta noche viene tan grande?

Y entonces Dios, que lo escuchó con la paciencia que solo Él tiene, esbozó una sonrisa y le dijo:

-         Hoy he decido que se venga con nosotros para siempre Juana y que la acompañe en ese caminar hacia mí, la luna grande, la última luna nueva de este otoño…

A Juana Arlandi, ‘Juana ‘Parche’, la vida no le regaló nada. Bueno sí, no es exactamente, así. La vida sí le regaló y  fue muy pródiga con ella en sufrimientos, en palos, en dolores inmerecidos, en contratiempos que una y otra vez, le caían de muchos sitios, sin que ella tuviese las fuerzas suficientes para quitárselos de encima.           

Almas de canallas, sin escrúpulos, no tuvieron piedad para saber que su cabeza no albergaba la inteligencia suficiente para comprender hasta donde se podía llegar y cortar lo que otra persona habría hecho en aquellas circunstancias.

Trabajó duro, cargada de hijos (¿ siete, ocho…?) a los que de una u otra manera, trataba de sacar adelante y como los humanos somos así, pues eso….

Cuando murió mi madre, me la encontré, una mañana por la calle. Se acercó, y sin mediar palabra me dijo:

-         “Su madre… pobrecita”

Creo que fue el pésame más sentido y más sincero en aquella situación de dolor. Juana, con tres palabras, había dicho más, mucho más, que la expresiones que solemos usar en esos momentos.

Subía desde el Bajondillo, cada vez con más fatigas, hasta la Fuentarriba, y en su cara se esbozaba la sonrisa de una alma grande, que camina por otros senderos por los que no van los mezquinos, que no le tendieron la mano de la ayuda. Se llenó, porque el tiempo es así, su cara de arrugas y su cuerpo  fatigado, iba hacia la entrega, la otra entrega, la que ninguno obviaremos.

Dicen, que al llegar al cielo, Juana fue a abrir el saquillo en el que recogía la gandinga y que llevaba lleno con ‘sus’ cosas y… que Dios se levantó del trono, se fue hacia ella, y le dijo: “Entra Juana, que esta es tu casa, habrás visto que a solo dos mujeres les he puesto la luna para que las acompañe, a ti, y a mi Madre”. Y entonces Juana, que ya lo entiende todo, le ha sonreído…

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