Tiene andar cansino y lento; lo
da el peso de los años. No lleva prisa. No tiene la bulla de quien quiere
arreglarlo todo de momento. La vida le ha llevado hasta esos años en los que
las cosas se miran de otra manera. Tiene su camino andado.
Viste de negro. ¡Ay el luto, el
luto siempre impuesto a las mujeres de pueblo! Un delantal, de los de andar por
casa, le preserva de posibles manchas. Tiene la cabeza blanca – “blanca de
nieve” que diría Víctor Manuel - . Los cabellos, dejaron por no se sabe dónde,
el color que tuvieron en otro tiempo. ¿El peaje, que a modo de tributo, le
impuso la vida?
Se ayuda con un pequeño bastón;
la otra mano, en el bolsillo. Puede ser el contrapeso para ir acompasando la
cadencia de su paso. Es el soporte que
le permite mantener el equilibrio. La calle tiene el suelo irregular, o al
menos así lo cantan los remiendos que le han ido dando, a modo de zurcidos de
hormigón.
¿Cómo se llama esta mujer? ¿Cómo
la trató la vida? Caben muchas preguntas. Yo siempre que veo una mujer de negro
me viene a la mente un rosario de interrogantes sin respuestas. ¿El marido?
¿Algún hijo? ¿Quién sembró en su alma la semilla de la pena? ¿Fueron, acaso
todas las cosas juntas?
Nunca nos dirá todo lo que ella
encierra y atesora dentro. ¿Cómo fue su infancia? Su vida, por los años que aparenta
en esta fotografía de Felipe Aranda, debió trascurrir en una España donde no
sobraban precisamente muchas cosas.
No es una calle cualquiera. Un banco solitario; un farol para la noche…
Seguro que en esa calle – todas las mujeres la tienen, pero aquí más que en
otras – hay mujeres con una sensibilidad especial, distinta, diferente. Hacen
que su calle se diferencie de otras. Han colado macetas a ambos lados, en la
pared, en las rejas de las ventanas… Hay también quien no quiere que se aparque
en su puerta y ha tirado de raya amarilla.
Ella camina despacio, con un alma
grande y profunda como el cielo que la cubre, como las montañas lejanas que
cierran el horizonte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario