¿Dónde está el pueblo? He
llegado a la estación a media tarde de un día de otoño ventoso; a lo lejos,
antes de entrar en el túnel, desde la ventanilla del tren, miraba una ciudad
asomada en las crestas de los cerros, ahora
no la veo. Me pregunto por qué siendo tan bella, Alora se esconde a la mirada
de los viajeros…
Yo veía una ciudad blanca. Un pespunteo de hilo
impoluto fijado al paño. Algo sublime en el borde de un precipicio. Un bordado
de primor salido de unas manos exquisitas.
Se detiene el tren. La estación
está solitaria. No hay más gente que la
que ha bajado del tren. En la acera de enfrente, aparcados, los coches aguardan
el retorno de sus dueños. Están ahí desde las primeras horas del día. Están
cerrados los bares, el estanco, la cantina…
El tren partió de Málaga no hace mucho tiempo.
Ha cruzado por una vega ubérrima plantada de cítricos. Por un tiempo, la vía
vino paralela a otra vía. Es la del tren de Alta Velocidad. Ese tren de
progreso que viaja tan rápido que ya las distancias, entre ciudades, no se
miden en kilómetros sino en tiempo.
El tren llegó a la estación de
Álora después de traspasar la oscuridad de un túnel. El trazado de esta vía es
del siglo XIX. Alora y Málaga, desde entonces, más cercanas. Ahora, cuando los
tiempos ‘adelantan que es una barbaridad’, hasta este corto trayecto de poco
más de media hora nos parece como algo
que va muy lento. Nos devora la prisa.
El crepúsculo en estos
atardeceres cortos de otoño pone en el cielo resplandores rojos, anaranjados,
violetas, ocres. Las nubes plomizas se cambian en colores que evocan sueños
imposibles. Toman figuras de capricho. Los pájaros hurgan en la frondosidad. Buscan
una rama en los árboles de la estación donde pasar la noche.
El castillo, a la izquierda, en
lo alto de un cerro. En sus laderas crecen árboles raquíticos. Es el único que se
atreve a sacar pecho, a presentarse al descubierto con heridas cicatrizadas de las batallas de otros tiempos. Al otro
lado, a la derecha, una espadaña se levanta erguida sobre una ermita blanca…
Me lo pregunto. No hallo la respuesta. ¿Por qué
siendo tan bella, Álora, se esconde a las miradas de los viajeros?
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