Abajo, en la acera de mi calle,
están abarrotadas las terrazas de los bares. Hace un tiempo engañoso. Es
febrero, pero tiene un no sé qué que
parece más primavera que el tiempo que realmente es.
Heráclito (540 a. C) filósofo
jonio de Éfeso, la parte más occidental de lo que hoy es Turquía, fue un maestro del aforismo, es decir, la doctrina concisa, precisa y que
pretende ser definitiva. Acuñó aquello que “nadie puede bañarse dos veces en el
mismo río”. Heráclito llevaba razón.
La fugacidad de todo cuanto
acontece en nuestro alrededor lo corrobora. Nada hoy es igual que ayer, y si
para colmo, nos falta la gente que ha formado parte de nuestra vida, entonces a
uno le asaltan las ideas de que, a lo mejor, no merece tanto esfuerzo afianzar
algo que dentro de un rato ya no va a ser.
En una semana, o sea en el vuelco
de ocho días, he ido cinco veces, al cementerio. ¿Están movilizando la quinta?
La respuesta viene sola. Eran personas de edades diferentes. ¿Entonces? Hay una
palabra que lo define: fugacidad.
Enfrente, en la costera del monte,
careaban, casi al caer la tarde, las cabras. Las cencerras transmitían una sinfonía
de latón y desorden. Las cabras
triscaban a su aire y, de vez en cuando, se escuchaba la voz del cabrero que
daba órdenes al perrillo que lo acompaña.
En los cipreses de la esquina, un
bullicio de gorriones se peleaban entre sí para obtener la rama más a su gusto
pasar la noche. En el borde del caballete dormitaban los gatos. ¿Esperaban la
ocasión propicia
para trepar por el ciprés?
Todo estaba impregnado de
fugacidad. Todo está de paso. Lo dejó
dicho el Maestro Alcántara: “Espectador y cómplice, decía / que la función se
acaba cualquier día…” Mañana no será
igual y todo lo que hoy ha tenido su momento, ya no volverá más y será
distinto. Fugacidad…
El crepúsculo era hermoso, precioso. La brisa suave; el cielo limpio. Tintineaban
las hojas de las palmeras washingtonias de mi vecino, los granados tienen un
pespunteo de brotes nuevos, los almendros,
abarrotados de flores nuevas. El campo derrama vida. A mí, que se me
ocurren cosas muy raras, me vino a la mente darle gracias a Dios por permitir
que lo disfrutase…
José, gracias por compartir tan bellamente ideas y sentimientos
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