domingo, 3 de noviembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Venecia sin ti...





Venecia… ¿sabes? He vuelto. No sé por qué, pero he vuelto. He recorrido aquellos lugares que… ¿te acuerdas? Era una tarde de verano. Entonces hacía calor; mucho calor. Recorrimos la ciudad abarrotada de gentes, y tú me fuiste enseñando la ciudad que conocías tan bien…

Tomamos el vaporeto en el Lido. Cruzamos el mar y la ciudad  aparecía enfrente. Emergía como surgen las cosas bellas: con poderío, con fuerza que atrae y se hacen irresistible, con esa llamada a la que hay que darle una respuesta…

Cuando atracó el barco la gente salió despavorida. Cada uno sabía dónde iba. Me llevaste por los rincones más entrañables, más íntimos, con más encanto. Me ibas explicando todo despacio, sin prisa como quien conoce algo de una manera que otros ignoran y solo se transmite a quien se quiere.

Hacía tanto calor que me compraste un sombrero blanco. Era un sombrero de paja muy fina con una cinta negra que circundaba toda la cabeza y le daba un aire especial. Un aire de artista, de alguien marcado por un sello intelectual y que rompía moldes estereotipados.

Me llevaste a San Marcos. Cuando irrumpimos en la Plaza - ¡qué Plaza más soberbia! – una bandada de palomas levantó el vuelo. Fue un vuelo corto, como quien se siente molesto por un tiempo pero enseguida vuelven al mismo sitio, porque ese sitio es el suyo que no deben violar los intrusos…

Luego la catedral. La verdad que me decepcionó un poco porque yo esperaba más. No sabía la razón pero sobre mí pesaban dos figuras muy importantes: Marco Polo y el Papa Juan, aquel hombre bueno que un día salió siendo Patriarca y ya no volvió más porque le esperaban tareas enormes de renovación y magisterio.

Luego anduvimos por la ciudad. Te empeñaste en comprar cristal de Murano  - que se hace en la isla cercana – pero los precios te echaron para atrás. Eran abusivos y tan descompasados… Cruzamos el Puente de Rialto. Al bajar la escalerilla, a la izquierda, junto al canal tomamos un café…

He vuelto. No sé por qué pero he vuelto. Me resuena Aznavour. Venecia sin ti, ahora en otoño, es otra Venecia, más fría y más gris. Venecia bajo la niebla… Quiero aquella Venecia de luz de tu mano...Todo el ayer se me agolpa ante mi soledad. Siguen las góndolas por el Gran Canal, emergen las cúpulas en un cielo distinto…

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