Lo dice el Cancionero anónimo:
“Aunque el campo se ve florido / con la blanca y la roja flor”… El tren avanza raudo. Cruza a una velocidad
que deslumbra. Desde la ventanilla, esta primavera que ha arrancado fuera de tiempo,
o sea muy pronto, está abierta a la contemplación y no nos deja salir del
asombro.
Me dice una amiga que Sevilla
huele ya a azahar. Sevilla decía la copla tiene un color especial y, ahora, el
olor de siempre. Ese olor al que
recurren los pregoneros, como si hiciera falta recordar al que escucha que el
olor a azahar llega a lo más hondo del alma. En Sevilla y en Álora y en todos
los naranjales, el azahar compite con el canto de los pájaros que buscan una
rama para hacer su nido.
Sierra Morena, por cierto, “que
bien le ponía los nombres, quien le puso Sierra Morena a esta serranía,” es un
manto de hierba casi raquítica bajo el encinar de siglos. Entra el sol por las
quebradas. Corren algunos arroyuelos con una agua cristalina.. Me acuerdo de
aquella primeras traducciones “Cervus in fonte bibebat…”
El Valle de Alcudia está verde.
Pastan – están en lo suyo – los rebaños ajenos a ese ruido que rompe su silencio.
En la campiña de Córdoba, han puesto en marcha los riegos por aspersión. Los
trigos parecen el césped de un estadio, donde en cualquier momento, saldrán a
jugar su partido de cada mañana, en su rato de recreo, la patulea de angelillos
traviesos…
Hoy, los tractores han puesto la
poesía de la necesidad en la calle. Es una poesía menos florida y más cruel. Es
el problema que acucia. En el Consejo de Ministros – da la impresión, y nunca
mejor pensado, que riegan fuera del tiesto – dicen que van a tomar medidas. Tropecientos
mil decretos y sus leyes adjuntas para desarrollarlos. Ya los que saben, han
dicho que ese no es el camino que lleva a la solución.
El campo clama por soluciones de
despacho y por soluciones de la meteorología. Quiere también, agua que baje del cielo. El fraile de
Fontiveros lo dejó dicho antes, mucho
antes de este antes, “mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con
presura…” Magarzas, amapolas, florecillas sin nombre, ponen su pincelada de
color y esperanza en estos momentos de tanta preocupación, duda y desencanto.
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