Dicen que todo comenzó sobre la
segunda mitad del siglo VIII a. C. (Año más o año menos, que tampoco es
cuestión de andarse con averiguaciones). O sea, que vino el cambio. Un cambio
de los gordos, de esos que hace que las cosas, a partir de él, ya no sean como eran
antes.
Los hombres de aquellos tiempos,
algunos hombres, - unos más que otros -, en su esencia llevaban impresos tres
anhelos: amor, paz y madre. Aquellos hombres tenían un alma - como nosotros - y deseaban transmitir los
sentimientos que emanaban de ella, a sus
semejantes. La única manera que tenían de comunicarlos era con la palabra y
esa, la cantaban para que así llegase y perdurase
en las otras almas que la recibían.
Miren por dónde, alguien (de
quien no sabemos su nombre), va y se le ocurre inventar el alfabeto. Fue una
evolución apacible. A partir de ahí, pensamiento, lenguaje y memoria,
llegaría a los otros semejantes. Se
podría imprimir en el testero de una cueva, o en un papiro que otras manos
llevarían a otros hombres, que también sabían de madre, paz y amor.
Todos no admitieron aquella
innovación de manera generosa. Costó. Ya nada volvería a ser igual. La
comunicación tendría una manera de perdurar, y no sería en canciones perdidas
en el viento. No. Algunos, probablemente, hasta pondrían oposición al nuevo
invento que venía a transformar la humanidad. Con la escritura quedaba atrás la
Prehistoria, y el hombre entraba en la Historia…¡Qué cosas! Los primeros
testimonios escritos… Así sabrían lo que en otros pueblos significaban: paz,
madre y amor…
Claro que hubo, como cuando
alguien inventó la rueda, quien pensó que todo aquello era decadente y que era
mejor llevar el menhir sobre unos troncos rodados o sobre las propias espaldas con
sacrificios descomunales… Los detractores apocalípticos, han existido en todos
tiempos.
Se propició el cambio de los
tiempos. Tendrían que pasar muchos días, y fue cuando llegó el papel, la
imprenta, e internet… Pero desde entonces, ya no se perderían los poemas y eso
de juntar las letras del alfabeto, daría resultados tan excelsos, como esos que
pregonaban el juego de componer unas con otras y así aparecieron en las
palabras escritas: amor, paz, madre…
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