Llegaron con el tren a media mañana. El sol andaba de puntillas por los cerros; los gastos se lavaban la cara en los quicios de las puertas. Palomas, en los tejados.
Juan Rivero nos llevó con el microbús a a Flores… El guía los puso, en situación, por el camino. Les dijo que Álora tenía tres
estaciones de ferrocarril, que hace casi ciento sesenta años que llegó el tren,
pero que la estación más cercana está a
poco más de tres kilómetros de puerta del Ayuntamiento. Las otras dos, Las
Mellizas y El Chorro, un poco más lejos.
Les contó que aquellas montañas
del horizonte son las sierras de Loja y Camarolo, y El Torcal, y las dos
pinceladas blancas, Los Nogales y La
Joya. Pertenecen a Antequera; el caserío disperso, Las Chozas del Cerro y el
Barranco de Sol pero eso es Almogía.
Les habló de la Sierra de
Abdalajís y del Valle y de los meandros que hace el río, el Guadalhorce, por
una vega fértil y aquellas tierras, les señaló, tienen nombre: los Llanos y la Vega Redonda y las lomas de El
Chopo.
Dentro del Santuario, le habló
de la Virgen de Flores que vino de la mano de los hermanos de Encinasola donde
termina España, a orillas del Múrtiga, o sea, la Ribera y empieza Portugal y
que desde 1484, es decir desde hace mucho tiempo, allí y aquí se le reza a la
misma Madre.
En la Fuentarriba supieron del
Beaterio de la Concepción. En el Museo, la suerte deparó un encuentro
insospechado, Epi exalcade les contó de las reparaciones de las ánforas iberas
y de otras piezas que se muestran. En la iglesia, admiración: “Ah”… ¡Demasiada
belleza! El maestro Leonardo les explicó los pormenores del cuadro el Bautismo de Cristo, y el guía les dijo
que había sido posible gracias a la generosidad del pintor, del Ayuntamiento y
de la Caja Rural de Granada…
En el castillo hablaron de
Diego de Ribera y de ‘Álora, la bien cercada’ y de taifas, emirato y califato; de Omar y Abderramán III; de la vega que se
abre camino de Málaga; de Memoria Histórica y de Jesús Nazareno…
Pasó el día. El tren partió con noche cerrada. Se perdió en la oscuridad… Dicen las Sagradas Escrituras que
quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Las Sagradas Escrituras siempre están
asistidas de razón…
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