Para ti...
miércoles, 30 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los árboles mueres de pie
Hace unos días, Canal Sur puso en
un reportaje el drama que se cierne sobre el Parque de los Alcornocales, en
palabras del presentador, el más importante parque corchero de Europa, agoniza.
Se secan los árboles. Un agricultor hablada de once mil hectáreas productivas
hace unos años, reducidas ahora a poco más de mil…
En la Sierra de Huelva, hace unos
años el problema parecía también similar. Una extraña enfermedad que no lograban
atajar – hablaban de un hongo – y que secaba los árboles. Desconozco si lo han
solucionado totalmente.
En el reportaje, el ruido de los
motosierras rompía el silencio del monte. Era un sonido constante, sin tregua.
Un ruido que hace daño en los oídos. Esos cortes de los aparatos metálicos,
tienen un sonido diferente e inconfundible.
Hay otra manera de matar árboles.
El incendio de Almonaster la Real de este verano, ha dejado imágenes
desoladoras. ¡Qué dura y trágica es la
tierra quemada! Todo asolado y destruido y ahora, a esperar que el cielo quiera
darle un arreglo.
Ardieron también árboles
centenarios en el Guadarrama, cerca de La Granja de San Ildefonso en la
provincia de Segovia; en el Delta del Ebro, en Tarragona; y en el norte donde
árboles que antes no ardían: avellanos, castaños y nogales secos, han sido
pasto de las llamas como consecuencia de la menor pluviometría y el aumento de
las temperaturas originadas por el cambio climático.
Ayer tarde, le tocó al Mirador
del Estrecho en Tarifa. El fuerte viento de levante – ya se sabe cómo pega el
aire allí – era otra dificultad añadida.
Me viene a la mente para titular
estas líneas, la obra de Alejandro Casona, que se llamaba Rodríguez Álvarez de
apellido y que tomó el seudónimo de Casona en recuerdo a la casa donde vivió
con sus padres, maestros, en Besullo, en las cercanías de Cangas de Narcea.
A Casona, exiliado y perseguido,
le acusaban que huía de la realidad e idealizaba la vida que le rodeaba. Me
pregunto si en esta situación que nos atosiga, no sería necesario idealizarlo
todo y soñar con una España de montes verdes y árboles en los alcores y en los
ríos limpios que corren con agua clara. Como soñar no cuesta dinero… Pues eso,
aún sabiendo que los árboles en el teatro y en el campo mueren de pie, soñemos.
martes, 29 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Granadas
Vienen cuando el verano toca a su
fin, o con los primeros cantos del otoño. Da igual. Llegan al mitigarse los
calores, y los fríos mañaneros acarician la cara, cuando las tardes se alargan
y el sol muestra su resistencia a irse y entonces, ellas con todo el poder que
encierran dentro, aparecen para ser la reina de la fruta. Por algo dicen que es
la única, coronada.
Le asignan una cantidad de
propiedades que asombran. Dicen que tiene vitaminas B y C y minerales como
potasio, manganeso, hierro y calcio. No se queda ahí la cosa. Le atribuyen
también propiedades antioxidantes y por si fuera poco hasta afrodisíacas.
Los que están muy interesados en
las cosas ‘especiales’, le atribuyen cantidad de ácido punicico (0mega 5) que
dicen que tiene propiedades antienvejecimiento. En esto, de verdad que tengo
mis dudas, porque yo veo gente del campo que se hace vieja…. Algo no cuadra aquí.
Algo tiene que tener el agua
cuando la bendicen, porque los griegos, que de todo sabían un rato, consagraban
sus semillas a la diosa Afrodita, que era una diosa que ha caído bien en todos
los tiempos. Los griegos querían que les acompañasen en su último viaje y las
ponían junto a los embalsamamientos.
El padre Homero les dio cabida en
la Odisea, ya saben, Ulises dando tumbos por el azul del Mediterráneo, antes de
volver a Ítaca donde Penélope tejía y volvía a desbaratar esperando su vuelta.
Plinio consideraba al granado como uno de los frutales más valiosos.
Se conoce desde hace miles de
años. Arrancó en Persia, de ahí a Oriente Medio y luego por todo el
Medillerráneo. Los comerciantes de la ruta de la seda la llevaron hasta el
Extremo Oriente en China y Japón.
España es el primer productor de
granada de Europa, y se cultivan principalmente en Elche, Albatera, Crevillente
y comarcas limítrofes de Alicante. También en Murcia y en zonas de Andalucía. Su
ciclo de recolección va de finales de septiembre a finales de noviembre.
Antiguamente, para su conservación natural,3 se enterraba en paja seca. El
granado es un árbol de corte mediano o bajo, y su flor roja y de gran belleza, era
símbolo de la fertilidad y del amor.
lunes, 28 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fatigas
Hablan los periódicos que a
muchas personas se les plantea un problema económico y no saben la manera de
llegarán al final de mes. Cierres, despidos, paros…Una situación económica muy
dura de pelar.
Hay gente angustiada por el tema
económico, por el sanitario o por su
situación personal en el mundo de los sentimientos, y que puede aparecer en
cualquier momento de la vida.
El pueblo que es sabio distingue
entre estrecheces, penas y fatigas. El flamenco, como expresión del sentir de
ese pueblo lo recoge con una nitidez que asombra hasta el punto que deja cada
cosa en su sito y además, puntualizadas y muy claritas.
Cuando habla de estrecheces dice
de necesidades y se dirige a quien puede compartir y ayudar a pasar el momento.
Quizá sea por aquello del refrán: “las penas compartidas son menos” y así
canta: “Vente cormigo a la güena / y entre los dos pasaremos / las fatigas y
las penas”.
La pena como sufrimiento va por
dentro. Pueden durar más o menos pero siempre atosiga, amarra, atenaza. La pena, a veces se escapa del alma y aflora a
modo de un suspiro que se va por el aire y no sabemos hasta dónde llega:
“Tengo yo una pena / un dolosito mare continito/ que al arma me llega”.
La fatiga puede venir por muchos
caminos. Los ya apuntados y el que viene de la mano del ansia o de la de
vehemencia del amor. “Son tan grandes mis fatigas / que no te pueo orbiá; /
del día en el pensamiento; / de noche, en el ensoñar”.
Rafael de León firmó un poema de
amor roto, destrozado, hecho añicos. Mientras ella corta olas de nácar en la
mar océano y se corta mechones de
trenzas que echa al viento desde un barco camino de las Indias, él, araña su pena en la arena de
Cádiz: “A la mar maera, / y a la Virgen, cirio, y pa duquitas, mare de mi
arma,/ pa duquitas negras, / las que tié
la Lirio”.
Si tienen ocasión echen un
vistazo al “Léxico andaluz de las coplas flamencas”. El trabajo es de Miguel
Ropero. Merece la pena.
domingo, 27 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Adiós, septiembre
Ventoso y soleado. Este último
domingo de septiembre ha despertado con aire revuelto. Viene de poniente. En
ocasiones, sopla con fuerza y hace que crujan los bastidores de las ventanas y
las puertas den portazos a destiempos…
Platero, en su tierra de Moguer,
vería en un día como hoy cómo la tierra caliente se abre en los surcos de la
besana. ¿Sabes, Platero? Ya no hay besanas, ni yuntas que rompen la tierra, ni
pajarillos que buscan los bichillos que afloran a la luz del sol, cuando la
punta de la reja le ha abierto las oscuridades de sus entrañas. Ahora, los
tractores aran y siembran, todo de una vez…
No hay casi nadie en la calle. Han
pasado unas mujeres, vestidas de nuevo a estas horas, y con un monedero en la
mano, vienen de misa. Algunas mujeres, tienen la costumbre al salir de la
iglesia, de comprar para llevarlo a casa, el periódico del domingo. Pasan
también por la frutería de la esquina, o por la tienda del barrio que vive de
los olvidos o de las necesidades de última hora.
Los dominicales vienen cargados
además de con las noticias del día, con ediciones especiales, con tropecientas
mil ofertas de las cosas más pintorescas: una colección de cucharas con
florecitas en los extremos del mango, una muestra de las zapatillas que
utilizaban las princesas chinas en la Edad Media…, o con una información que no
interesa a casi nadie. Cada día la gente lee menos el periódico. La prensa de
papel tiene un problema serio, muy serio.
Decía el maestro Alcántara, que
no hay nada más viejo que un periódico de ayer. Antes se utilizaban para
envolver el par de zapatos que se llevaba al zapatero, el cuarterón de pescado
en la pescadería del mercado de abastos o para… Ha perdido todos esos usos. Ya
la gente no lee. La gente va por otros modismos. ¡Ay!, qué vida Señor. Todo
vuela.
Ha refrescado algo.(El virus no
se van ni con viento fresco). Dicen que el mar tiene olas de altura
considerable, que ha nevado en el Pirineo y que la aceituna de verdeo pide
agua, pero agua ya, antes de que empiecen a ponerse moradas… El otoño ha venido
con distintos ropajes. ¡Casi todo el mundo, descontento!
sábado, 26 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sonata de otoño
¿Sabes? Siempre que escribo la palabra otoño, se me viene a la mente Aranjuez, porque en este estación tiene un encanto especial, distinto, diferente a los otro días del año. Aranjuez, que es un oasis en medio de los páramos que lo rodean, invita a hacer una parada en el camino. Allí se puede cumplir cualquier sueño y en otoño, entonces, solo en otoño, alcanza todo su esplendor. Es como un suspiro escapado del alma que se pierde por no sabemos dónde…
Gimen las hojas quebradas en el silencio de los pasos. Bajaron lentamente, como un bamboleo sensual desde las ramas más altas de las copas de los árboles, de otros árboles que no alcanzaron la altura de los plátanos, pero todas, indefectiblemente todas, alfombraron el suelo.
Acercarse a Aranjuez y pasear bajo los plátanos, y tocar con las yemas de los dedos los mirtos que orlan los paseos, y ver cómo los patos consumen las horas largas sin prisa, en el remanso del Tajo y escuchar cómo son los silbos de los mirlos, en otoño, tienen un encanto que llega a las honduras más recónditas del alma.
Todo es un sueño, un sueño hermoso. Por el cielo se columbran las nubes, mitad plomizas, mitad espolvoreo de azúcar que las hacen como de algodón para que se relaman los ángeles golosos. Vienen de algún sitio, van para alguna parte. Y aunque uno se lo pregunte muchas veces ¿Adónde irán esas nubes?, y no esperase ninguna respuesta, siempre estará la mirada escudriñadora para verlas cómo se pierden por el cielo.
En la lejanía, entre jardines se pierde el río. Pasa lento, pausado, acaricia los muros del palacio, sin echar cuenta de los ojos que se miran en él y ven figuras de fantasmas en su fondo, figuras de capricho que crea la imaginación, su fantasía.
A esta hora en que ya el sol está bajo en el horizonte y se han ido los curiosos… entonces es cuando hay que aprehender todo Aranjuez. Están maduras las bayas. Se extiende un manto de silencio, la luz se apaga, y entonces, precisamente, entonces, uno cree escuchar cómo se deslizan las notas por las cuerdas de los violines y se acuerda del maestro Rodrigo… ¿Será el viento que juega entre las ramas de los almeces, los alisos y los magnolios? No, no. Es una sonata de Aranjuez en otoño.
viernes, 25 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Empanadillas
Dicen, que el gazpacho es para el
verano. Hay tiempos que requieren su comida, porque viene acorde con el clima,
con el ambiente, con lo que pide la temperatura…Pipiranas, salmorejos de
pimientos asados - en Córdoba, por
salmorejo se entiende otra cosa, un plato también delicioso, pero distinto –
hortalizas y tomates. El verano los trae de la mano.
Castañas, nueces, uvas en
aguardiente, y empanadillas, para esas noches de otoño que vienen después de
una tarde larga con el sol remolón que no quiere irse, y endulzan la sobremesa
larga de la cena.
Por aquí, por mi tierra, tienen
dos maneras de rellenar las empanadillas: con polvo de batata y con cabello de
ángel. Con esto ocurre como cuando a un niño se le pregunta: Y tú ¿a quién
quieres más, a tu padre o a tu madre? Y el niño que es sincero, contesta: a los
dos iguales, aunque sabe que por dentro tiene su predilección, pero no lo
manifiesta públicamente.
No es lo mismo empanadilla que
empanada. ¡Por Dios, que no! No tengo nada contra las empanadas, emblemas de
una tierra tan embrujada y misteriosa como es Galicia. La empanadilla es otra
cosa. Una masa - ¿se acuerdan de la canción de Carlos Cano, que terminaba la
receta mágica: “y la gracia de tus manos”?- frita y rellena y espolvoreada de
azúcar molido. Pues eso.
En cada casa, cada mujer, maestra
sublime de sus secretos de cocina, le da el punto especial que las hace únicas,
golosas, apetitosas, sensuales, diferentes… Ese sabor perdido por la boca de la
crema de la batata disuelta, o esas figuras finas y ahítas de azúcar como puede
ser el cabello de ángel, que hasta el nombre tiene bonito.
Dicen que hay hitos necesarios de
cumplir: la composición de la masa, la harina de calidad, el buen aceite, el
reposo… todos los reposteros buenos manifiestan, que es fundamental el tiempo –
el refranero dice que no se puede correr ni trillando, aquí tampoco -, unidos a
esas mezclas de secreto que aporta cada repostera. Ah, en un ocasión, escuché
que el aceite debe estar muy caliente, hirviendo. Yo de cocina…
De esos que van con una empanada
a cuestas desde que su madre los parió, no hablamos. Eso es otra cosa. Empanadillas
de otoño, rellenas y sabrosa y… ¡que ustedes se relaman bien!
jueves, 24 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Señas
Tiene la gente del campo una
manera especial de analizar la realidad de cada día. A veces, esa observación
de cuanto le rodea, le hace tener una gramática parda o una filosofía que, en
el fondo, es el amor a la sabiduría atesorada durante siglos y que pervive en
ellos.
Son las “señas”. Es curioso ver
cómo entre dos personas mayores, van desgranando una serie de comentarios donde
aparecen las cosas más peregrinas, y en ocasiones, hasta pintorescas.
“Va a cambiar el tiempo. Se ha
caído el hollín de humero y ha amanecido todo por el suelo”. A los pocos días,
comenzaban a aparecer nubes por poniente y un chorreo de agua regaba el campo.
“Antes de tres días, llueve. Han sonado los
cañones de Rota…” La primera vez que lo escuché me quedé perplejo. ¿Qué, pregunté? “¿Los cañones de Rota”. Unos
zumbidos secos, lejanos, como si fuesen disparos de un cañón. Eso se ocurre,
porque en las cavernas del Atlántico se estrella la marejada enfurecida…, y
llega hasta aquí el estruendo”. No me sirvió de nada explicar lo imposible del hecho,
y sobre todo, cuando a los pocos días, llovía…
Aparecieron sobre las cumbres de
la Sierra de Mijas, unas nubecillas blancas. Al rato, el cielo seguía tan azul
como un rato antes. Al poco, otra vez varias nubes se columbraban sobre la
sierra y así una y otra vez. “Antes de
tres días, cambia el tiempo” ¿Y, eso pregunté? Ahí están las “gatitas de Mijas
que lo anuncian”
Escribía mi amigo Eugenio hace unos días: “Este
año hay muchas avispas y eso es que va a llover bastante”. Cuenta, que se lo
dijo un pastor de la Alpujarra. El hombre del campo no sabría probablemente de
predicciones meteorológicas, pero sin lugar a dudas, sí sabía de insectos.
Si se revuelcan los gorriones en
el polvo de camino, o si los pajarillos se bañan en los charcos. Si están muy
florecidas las esparragueras en agosto. Si se suben muy pronto los gamones y las
térmicas del verano bambolean las varitas de San José… A todo esto, y a muchas
más, en el campo de Álora se le llaman “señas”. A veces, la sabiduría del
pueblo se sale con las suyas.
miércoles, 23 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Hontangas
De entrada, el viajero dice a los
cuatro vientos que quieran detenerse un momento a escucharlo que nunca estuvo
en Hontagas, pero que si Dios le da salud y el tiempo que corre se lo permite,
piensa ir. ¿Cuándo? No lo sabe…
El viajero de espíritu inquieto, necesita
de esas sensaciones como las de aquellos que buscaban aventuras y se apostaban
en las escalinatas de las catedrales y bebían en las fuentes de los caminos… Ahora,
de vez en cuando, echa a volar su mente y
piensa con llegarse un poco más lejos y se quiere ir por las tierra de
la Ribera del Duero, donde van ríos con
más o menos agua, pero todos ahítos de sueños de otra gentes que decidieron
andar sus propios caminos.
Por esas cosas raras que pasan le
llega una fotografía del río Riaza y sueña con echar una siesta, entre pueblo y
pueblo, porque el río va de Hontangas a Adrada de Haza y recordar todas esas
historias que alguna vez alguien le contó…
Y entonces, piensa cómo se las
ingenian los pueblos para hacer suya la imagen – casi siempre hay una imagen,
un pastor, una quebrada…. - que atraerá a otra gente y así recuerda que a la
Virgen de la Cueva la vieron, a modo de luz en el fondo de la oquedad, desde su castillo, los señores que oteaban el
horizonte una noche oscura y cuando fueron, la encontraron y la montaron en un
carro de bueyes que se negaban a andar.
La cosa no quedó ahí porque los
de Adrada de Haza también la vieron y quisieron llevarla en un carro tirado por
mulos con idéntico resultado. Y los dos pueblos pugnaron porque la Virgen era
‘suya’ y esas cosas…
Y el viajero, que gusta de echar
a volar su imaginación va y piensa cómo podría gozar en las riberas frondosas
del río que corre por tierras de Castilla profunda y solitaria entre pueblos
con poco más de doscientos habitantes, y que corren hacia otros ríos que buscan,
como vamos todos hacia el mar, que es el morir… Por cierto, muy cerca de allí,
en Roa, fue a entregar su alma, su poder y su vida el gran Cisneros al que la
muerte igualó con todos los demás hombres.
martes, 22 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Patacas y bellotas
Dicen los que saben, que el otoño
ha entrado pasado el mediodía del 22 de octubre del año 2020 del Nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo, que debería venir con la brisa bajo el brazo, y que
habría que buscar una rebequilla ligera porque ya refresca…
Dice la realidad, que se ha
presentado con una zozobra de las grandes. Gente dividida porque no sabe qué
hacer, como actuar ni qué camino tomar ante la pandemia que no hay quien la
frene, salvo que se lleve a todo bicho viviente por delante y entonces, ‘muerto
el perro, se acabó la rabia’.
Opto por no ver los telediarios.
Solo lo necesario para tener la información precisa. Casi no leo los periódicos
en ese apartado, porque uno se acongoja (el vocablo es otro, más expresivo y
más claro) cuando ve que no se acierta con la solución ni queriendo.
Hoy - ahora escucho ‘Las Cuatro Estaciones’
del cura pelirrojo de Venecia – uno tenía que estar escribiendo cosas poéticas
y bonitas, porque con el cambio de estaciones, como el cambio de los años, se
piensa que mañana será muy diferente a hoy, pero es solo un espejismo. O sea,
casi todo va a seguir igual. Para ir a peor, se tiene que apretar.
Comienza el tiempo de las
aceitunas echadas en agua - ¡mira que están buenas las aceitunas nuevas! – de
los membrillos maduros, nalgas ebúrneas colgando de las ramas, en espera de un
perol para cocerlos y luego, con el almíbar derretido en el perol, convertirse
en la carne de membrillo.
Están las granadas – única fruta
coronada – tomando color en las sobaqueras, al cubierto de esos calores que han
debido perderse por los caminos del estío y ellos, los granados, esperando
vestirse de oro viejo en los bordes de los caminos…
Ya casi pintorrean los caquis y
los mirlos van diciendo cuáles tienen mayor grado de azúcar y madurez. Es
tiempo ya mismo de castañas, bellotas y madroños, de zorzales en los
cañaverales y estorninos en el tejado del campanario.
Ha venido este otoño, como todos
los otoños con las patacas bajo el brazo y han florecido a modo de margaritas.
Ponen una pincelada de belleza única, soberbia, sublime y, en cierto modo, nos
dicen que la vida es más hermosa, más bella, y más excelsa que todos estos problemas
que nos quitan el sueño….
lunes, 21 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tolox: Pueblo de ida y vuelta
Cuando llegues a Alozaina a la
derecha, será para Jorox y Yunquera. Por la izquierda, llegas a la confluencia
del río de los Caballos con Río Grande. Vas camino de Tolox. Es un pueblo de
ida y vuelta. O lo que es lo mismo: final de camino; te frena la sierra.
Estás al pie de
Si es ocasión, contempla cómo
arranca la luna llena por entre los pinsapares que alcanzan una vida media de
hasta cien años y los veinticinco metros de altura. Son “una reliquia, casi en
extinción, de los bosques de grandes
coníferas de hace millones de años”.
Si tienes suerte y la ves, sigue con la vista
cómo planea el águila real, o cómo se encaraman las cabras monteses en lo más
alto de las peñas, y el quejigal cuando pierde la hoja, y el olor del orégano
en primavera....
Y si, por un suponer, eres de los
que gustan de los ruidos estridentes, entonces
acércate por San Roque a mediados de agosto. Más de sesenta mil cohetes –
yo no los he contado pero dicen que sí - suben al cielo.
Tolox es naturaleza y paisaje. En
sus sierras, y en la nieve que baja a manera de aguas frías cuando el deshielo,
y en sus calles, empinadas y estrechas… Si no quieres llevarte alguna sorpresa,
déjate el coche a las afueras.
Goza de rincones, donde a la blancura
de la cal se sobrepone el carmín de la rosa. Pega hebra con alguna mujer que,
muy de mañana, y “antes de que llegue el calor”
una vez más, encalará la puerta. “Mire usted - te dirá, cuando le
preguntes - porque a una le gusta la limpieza”. Y seguirá, dándole que te pego
a la faena.
A Tolox, puedes ir también a tomar
las aguas ‘amargas’ de su balneario. Quienes pasan por allí, hablan y no
acaban. De los ‘iluminados’ del siglo XIX, hablamos otro día. ¿Me permites una
recomendación? (Yo, ayer no lo hice por lo que tenemos encima), pregunta por Miguel López Portillo y pídele
que te cuente de su pueblo. Lo quiere tanto como yo al mío. Dile, que vas de mi
parte…
domingo, 20 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Adiós verano
Ahora tocaría cantar una vez más,
con el “Dúo Dinámico” y repensar todo aquello que nos edulcoraba en los
años de juventud y repetir una y otra vez, que sí, que es verdad, que las hojillas
del almanaque dicen que está aquí y que ha llegado el final del verano.
Aquellos veranos sin un céntimo
en el bolsillo y paseos calle arriba y calle abajo y baños en el río y en las
albercas de Flores - ¿os acordáis lo fría
que estaba el agua en las albercas de Flores? – y en la Argamasa y en la
Playita, y en Los Remolinos…
Leonardo Favio nos cantaba algo
muy bonito donde decía que “fuiste mía un verano, -¡cuánto más de ilusión que
de realidad¡- solamente un verano…” Era
la añoranza a un amor que había sido, pero que ya no era porque la vida es así
y todo, como decía don Antonio, pasa, porque “lo nuestro es pasar”.
“Los gritos”, un
grupo que tuvo su protagonismo por aquellos años jóvenes, también despedían al
verano, hablaban de campos marchitos, de pájaros enmudecidos, de álamos sin
hojas y de la partida de la chica que se iba, como se iban todas las chicas que
daban un colorido especial a los veranos…..
Las estadísticas dicen, que este
verano que se despide, ha sido más caluroso que otros, y que lo del cambio
climático va tan en serio, como que todo
está cambiando… para peor. Como era peor – al menos, a nosotros nos parecía
así, y no era ni mejor ni peor, sino distinto – aquello de reemprender el
curso. Ir a la Denis, en Calle Santa Lucía, a comprar los libros de texto,
subir por Mariblanca y por calle Refino la cuesta camino del Ejido, donde
esperaba la lucha sórdida con todo lo nuevo.
Otros muchachos amigos, no
estudiaban y para ellos empezaban los días de un jornal incierto, los
madrugones para ir a la obra, las primeras escarchas mañaneras, porque amanecía
más tarde y todo estaba chorreando en el campo. Ellos, también decían adiós al
verano… Hemos dicho adiós a un puñado de veranos y a amigos que no vieron cómo
nos fueron llegando otros veranos. En fin, la vida.
sábado, 19 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Biznagas
“Más que una flor y menos que una
estrella”, la definió el maestro Alcántara. ¿Dónde puedo cultivar biznagas?
dicen que preguntó, llevado por su curiosidad, cuando vio tanta belleza ante su
ojos y, además, desprendiendo aquel perfume sensual, profundo y embriagador
como una noche de amor.
“En ningún sitio” le contestó. La
biznaga, “un regalo de Dios”, es una composición hecha por almas especiales,
esas almas de ‘nardo del árabe español’ que se quedó por aquí, por esta tierra
flotando entre brisas saladas que suben de la mar cuando se va la tarde y los
montes que cierran el horizonte cuajados de uvas al final del verano como ojos de color
moscatel.
El nerdo es el complemento
necesario para la composición de la biznaga, y como siguió preguntando,
entonces, supo que es una planta que se cría en los bordes de los caminos en
terrenos bien drenados o entre cultivos de cereales, que luego serán ‘cuerpo de
Cristo’… Los trigos, ¿no?, sí, los trigos que mece el viento en abril y encaña cuando llega mayo y arrecia la calor…
La flor del nerdo es una umbela.
El nerdo hay que segarlo verde y cuando está subido. Luego, después de un
tiempo se seca y toma un color beig… En sus puntas se ensartan los jazmines
antes que abran cuando llama a la puerta la luz de la tarde.
Dicen los que saben que hay más
de doscientas clases de jazmines. “Muchos son los llamado y pocos los
escogidos”. Solo los ‘jazmines reales’ son idóneos para confeccionar una
biznaga. El jazmín, un arbusto trepador, crece junto a las tapias y en zonas
bien soleadas.
Su flor dura solo un día. Por la
mañana temprano es un alevín de flor, luego, a medida que avanza el día, toma
cuerpo y cuando llega la noche, abre con todo su esplendor y perfume. En un
tiempo se usaba como ahuyentador de mosquitos y dejaba en la casa un perfume que
lo impregnaba todo.
La biznaga es el mejor
complemento de una mujer en una noche de verano. En el pelo, en el canalillo
del pecho, en la mano como símbolo de la prolongación de la belleza de sus
ojos, de su estilo, de su cuerpo. Ah, y dicen, que además, con los boquerones,
los espetos y el cenachero es el símbolo
de Málaga. ¿Hay quien dé más?
viernes, 18 de septiembre de 2020
Un hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer que tenía los ojos azueles como el mar y VII
Ella sentía un no sé qué
indescriptible por dentro. A la felicidad, se le unía la nostalgia de algo que
se perdía, que ya quedaba en el recuerdo…
Y entonces, él sin decir nada,
cogió su mano, miró sus ojos azules como el mar que brillaban de una manera
distinta, y para sus adentros pensó: me parece que estoy demasiado enamorado…
Finalizaba un viaje en el que los
dos habían disfrutado del colorido de una región inigualable. El mar alcanzaba
esa tonalidad inabarcable de azul belleza, cosida entre olas y las estelas de
los barcos al viento. Se prometieron volver, nada había acabado…
Aquella noche dormirían en Roma,
y a la mañana siguiente, después de cumplimentar la entrega del coche en el
renta car, tomarían un avión desde Fiumicino de regreso a casa…
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer que tenía los ojos azules como el mar y VII
Ella sentía un no sé qué
indescriptible por dentro. A la felicidad, se le unía la nostalgia de algo que
se perdía, que ya quedaba en el recuerdo…
Y entonces, él sin decir nada,
cogió su mano, miró sus ojos azules como el mar que brillaban de una manera
distinta, y para sus adentros pensó: me parece que estoy demasiado enamorado…
Finalizaba un viaje en el que los
dos habían disfrutado del colorido de una región inigualable. El mar alcanzaba
esa tonalidad inabarcable de azul belleza, cosida entre olas y las estelas de
los barcos al viento. Se prometieron volver, nada había acabado…
Aquella noche dormirían en Roma,
y a la mañana siguiente, después de cumplimentar la entrega del coche en el
renta car, tomarían un avión desde Fiumicino de regreso a casa…
jueves, 17 de septiembre de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer que tenía los ojos azules como el mar
Se levantaron sin que hubiese alumbrado
el día. Querían llegar a Pompeya antes que la masa de turistas – sabían que era
un imposible – colapsaran la entrada. Cada día, acuden cientos de personas de
todas las partes para visitar las ruinas.
Ellos tenían entrada VIP. La
espera sería menor que la que tendrían que soportar los grupos. Se despidieron
de Lucca y Gigliola…
Por el camino, él le daba vueltas
a la conversación mantenida durante la cena en Positano con don Giovanni. Sabía
que era un experto en la vida y obra de san Pío X, sobre quién había hecho su
tesis. Cuando le pidió que le hablase del Papa Sarto, le contestó que había
sido un hombre providencial, en un tiempo muy difícil, “aunque todos los
tiempos, agregó, lo son”. Tuvo la suerte de tener a su lado a Merry del Val.
Fue de lo mejor que España ha enviado a Roma en mucho tiempo, aunque en España
es casi un desconocido…
Le preguntó por qué en Italia, a
los Papas se les conoce por el apellido, “porque son nuestros” dijo. Y,
¿Wojtyla, también? También, afirmó de manera rotunda, “el polaco, el más
italiano de todos”. ¿Y el Papa Francisco?, “El Espíritu Santo no se equivoca
nunca”, y agregó: “Más de dos mil años de pervivencia, son muchos años”.
¿Don Giovanni, le había
preguntado en otro momento, existió don Camilo? “Sí, - contesto - en la mente de Guareschi, aunque
yo lo conocí”. Todos rieron la ocurrencia del viejo, que era sabio por lo que
sabía y por viejo…
Cuando llegaron a Pompeya… ¡un hervidero!.
Ves, le dijo a ella, toda esta gente, como nosotros, acude a la llamada morbosa
de la muerte. El Vesubio, en la lejanía seguía agazapado en la luz de la
mañana.
Llamó a su amigo Sebastiano, esperto
nella storia della Chiesa y un grande viticoltore. Comieron juntos y
después, deambularon por Nápoles. Las huellas de la Corona de Aragón seguían
vivas. El palacio de Alfonso V ‘el Magnánimo’, era señal de un pasado de
esplendor. Pasearon por la plaza del Plesbicito, al final de la Via Toledo,
cerca de la plaza de Trieste.
La luz entraba por el techo
acristalado de la Galería Umberto I. Ella entró en una tienda y se compró un
bolso de piel color camel, pequeño y de un precio razonable….