Álora en otoño tiene un encanto
especial que no tiene en otras estaciones del año. No hay nada comparable con
esos momentos en los que un hato de
nubes aparece por el Monte Redondo y anuncian que traen agua. Tampoco hay nada
comparable con ese desencanto que dejan detrás de sí cuando pasan de largo y un
día sí y otro también no derrama ni una sola gota.
En Álora el tiempo, a veces, es
cruel. O nos ahoga con gotas frías, riadas incontenibles que lo arrasan todo,
anegan las riberas y se llevan cuanto
encuentra por delante, o nos ahoga en
los suspiros, como pedigüeños que anhelan la limosna de esa lluvia suave,
tenue, que fertiliza los campos.
Alora en otoño viste de oro
viejo los granados del vallado y los chopos del arroyo. Deshoja los almeces,
los nogales de la huerta, los ciruelos que en primavera darán frutos orondos y
sensuales, los membrillos que se vestirán de flores como un revoleteo de
mariposas blancas.
Están, ahora, las lomas pardas
surcadas por la sementera que enterró la semilla. Detrás del gañan caminó una
bandada de pipitas picoteando los bichillos que salían de la tierra. La tierra,
a primeras horas del día desprendía un vaho, luego, a medida que calentaba el
sol la neblina se perdía y solo se veían los pajarillos diminutos detrás del
arado.
Han llegado los tordos. Son el
terror de los olivares. Por las noches buscan
refugio en la torre del campanario o en los árboles grandes del parque.
Cuando amanece, muy temprano, casi con las primeras luces, se echan al campo.
Entre los zarzales los pichis, diminutos, dan saltitos pequeños. Se mimetizan
entre los espinos y uno no sabe si aquello que colorea es la pechuguita del pájaro o es una mora que
se quedó atrasada…
En estas tarde dulces, apacibles,
está el amor perdido entre nubes ocres, rojizas, anaranjadas, violetas... Evocan recuerdos de otro tiempo,
brazos que mecieron los sueños después de navegar sin rumbo en mares revueltos…
Se echa encima la noche.
Alora, en otoño tiene un
encanto especial. Hay un columbrar de nubes que juegan al escondite en el cielo
azul, pajarillos que vuelven y árboles de hojas doradas que regalan poesía a
quien quiera pararse a echar un rato con ellos… Es tiempo de otoño.
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