Era una tarde plomiza de otoño.
Llovía. A ratos, soplaba impetuoso el viento, que movía las ramas. Ululaba en
los tejados. Buscaban cobijo los pájaros en el campo. Sonó el timbre. Era
Antonio Vergara, traía consigo su última – por ahora, aunque él lo niega –
obra. El mejor regalo para una tarde de ensueño, pero Antonio, le reprendí: ¡con
lo que está cayendo…!
De rosa y nardo, acaba de
salir del horno. La edita Corona del Sur, bajo la dirección de Francisco Peralto.
Es un libro cuidadísimo, pulcro, diría yo, donde Antonio acaba de abrir las
páginas de ese otro libro que llamamos vida, su vida, de poeta prolífico que ha
convivido con la cultura y la docencia.
Hace un repaso a los pilares que
han sustentado su andar por el camino. Tiene un lugar señalado, la Peña
Flamenca (consustancial para muchos momentos de su vida y de su expresión
artística) o la Asociación Cultural “Alora la bien cercada” de la que
dice: “les fue prestando su voz / en sus letras y escenarios / a los que voz no
tenían”.
Tiene un recuerdo emotivo para
los grandes del cante y a guitarra que han salido de Álora: El Canario: “Llanto de ausencia temprana/ por
un clavel varonil / entona el Guadalquivir / junto al puente de Triana”.
Dedica poemas a personas que han
dicho en el mundo del Flamenco: Antonia Contreras, Juan Casillas, Benito
Morenos Miguel, “el Pío”. Miguel el
“Pibri”, Manolo Vergara… A Juan Ramón Caro, a Emilio Cortés que arrancaron las
notas a la guitarra.
Recuerda también a personajes de
la vida civil: Carmen Mora, José Fernández López de Uralde, Felipe Aranda; del
mundo religioso: Laura Aguirre, Juan Estrada; de la docencia: Doña Remedios…
Canta también, al olivo: “No
importa que sean verdes o violetas, / que la paz simboliza cada rama. /
Bíblico árbol que el orbe aprecia”, y en
otro poema los ve: “Silenciosos, longevos, centenarios, / cargado de verdores y
grandezas…”
Hay una reminiscencia manriqueña
en esta obra. Reflexiona ante la corriente del agua y apunta un deje de tristeza
que lo ha ido marcando en su caminar : “Cuando vuelvo cada tarde /solo
atormenta mi mente / no haberme asomado antes / a la baranda del puente”. De
rosa y nardo. Como él vio a su pueblo, como él, ahora regala su obra.
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