San Pedro Bautista fue un fraile
franciscano martirizado en Japón en 1597. Dicho así parece muy lejano en el
espacio y en el tiempo. Una obra exhaustiva y pormenorizada, de Cayetano
Sánchez Fuertes OFM, acaba de rescatarlo del olvido. La ha publicado la B.A.C.
Madrid 2019, y se ha presentado en San Antonio del Retiro, recientemente.
Este hombre, otro más del Siglo
de Oro, nació en San Esteban del Valle (Ávila), “la Andalucía abulense”,
a los pies de Gredos. Pasó por Salamanca
donde consiguió formación universitaria, entró en la Orden Franciscana y se integró en la rama de los alcantarinos,
o sea, en los que buscaron la autenticidad de la vivencia del Evangelio. Luego,
pasó por México, tres años; Filipinas, donde ocupó cargos de relevancia, y
Japón donde desempeñó una labor que adelanta, en varios siglos, la Teología de
la Liberación.
Su enfrentamiento con el
gobernador de Filipinas es abierto. “Usted le llega a decir, públicamente, en
la catedral, tiraniza a los indios, y es responsable de la posible sublevación
porque no es justo con ellos”. Dicho así y en aquel tiempo…
Con los jesuitas, en Japón, el
enfrentamiento es aún mayor. Les acusa, directamente, de atender solo a las
clases privilegias. Ellos – los franciscanos, con él a la cabeza – van
directamente a los pobres y a los leprosos, clase maldita, entonces, en aquel
país. Su comportamiento es un escándalo en la sociedad. Consiguen que los
expulsen pero no obedecen la orden. Su final es la muerte en la cruz, la de él
y la de veintiséis compañeros.
La biografía es una obra muy crítica y muy valiente, diría
yo. Está muy documentada y prueba con textos hurgados en un sinfín de archivos
todo cuanto se expresa. Trata y compagina lo expuesto por san Juan de Ávila:
“hemos de ser amigos de los amigos de Dios”, al mismo tiempo que aborda el
problema de la ‘inculturalización’. Es un hombre temperamental que predicaba lo
que obraba, es decir, no era un profesional de la comunicación piadosa.
En 2018 la UNESCO ha declarado
Patrimonio de la Humanidad doce sitios relacionados con los cristianos ocultos
en la región de Nagasaki. Aparece un proyecto de ‘Camino de Santiago japonés’ a
imitación del existente en Europa. Todo un reconocimiento. Se ve que la gente
del Siglo de Oro no se solía perder en zarandajas.
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