Y entonces, la luz dijo que era
un reflejo, solo un reflejo, de la otra Luz y dejó que apareciese la farola
recortada en el azul limpio, impoluto del cielo. La ciudad, casi al alcance de
la mano, emerge de las aguas para deleite de todos y se asomaba a la bahía.
Ciudad de siempre, ciudad vieja
en el tiempo, de cuando los fenicios que venían de la otra punta de la mar
decidieron echar ancla. No fue exactamente ahí, aunque pudo serlo. Fue un poco
más allá, hacia sol naciente. Ya se sabe de Oriente también viene la luz, cada
mañana, cuando apunta el alba.
La farola - porque en Málaga no hay faro, sino ‘farola’
- señera para la navegación de jábegas y traíñas y barcas de pesca con aparejos
artesanos en la noche bajo estrellas lejanas. Mar de sardinas, jureles,
bacalaíllas, cazones y pintarrojas, salmonetes y … ¿chanquetes? (no, no, eso
era en otro tiempo)… Solo con estirar un poco los espigones de Levante “..en
los Baños del Carmen gran carrera, / concurso entre sirenas y delfines”, que nos
dejó dicho el Maestro Alcántara.
Rompen en azul – que uno no sabe
si es azul celeste o es el celeste que se hace más azul - las aguas de la bahía… Es un añil puro, casi
turquesa. Bellísimo, bajo la mano de la Luz. ¿Acaso, esa Luz no nos puede
recordar, cada vez que quiera, que su Madre cuando le viene en gana se echa sobre
su hombros un manto de azul turquesa, o sea celeste? ¿Lo cogería, por un
casual, de aquí en las aguas entre las playas de San Andrés y la Caleta?
Se asoma una ciudad nueva. Se
empina, casi se pone de puntillas sobre sí misma para elevarse más y más.
Quiere hacer más suyo el azul del cielo y ponerlo en un intercambio de cromos
con el azul de la mar de la bahía…
No es aquella de marengos que remendaban redes
en el la orilla, justo donde termina el rebaje y vienen a dejar las olas su
tributo de nácar. Es otra Málaga. El progreso, el mal entendido progreso, ha esparcido
a precio de or, - dicen que están entre las más caras de España - un enjambre de colmenas de hormigón que se
usurpan entre ellas los rayos de la luz…
Qué eclosión de poesía ¡ Qué concurso de sirenas y delfines¡ Qué placer recordar e imaginar con tus relatos¡ y rezar...también.
ResponderEliminarGracias, José