jueves, 28 de noviembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tormenta




La madrugada tenía ya andado más de medio camino y, de pronto, sin avisar, un trueno grande irrumpió en la noche. Rompió el silencio y marcó un momento de sobrecogimiento y miedo. Te despertó. Yo estaba, como otras noches, en mis cosas y tú, medio dormida, viniste y te sentaste junto a mí. No hablabas, no decías nada pero tu cara expresaba un miedo interior que venía por lo que te oprimía desde fuera.

La tarde se cerró con un cielo de arreboles rojizos. La tormenta comenzó a rondar después. Bueno, la tormenta en sí no, pero sí unas nubes negras que se apoderaron del cielo. Eran nubes plomizas, con ese color tan feo que anuncia que en cualquier momento pueden descargar y todo se preparaba ante lo inesperado.

Después, cuando se hizo de noche, se veían como los rayos iluminaban el cielo en la lejanía. Pero estaba lejos de nosotros. Nos cogió desprevenidos y el trueno grande fue tan enorme que anunció que la tormenta ya estaba encima…

Tú, hurgaste en uno de los cajones donde siempre se guardan las cosas que habitualmente no se usan. Sacaste un cabo de vela, en previsión, me dijiste, por si se corta la luz. Te veía sentada junto a mí. La cara soñolienta y como quien espera algo que nos va a sobrevenir y nos va sobrecoger.

Escuchábamos cómo golpeaba el aguacero en la ventana. Venía con viento y fuerza. Crujían las maderas.  Eran bofetones improvisados contra la cristalera. Algo así como una granceo de granos de otra cosecha contra la que no se puede hacer nada.

Seguía tronando. Alcanzaste la palmatoria de la repisa de la chimenea, pusiste con cuidado la vela en ella, y entonces, precisamente, entonces, caíste en la cuenta que no tenías cerillas porque hacía mucho tiempo que los electrodomésticos eléctricos habían eliminado su uso.

Un relámpago iluminó toda la habitación, un trueno, otro más, y fue cuando se apagó la luz. Todo quedó en la oscuridad más absoluta y sobre el pueblo se descargaba la tormenta, cuando ya la madrugada tenía andado más de medio camino…brotaba algo especial en la dulce penumbra del cariño.



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