Para ti...
sábado, 31 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El boque
El bosque era un anfiteatro
incrustado en un espacio cúbico muy profundo y oscuro. No entraba la luz nunca.
En los días soleados y claros, tampoco.
Entre las ramas de los árboles donde revoleaban las mariposas quería filtrarse la luz pero se quedaba en el pespunteo de
encaje de sus orillas. Nunca conseguía
llegar a lo más hondo. El bosque era un enigma deseado, anhelado y temido. Su
profundidad le daba un hálito de
misterio insondable. A veces, cuando arreciaba el viento, en noches de pasión, entre
las ramas de los árboles se oía una música de arpa que tocaban unas manos
lejanas e invisibles.
viernes, 30 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y final
31 de
agosto.- Sábado. Mis nietos regresan a Madrid – han venido sus
padres por ellos – y ponen fin a las vacaciones de verano. Todo ha sido muy
intenso. Llego a final de agosto un poco cansado. De entrada el campo ha dado
faenas –demasiadas - con las que no
contaba. Necesitaba estar un rato solo. Voy al río. He visto como… Bueno, mejor dejarlo. Anoche,
de madrugada, relámpagos lejanos delataban que había tormenta por la parte de
Granada. “Todo, dicen, es posible en Granada”. Sueño con que todo sea posible
en Granada…
jueves, 29 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Una tarde cualquiera.
Los dos amigos llegaron hasta
la curva grande, la que está después del puente de piedra, donde anida una
pareja de abubillas, al final del camino
y hace un giro de ciento ochenta grados y busca las curvas de nivel, y hace el
descenso más suave. Los dos amigos se sentaron en un poyete de ladrillos
macizos. El suelo estaba caldeado por el sol de la tarde a pesar de las sombras
de los eucaliptos que orillaban la carretera.
La ciudad se extendía ante
ellos. Sobre el caserío la torre de la catedral se elevaba de manera
sobresaliente. La catedral era un edificio soberbio, enorme. Lo llenaba todo,
bueno, todo el espacio en el que unos cientos de años antes los hombres de
aquel tiempo decidieron que debían levantarla.
A la izquierda de la catedral
coronaba el monte un castillo. Del castillo sobresalían la muralla que lo
circundaba y un bosque de cipreses que le daban un aspecto diferente. Más
abajo, donde terminada la muralla, se levantaba la alcazaba. Era un edificio
restaurado que cantaba su aire oriental.
Al fondo, en la lejanía, se
veía el mar. ¿Cómo creéis, les preguntó un día Lorenzo, cuando subían por la carretera, en otro paseo, de
aquellos paseos largos, que llegaban hasta la Fuente la Reina, que llamaba
Góngora al mar? Hubo un silencio de ignorancia. “Cerúlea tumba”. Los muchachos
no captaron la metáfora, pero hubo uno que no la olvidó y la recuerda muchas
veces…
El mar era una paz lejana y
plana. A veces la luz de Él le daba un tinte especial. Desde aquella lejanía no se percibía ninguno
de los detalles que el mar regala a los que lo miran con los ojos del quien
siempre busca algo. El mar era algo lleno de enigmas… ¿Entonces…?
Por el otro lado, hacia tierra
adentro y encerrada por montañas lejanas se extendía la ciudad. Todo el caserío
era algo compacto, abigarrado. Parecía que los edificios habían perdido una
competición contra sí mismos y contra los otros… Con menos altura que la
catedral, se levantaba el estadio del equipo de futbol de la ciudad. Por aquel
tiempo aún no lo había ahogado el crecimiento desordenado y anárquico…
Los muchachos hablaron de sus
cosas. Inquietudes, zozobras, dudas, sueños que podrían cumplirse. En algunos
momentos se abría un silencio largo…
-
Hermano…
-
¿Qué?
-
No. Nada…
miércoles, 28 de agosto de 2019
Una hojas suelta del cuaderno de bitácora. Sabiduría de pueblo
Me dijo, en cierta ocasión, mi
amigo Juan Gaitán, que en las Facultades de Periodismo enseñaban como algo muy
a tener presente y que nunca se debe hacer es comenzar un artículo con un
refrán. Llevan razón, casi siempre los profesores; Juan, también. En ocasiones, la realidad se impone y,
entonces, el refranero deja una sentencia que es imposible de rebatirla.
La observación del pueblo – de
algunos hombres del pueblo sencillo – predecía, en cierto modo, cuál iba a ser el
comportamiento del tiempo a lo largo de todo el año. Se fijaban en su
intuición, en la observación de la naturaleza, en la evolución de las nubes, en
la emigración de los pájaros… A todo eso lo llamaban, ‘Cabañuelas’. Meses
después, siempre había quien corroboraba el comportamiento de la lluvia otoñal
o del viento que arrasaba, o de la nevada a destiempo porque lo habían determinado, en su día, ‘las
cabañuelas’.
Solían decir, además – y ahora
sí viene lo del refrán – que “en agosto frío en rostro”. Las temperaturas
parece que no lo desdicen. A días intensos de calor en la primera quincena del
mes han seguido otros más suaves. Claro que esto va por barrios, y a quien se esté asando vivo en el interior…
pues eso. El Solano para unos es abrasador y para otros, al mismo viento que
llamamos Levante trae mañanas relativamente frescas y noches agradables. Cada
uno en la feria… (y seguimos de refrán).
Dice otro refrán que
‘Septiembre o seca las fuentes o se lleva las puentes’. Septiembre aún no ha
llegado. Llama con los nudillos a la puerta. Lo de las fuentes llevan secas
desde hace mucho tiempo; lo de los puentes es otro cantar. Anoche el
telediario informó de los tornados –
hablan de dos – de Campillos donde llueve ‘sobre mojado’ y de riadas
incontenibles que lo han arrasado todo en un montón de pueblos de España.
A todo eso ahora lo llaman
‘gota fría’, calentamiento global, cambio climático, Dana… No sé. Pienso que a
lo mejor hay otra manera de llamarlo más castiza, más llana y más directa y que
entiende todo el mundo. Eso, sencillamente, es mala leche.
martes, 27 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Plagas
Hablan y no paran. Están
desesperados. El año pasado fue en Castilla; este año, en Aragón. Las plagas de
conejos acometen con voracidad los cultivos. Hay daños en los herbáceos. Son
más perjudiciales, aún, en los leñosos
porque recuperar el tronco de un árbol o una cepa de vid, en ocasiones, raya en
lo imposible.
Piden que la
Administración tome medidas más
contundes, más efectivas. Lo piden casi con desesperación. En la Almunia de
Doña Godina, en la comarca del Valjalón, el Ayuntamiento facilita los
cartuchos; los agricultores se prestan al trabajo que ha pasado, de práctica
cinegética a necesidad de supervivencia.
Informa el periódico que el año
pasado abatieron sobre treinta y cinco mil conejos – que son muchísimos- pero la capacidad de reproducción de estos
roedores es más rápida que la de exterminación y lo que puede parecer como algo pintoresco ha
terminado en una auténtica plaga contra la que se ven impotentes.
El año pasado les tocó a las
provincias de Valladolid y Palencia. Por El Cerrato y por la Tierra de Campos
los estragos en la economía de la zona fueron de montantes muy elevados. Las
quejas y las luchas de los agricultores en muchos casos quedaron en el olvido y
en la impotencia.
Más cerca de nosotros está
apareciendo otra. Los jabalíes ya se bajan del monte a comer en los cubos de
basuras de las ciudades. Hace unos meses los vieron por Ciudad Jardín en
Málaga. En Castelldefels, en Barcelona son casi habituales sus presencias nocturnas
en las afueras de la ciudad. Cuando puntos tan lejanos como Málaga y Barcelona
sufren del mismo mal hay que pensar que
no hay nada de pintoresco y sí algo más serio por lo que preocuparse.
Me cuenta un amigo, guarda de
coto, que en la zona de Casarabonela, muchos de esos animales se han cruzado
con los cerdos domésticos y está apareciendo una subespecie de cerdos
asilvestrados muy peligrosos y como los propios jabalíes transmisores de
enfermedades.
Hay otra plaga con serios daños
en los cultivos. Viene de la mano de las cabras monteses. Además del daño por
campeo en las zonas de labor, le añade el causado con la cornamenta de los
machos contra los troncos de almendros a los que le cortan la subida de savia y
le causan la muerte por sequedad…
lunes, 26 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Se equivocó la paloma
Amanecía. Por los cerros de
enfrente apareció la luz entre las nubes. Era otra luz. Era la luz de los momentos especiales. Tenía que ser Él.
No había dudas, era Él. En medio, entre
la casa y las montañas que festoneaban horizonte, se había extendido niebla; se
difuminaba… Lo llenaba casi todo. Se recortaban las figuras.
Pasó un tren. Hacía mucho
tiempo que no sentía el paso de los trenes con ese ruido tan característico,
tan propio, tan suyo. La máquina avisaba con el silbato porque se acercaba al
paso a nivel…
Aunque él estaba en el campo sabía
que en una playa de otro lugar al que no podía ver, las olas se acercarían con su rumor monótono hasta el rebalaje y venían a morir en
la arena. Las olas, de hecho, nunca mueren. Se van y vienen y vienen y van y
así un día y otro, y otro y entonces… ¿Entonces? No hay entonces, es el mar,
sencillamente, el mar…, y la mano de Él.
Vio como arrancaban el vuelo
las palomas desde el alero del tejado, y por no saber cómo se deslizó como una
brizna de brisa que se le posó en la frente, y le vino el recuerdo. Eran los
versos de Alberti y recordó a aquella paloma que “Creyó que el mar era el
cielo; / que la noche la mañana. / Se equivocoba”.
Y fue cuando esbozó una
sonrisa. Esa media sonrisa que deja entreabierta una comisura en los labios,
como un desliz inoportuno que se impone a pesar de todo. Una sonrisa cómplice
consigo mismo. Afloraban más recuerdos: “Por ir el al Norte, fue al Sur. /
Creyó que el trigo era agua. / Se equivocaba”.
En el cielo se abría paso la
luz. La nubes tomaron un color de barniz desleído, como aguado. A algún
angelito, aquella mañana, se le pudo haber derramando el cubo de añil y le echó
agua para que no se notase mucho y pensó: “que tu falda era tu blusa; /que tu
corazón su casa. / Se equivocaba”.
Y fue, precisamente entonces, cuando se
agolparon: estrellas, rocío, calor, nevada, orilla, cumbre, rama…Él.
“Se equivocó la paloma. / Se
equivocaba”. ¿Adónde iban las palomas de su casa? ¿También éstas se
equivocaban? A lo mejor, no; seguro, detrás de todo, estaba Él.
domingo, 25 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. He vuelto
José Luis Figuereo,“Selu", o
sea, El Barrio, sacó, hace unos meses su
último disco, ‘He vuelto’ Decía que se acabó el descansito y empezar un
caminito… No va por aquí hoy el agua al molino. No. Va por otra atarjea.
He vuelto a La Rosaleda. He
aparcado donde siempre. Por cierto, sigue roto el pulsor de la cisterna
del servicio desde el último partido, en
junio, cuando el Deportivo nos dejó en el infierno. No ha debido dar tiempo
para el arreglo.
He vuelto. No es el caminito del guitarra y sombrero
sino por Doctor Marañón. Aquí han aprovechado mejor el tiempo. Levantan, a toda
prisa, unos mastodontes en el solar de lo
que fue Citesa, y luego Alcatel, y luego Standar Eléctrica, y luego Telefónica…
En las montañas de tierra que han removido, han nacido cambrones que sin la ‘m’ antes de la ‘b’, es lo que hay
en los despachos que propician, con decisiones desafortunadas, que el monte se
queme…
He vuelto al reencuentro con
los compañeros de asientos, con los prófugos rescatados en la noche ilusionante de Riazor,
con... Me ha faltado Paco. “Quedan los artículos de su sobrino Dani Marín (este niño, perdón, por lo de niño, escribe
con una clarividencia proverbial) en el Desmarquemalaga. com ¿No lo conocen?
He vuelto al sufrimiento por la
impotencia. Se puede cambiar de casi
todo menos de sentimientos futbolísticos. Nos dijo muy clarito que la voluntad
es mucha, la cera poca y la procesión larga. ¿Qué no lo he dicho? Mi equipo es
el Málaga por si había alguna duda…
He vuelto a levantarme de
madrugada para ‘ir’ por la Virgen de
Flores al Convento. Por cierto no creo necesario ese bombardeo de cohetes…
Quien quiere ir, va. Hay que respetar el derecho al descanso de los que toman
otra opción. Quede claro. No me gusta que se moleste a nadie.
He vuelto al convento. Clarea.
Le pido a Ella que conceda a quienes quiero, lo que más necesiten. Me han faltado este año amigos entrañables:
José María, Miguel Leandro, Ignacio, Carmen y Antonio Pérez que tiene que
pasar, dentro de unos días, un río con muchas piedras. Seguro, le echa una
mano.
He vuelto al reencuentro con
los sentimientos. Ya está el calvario de las penas y alegrías. Delante, por la
calle camina un chaval. En la camiseta, serigrafiado. “Te quiero. Málaga…”
viernes, 23 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Azúcar y Lagrimas
Como
viajero debes saber que pasar de largo por Granada es pecado mortal. Yo, no sé
tú, en este viaje que te cuento hoy, pequé. Pero si me admites el consejo, en
Santa Fe, - los hay varias pastelerías, pero solo una tiene la palma, - ¿qué por qué no te digo el nombre? Para que
no te ‘aisles’ y preguntes -, prueba los “piononos” y, en el Suspiro del
Moro, como dice la leyenda que hizo aquél, gírate y convéncete que comienza otra Granada. La del destierro y
el llanto, el recuerdo y la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue, una
Granada de leyenda, de vida dura y sacrificio extremo, donde clima y paisaje
parece que se dan la mano.
Pedro
Antonio de Alarcón escribió que en Lanjarón arranca La Alpujarra , que siendo
una, los libros de Geografía hablan de dos, la de Granada y la de Almería.
Puede que a ti, como a mí, te guste más en singular. Pero también debes
entender que, en efecto, hay dos: la Alpujarra y la
otra. De la primera informan los folletos, las publicaciones y los
turistas; a la otra, llega menos
gente y tiene el sabor de los pueblos viejos, encerrados en su pasado, y son
celosos guardianes de su propia esencia; sólo la abren a quienes quieren y cuando lo desean.
De
Lanjarón sabrás de su balneario y de su agua. Contigo va a ir, en el recuerdo, una calle larga orillada de
plátanos. Es carretera y arteria urbana. Cruza el pueblo. Estos árboles de
ciudad tienen un destino diferente a otros árboles. Están condenados a soportar
lo que no aguantan otros, y se ven privados de las caricias del viento, del
susurro de la brisa, de la frescura de la lluvia nueva...
“Al
balneario - te cuentan - viene gente de todas partes y los de aquí se tienen
que ir”. Lanjarón sufre, como otros pueblos, la sangría de la emigración. Y
ofrece, a cambio, aguas termales que alivian el reuma, las afecciones de
columna vertebral, artrosis, vías respiratorias, sistema nervioso, neuralgias,
insomnios, agotamiento, obesidad...
Tierras
arriba, vas a entrar en otro paisaje. Es otro mundo. Prepárate para sensaciones
nuevas, lugares diferentes, y gente a la que supo plasmar como nadie Gerald
Brenan.
jueves, 22 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día
Para ti...
Permitidme que la rosa de hoy se la dedique a Encarna Paso. Ella, con su 'Volver a empezar' nos dijo lo importante que es para cada uno de nosotros que una mañana, sin saber cómo, vuelva la ilusión a nuestras vidas...
Permitidme que la rosa de hoy se la dedique a Encarna Paso. Ella, con su 'Volver a empezar' nos dijo lo importante que es para cada uno de nosotros que una mañana, sin saber cómo, vuelva la ilusión a nuestras vidas...
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Encarna
Hace unos días el periódico dio
la noticia. En Madrid, con ochenta y ocho años – una chavalilla – había muerto
de neumonía Encarna Paso, hija de Antonio Paso y madre del actor Juan Calot.
Bueno, hasta aquí, puede ser una necrológica más, pero no es así. Por supuesto
que no.
Encarna Paso protagonizó junto
a Antonio Ferrandis la primera película española que obtuvo un Oscar, Volver a empezar. Una obra de José Luis
Garci.
Naturalmente, la película fue
mal acogida por ‘parte’ de la crítica que, después, cuando llegó el Oscar se
tuvo que envainar mucho de lo que había escrito contra la película y contra su
director. Pues eso. Normal. Reconocer los méritos de otros – y si no son de mi
cuerda - en esta España nuestra cuesta
mucho.
Antonio Miguel Albajara - Ferrandis- es profesor de Literatura en
Berkeley y vuelve, de incognito, después de obtener el Nobel de Literatura a su Asturias natal
para reencontrarse con su amor de juventud Helena – Encarna Paso - , roto por
mor de la maldita guerra. Garci viene a
decir que entre los mayores también se aman por encima del cariño y del afecto.
Es más, afirma “solo se envejece cuando no se ama”.
En el reparto, además, tienen
cabida dos excelentes actores, Agustín González, - el gerente Losada, del hotel
Asturias – y José Bódalo, - Antonio Roxu dirigente del Sporting de Gijón y
médico -, a quien Albajara confiesa que le quedan seis meses de vida.
Helela, o sea, Encarna Paso dio
vida a una mujer excepcional. Valiente, decidida, fuera de todo convencionalismo
y con su rol perfectamente definido en el ámbito social en que se
desenvuelve. Los paisajes asturianos, e
incluso, lo rodado dentro de El Molinón,
ponen una nota diferenciadora en toda la película…
Como actriz, en su vida
profesional, desarrollo una intensa labor en el teatro. Desempeñó papeles
clásicos. Tuvo un gran éxito con “Yo, Claudio”. Ahora que nos ha dejado ha
vuelto a saltar como noticia su gran aportación a la película del Oscar.
A mí la película, con la
lentitud propia que José Luis impone en toda su obra, me encantó. Claro que no
soy objetivo, yo tuve la suerte de conocerlo de la mano del Maestro Alcántara y
ante eso…
miércoles, 21 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paisaje
Contaba Josep Pla (Viaje en autobús, Austral, 1942) que en
cierta ocasión Unamuno le había hablado de Pereda como descriptor de paisajes. En su opinión,
no los captaba. Su obra impactó entre los lectores con sensibilidad y,
sin embargo, era ‘un hombre incapaz de ver un paisaje’, y agregó más, ‘la naturaleza le repugnaba
absolutamente”.
Uno piensa en Peñas arribas. Años después transitó el mismo camino -con distintas denominaciones, claro – y revive
la bajada del Puerto de Palombera y Tablanca, y Celso y Chistu… Cuesta creerlo.
El Maestro Alcántara dijo que
el paisaje es un estado de alma. No estaba exento de razón. En cierto modo todo
es del color del cristal con que se mira… Son apreciaciones personales.
El paisaje es un libro abierto.
Busca un lector que desentrañe las líneas de cada página. Es lo que tenemos
frente a nosotros y nos permite, a cada
uno, hacer su lectura. Su propia lectura.
El paisaje muestra, además, la
presencia del hombre. Esa huella se enseña de muchas maneras. Alguien dijo: si
hay una chimenea que echa humo debajo hay un hogar y allí está el hombre. Las
tecnologías modernas han acabado con las chimeneas. Un paisaje con casas, sí
habla de la presencia del ser humano.
Deja el hombre también sus
señas de identidad en un tendido eléctrico y puede decirse que es una manera de
contaminarlo, pero... También es una forma de ver como el progreso de hace unos
años - hoy serían placas solares – llevó
hasta las viviendas algo tan esencial como la luz eléctrica.
Pone el hombre su sello en los
cultivos. Un rastrojo peinado con una segadora no nos dice de cuadrillas de
segadores con la hoz en mano y sol en las espaldas en una costera: “Se segar de los sembrados / ya vienen los
segadores / de beber agua de pozo / toda llena de gusanos”.
Y el paisaje sigue ahí. En la
lejanía las montañas calizas, El Torcal, en este caso, a modo de trapecio
recorta un horizonte limpio de nubes. En la media distancia, olivares
alineados, lomas onduladas, majanos de piedras y palmas. A pedir de mano,
cítricos frondosos, ubérrimos…
Está en su sitio. Nos espera.
Solo aguarda una lectura. Hay otro paisaje, el de la soledad del hombre decepcionado
que camina consigo mismo. Ese para otro día…
martes, 20 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Campo de agosto
El campo tenía sus leyes, su
calendario y su tiempo. Todo medido, tasado y, si me apuran, marcado en alguna estrella perdida. No había
leyes escritas pero como todo el mundo lo sabía; casi todo el mundo las
respetaba.
Con las calores del verano no
se podían arrancar los garbanzos si ya
había salido el sol. Había que apurar las madrugadas de blanduras, o sea, esos
días en el que el aire de levante entolda el cielo y pone las cosas con una
suavidad apropiada. Entonces, los cascabullos de las matas no se rompían, y se
hacían gavillas, o más bien pequeños montoncitos, afianzadas con una piedra
encima para evitar que se dispersasen con el viento.
Por la Virgen de agosto, el
quince, se comenzaban a guardar los suelos de los olivares. No podía entrar el
ganado a pastar. Desde esa fecha se sabe que la aceituna ya tiene aceite y que
puede ir al molino. Un poco después se daba la primera vuela. Era una recogida
de mucho trabajo y poco rendimiento porque la aceituna bajada a tierra era una
aceituna de maluqueo.
También en ese día abrían la
media veda para los cazadores. Eran pasto del fuego de escopetas tórtolas,
codornices y palomas. En los aguaderos del arroyo donde los animales acudían a
beber, sobre todo. Era un traqueteo constante de tiros. No sé si la ley – la de
caza, quiero decir – ha cambiado, y si, ahora, se permite eso o si la
‘civilización’ ha impuesto otras normas. No soy cazador pero aquella práctica
me parecía de una crueldad tan grande que siempre me rebotó dentro.
En agosto venían las primeras
tormentas. No me refiero a las gotas frías del Mediterráneo que por aquí, por
mi tierra, en el sur del Sur, eran temibles, sino a aquellas que descargaban de
media tarde arriba – ‘nubes de evolución diurna con desarrollo vesperino
vertical’ ¿se acuerdan? – coronaban los
cerros lejanos y, luego, se nos venían más cercanas y los aguceros refrescaban el ambiente y
dejaban aplacado el polvo de los caminos.
Había otra ley tampoco escrita.
Venía de la mano del refranero: “agosto frío, en rostro”. Desde hace unos años
parece que el refranero también tiene muchas cosas en contra y miren por dónde
como que no se cumplen algunas aunque esta mañana he percibido un tímido helor
mañanero...
lunes, 19 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ingratitud
Tengo un problema. Bueno; uno,
no, muchos problemas. Verán. Regreso del campo. Llego a mi casa -perdón por hablar hoy de mí – y me encuentro
a mi mujer hecha un basilisco. Sin mediar palabra, a veces, no hace falta que
medie palabra para saber que hay levante…
Y eso, que va y me dice que va
a llamar a Paco Valverde, amigo (que pinta y escribe como los ángeles, además),
y abogado de los buenos y que le va a decir que prepare los papeles del divorcio.
No aguanta más. No hay ser humano que tenga la capacidad de sufrimiento que
tiene ella y…
Yo, calladito. Ni pío. Y sigue.
A ver, me dice, a ver, qué ser humano aguanta que en un día gélido y frío como
el de hoy su marido le quite de en medio la bufanda, los guantes, el abrigo de
astracán falso que le compré en la rebajas de Gómez Raggio el año que el Málaga
llegó a las semifinales de la Copa del Generalísimo (¡qué Dios tenga en su
Gloria, ahora que Pedro Sánchez lo deja tranquilo), y lo que es más, ¡el jersey
de lana recia que le traje en no sé que viaje a Escocia…!
Y, entonces yo, con la humildad
franciscana que me caracteriza, casi sin querer levantar la voz un poco más
allá de donde sale para no despertar al gato le dije que todo lo había hecho
por su bien. En un día como hoy, me
atreví a anunciarle, ¿cómo iba a consentir que saliese a la calle y así sin
más, como quien no quiere la cosa, cogiese unas anginas de las malas de esas
que suben la fiebre una barbaridad…?
Y, además, con lo mala que tú
te pones, le dije, con los resfriados y pudieses pescar uno de esos malos que
dan tos por la noches y hay que poner una cebolla partida por la mitad, o sea
en dos partes, en la mesilla de noche para mitigar - la tos; la cebolla, no- y
tener qué tomar infusiones calentitas de tomillo con miel…
Pues como que no. Me dice que
llama a Paco, y que arregle esto…, no aguanta que en días fríos y gélidos como
el de hoy… Yo me quedo meditabundo, cabizbajo y cejisjunto y pienso en el
hombre del tiempo que dice que algunos sitios hasta hace calor…
domingo, 18 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de estío
El niño recuerda cómo no
pasaban las horas largas de la siesta en el umbral oscuro de su casa. El niño
vivía en una casa grande pueblo. En las
horas de más calor su madre cerraba las puertas y ventanas; la
casa se quedaba en penumbra. Las sombras eran las dueñas de todo.
La casa del niño tenía dos
escalones para acceder a la calle desde un
portal grande que en otros sitios llaman zaguán pero en la casa del niño,
siempre, lo llamaron el ‘portal’. La puerta grande que daba a la calle era de
madera con cuadros que ribeteaban un extraño dibujo sin ninguna pretensión
artística.
Casi siempre estaba
entreabierta y, para más seguridad, tenía una pequeña cadena que entrecruzada
las dos hojas. Permitía la entrada de la
luz y decir a los posibles visitantes, que dentro había alguien, pero que
forzaba a llamar con una manilla de acero, a modo de mano entreabierta, y que sonaba al golpearse contra un artilugio
redondo y macizo.
El portal estaba separado de la
casa por una puerta, otra puerta, también de doble hoja, de cristales
traslúcidos. Eran cristales granulados que dejaban el paso de luz pero no se
podía ver a quién estaba al otro lado a pesar de que la figura se recortaba en
la oscuridad. Esa puerta, casi siempre, estaba cerrada pero sin encajar y permitía dejar abierta una ranura grande. El
niño siempre la empujaba y entraba directamente.
Las paredes del portal, hasta media altura, estaban recubierta
de azulejos sevillanos. Dibujaban hojas de no se sabe qué árboles extraños de un paraíso perdido. El
niño siempre soñó con paraísos de otros sitios pero nunca le sirvieron de
inspiración aquellos mosaicos ribeteados por una moldura de ladrillo verde
intenso y oscuro. El suelo del portal,
también de ladrillos, con figuras raras
que hacían dibujos geométricos…
El niño dejaba correr aquellas
horas. Un libro entre las manos, una radio lejana, un rayo de solo por la
rendija de la ventana… y la espera de
las horas menos duras para salir a la calle y
estar con los amigos…
El niño dejó de ser niño. En
otra tarde de estío, recuerda ahora, desde otra casa, aquellas horas lentas en
la umbría y el frescor de su casa grande
del pueblo, tan grande, tan grande como
imposible de recuperar aquel tiempo perdido.
viernes, 16 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Colón
No hay manera humana de saber
donde puñetas nació Cristóbal Colón como tampoco donde están sus huesos. Se los
apropian de la manera más acaparadora, y
todos – sevillanos y cubanos – dicen que los que custodian ellos son los
verdaderos.
El marino genovés, eso sí,
descubrió el Nuevo Mundo perro todo en su vida son enigmas. ¿Era judío y por
eso ocultaba muchas cosas? ¿El rey de Portugal no le hizo caso porque lo tomó
por loco o porque no tenía dinero? ¿Lo que reveló al fraile Marchena, en
confesión, era que realmente ya había estado en América y por eso la reina
cambió de parecer inmediatamente?
Ahora que en España,
iconoclastas como nadie, no reconocemos a los nuestros todas las grandes
hazañas y los vilipendiamos (no hay más que ver el trato que acabamos de darle
a Hernán Cortés con tantos disparates publicados a raíz de la conquista de
México), el único que tiene garantizado que no lo bajan de la columna del final
de Las Ramblas, en Barcelona, es Colón.
¿Qué no me creen? Pero si
Cervantes, el Quijote, Santa Teresa o Tartesos eran catalanes, ¿cómo van a
dejar que otros se apropien de la figura del Almirante?. Que no, que no le den
más vueltas, Cristóbal Colón, catalán…
Un amigo, Joan Mas, experto
conocedor de toda la historia de su tierra, Mallorca, y con quien conocí,
porque me los enseñó él, los talayots y las navetas prehistóricas de su tierra, me lanzó una hipótesis. Verán. La escuela
cartográfica mallorquina de los siglos XIII y XIV era la mejor y más preparada
de todo el Mediterráneo. Vale. ¿Y si Colón, por un casual nació en Génova,
pueblecito mallorquín en el Poniente de la Isla, cercano a Calviá?
Se pueden matar varios pájaros
de un tiro: era ‘genovés’, claro. Colón – con
‘m’ Colom – es un apellido judío mallorquín, la calle de la cadena,
cerca de Santa Eulalia en Palma, habla del poderío hebreo en la ciudad y,
además, conocía, a la perfección, la Escuela de Cartografía que lo pudo haber
llevado antes a América…. Una pincelada más: pide como confianza ante la duda
en el mar de los Sargazos, tres días, si
al tercero, les dijo, no hemos llegado, nos volvemos: “Tierra”, gritó Rodrigo de Triana. Vaya hombre, éste no
era catalán, sino… de Lepe. ¡Pasan unas cosas!
jueves, 15 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de azul y nácar
Todo está en calma; baja el sol
que no se ve hacia su ocaso. Tarde de brisas suaves, sol y olas de nácar. Van y
vienen. Un suspiro robado a hurtadillas; un anhelo incontenido; un hálito que sale del alma… Tarde de agosto azul. Desde tierra ven cómo cielo y horizonte
beben la misa paleta placentera. Es un azul que juega a mostrar todos sus
matices. Los posibles y los otros. Calor
y espuma sin gaviota. Sabor a
versos del Maestro Alcántara… “la aventura pequeña de ese barco / que hace
su travesía por un charco/ sabiendo que a babor nadie contesta”.
En la lejanía un velero. ¿De
dónde viene el barco velero que cruza la mar por la lejanía? ¿Adónde van los
barcos que vemos mimetizados con eso que
llamamos horizonte? Juan Mostazo y
Oliva, sí lo sabían. Según ellos, de Cádiz,
cruzaba la bahía y no llegaba al Puerto, Puerto de Santa María. Sí, sí el
Puerto de Alberti y de don Pedro Muñoz Seca y de Fernán Caballero y de Joaquín,
el Puerto donde había estudiado Juan
Ramón y veía la playa desde su ventana…
Iban a más los maestros en la
copla – por cierto 1938, o sea, ayer tarde – y hasta sabían el destino. Había
un poco de desacuerdos, eso sí, porque según unos iba para Cartagena y otros,
le acortaban camino y lo dejaban en Almería. Cuestión de rima… ya ven…
La copla – Carceleras del
Puerto – la han cantado todas las grandes. Todas. Imperio Argentina, Doña Concha, Rocío Jurado,
Antoñita Peñuelas, y hasta Sara Montiel,
que la verdad por delante, Sara lo que se dice cantar, cantar pues… eso. De
todas, yo me quedo con la voz de Pasión Vega. Es la voz sutil como el vuelo de
una mariposa, aterciopelada como la brisa que empuja la vela de ese barquito velero
que va por la bahía, como un regalo de Dios en medio de la tarde.
Tarde de azul y nácar; sabor salino y marinero… Marilina estaba allí.
Yo, me apropié de su foto…
miércoles, 14 de agosto de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Málaga
Málaga de Gibralfaro y la
Caleta y sirenas en la playa con acurrucos de arena; Málaga de sol y alegría, de
rosas en Puerta Oscura; claveles
reventones y palmeras; de percheles y azahares…
De terral de agosto, gaviotas, azules; de levantes tempraneros con nubes que entoldan
su cielo; del poniente de aguaceros, de aires que dejan celestes con pinceladas
de nubes errantes en sus cielos…
Málaga de versos de poetas,
Gaitán, Canales, Salvador Rueda. Málaga
de Manuel Alcántara - ¡Ay, Maestro! - con palomas en el parque y, por la bahía, veleros. Y toques
de sirena – otras sirenas - en los barcos que se alejan del puerto y se van mar
adentro…
Rebufo de nácar y caracolas, y niñas
quinceañeras con ojos morenos de encanto, misterio, embrujo y un arrebato
perdido en el arrebol de un ¡te quiero!
Málaga del niño Picasso, y
el realismo en Leonardo, Leonardo
Fernández, que éste, sí es nuestro, y
lleva a los lienzos, los grifos del patio de Tomás de Cózar y bodegones y gotas
de aguas que se escapan de los cuadros…
Y muñequitos de Rittwagen,
¿muñequitos? No, no. Somos nosotros cómo nos ve el artista en coches de
caballos, y gatos y perros, y soldados
que entretienen el rato, y atarazanas y las calles… y Málaga que no quiere
enterarse que Jaime es el notario naïf de
su tiempo.
Málaga sin ‘tranvías de sol con
jardineras’; la de los Baños del Carmen y el Palo; Málaga de espetos y vinos de
almíbar para saborear los besos… y mirar
tus ojos y verme en ellos.
Málaga de marengos; la Victoria
y Capuchinos y Fuente Olletas; trinitaria y jaberas… (“Barrio de la Trinidad /cuántos paseos me
debes / cuántas veces me han tapao / las sombras de tus paeres”) Del Cautivo
y Zamarilla, y otra Málaga, tierras
arriba del Camino de Antequera…
La del Cristo de la Buena
Muerte; Amargura y Esperanza; la del Cristo de la Expiración con ese mirar tan
suyo que ya se ha ido… Málaga del Chiquito; Málaga carcelera con El Rico, que
es libertad, en su mano y en la vida de quien la reempieza…
Biznagas, jazmines y geranios, y pájaros ventaneros. Málaga de
Guardia Civil, a pie o a caballo, de moros en el puerto, y de Caballeros legionarios; de seminaristas que
venían, de a dos, desde el seminario….
Cante por Verdiales y Malagueñas de fiesta; Málaga, madre y
madrastra, se hace otra y se transforma y se va a pasar calor a calle Larios, porque por
si ustedes no lo saben, ahora, precisamente ahora, se ha vestido… de Feria.
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