sábado, 5 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De rosa y nardo

 

 

                                   


 

Era una tarde plomiza de otoño. Llovía. A ratos, soplaba impetuoso el viento, que movía las ramas. Ululaba en los tejados. Buscaban cobijo los pájaros en el campo. Sonó el timbre. Era Antonio Vergara, traía consigo su última – por ahora, aunque él lo niega – obra. El mejor regalo para una tarde de ensueño, pero Antonio, le reprendí: ¡con lo que está cayendo…!

De rosa y nardo, acaba de salir del horno. La edita Corona del Sur, bajo la dirección de Francisco Peralto. Es un libro cuidadísimo, pulcro, diría yo, donde Antonio acaba de abrir las páginas de ese otro libro que llamamos vida, su vida, de poeta prolífico que ha convivido con la cultura y la docencia.

Hace un repaso a los pilares que han sustentado su andar por el camino. Tiene un lugar señalado, la Peña Flamenca (consustancial para muchos momentos de su vida y de su expresión artística) o la Asociación Cultural “Alora la bien cercada” de la que dice: “les fue prestando su voz / en sus letras y escenarios / a los que voz no tenían”.

Tiene un recuerdo emotivo para los grandes del cante y a guitarra que han salido de Álora:  El Canario: “Llanto de ausencia temprana/ por un clavel varonil / entona el Guadalquivir / junto al puente de Triana”.

Dedica poemas a personas que han dicho en el mundo del Flamenco: Antonia Contreras, Juan Casillas, Benito Morenos Miguel, “el Pío”.  Miguel el “Pibri”, Manolo Vergara… A Juan Ramón Caro, a Emilio Cortés que arrancaron las notas a la guitarra.

Recuerda también a personajes de la vida civil: Carmen Mora, José Fernández López de Uralde, Felipe Aranda; del mundo religioso: Laura Aguirre, Juan Estrada; de la docencia: Doña Remedios…

Canta también, al olivo: “No importa que sean verdes o violetas, / que la paz simboliza cada rama. / Bíblico  árbol que el orbe aprecia”, y en otro poema los ve: “Silenciosos, longevos, centenarios, / cargado de verdores y grandezas…”

Hay una reminiscencia manriqueña en esta obra. Reflexiona ante la corriente del agua y apunta un deje de tristeza que lo ha ido marcando en su caminar : “Cuando vuelvo cada tarde /solo atormenta mi mente / no haberme asomado antes / a la baranda del puente”. De rosa y nardo. Como él vio a su pueblo, como él, ahora  regala su obra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario