sábado, 20 de enero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno Las nuestras: María de Padilla

Dicen los cronistas de aquel tiempo – siglo XIV – que era pequeña de estatura, muy lista y bellísma. Para más exactos: “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”. Nació (aportan distintos lugares) aunque la mayoría lo sitúan de Astudillo, hoy Palencia, en torno al 1334 y murió en 1361, en Sevilla, en julio por más señas.  Contaba veintisiete años y había compartido su vida, como amante, con Pedro I, el Cruel para uno; el Justiciero, para otros. Ya se sabe cada uno cuenta en la feria…

El rey la conoció en tierras de Castilla. Era oriunda de la merindad de Castrojeriz en Burgos y huérfana desde muy tierna edad. Fue criada por su tío Juan Fernández de Hinestrosa – favorito del monarca -  quien la presentó al rey para ganarse sus favores por mediación de su sobrina.

María de Padilla, fue la auténtica reina de Castilla, amante de Pedro y siempre por encima en consideración sobre las esposas y matrimonios que contrajo. Dicen los papeles viejos que el rey, muy desgraciado en cuanto a los asuntos de estado, encontró junto a ella la felicidad terrenal. Alfonso, el único varón murió un año después de su madre.

A María se le conocen tres hijas  y un hijo: Beatriz, que profesó en un convento; Constanza se casada con Juan de Gante, duque de Lancaster e Isabel que contrajo matrimonio con el duque de York, Edmundo de Langley por lo que la corona de Castilla en un momento estuvo a punto de caer en manos inglesas.

María vivió en Torrijos donde el rey mandó que le construyesen un palacio y, primordialmente, en Sevilla. La Hacienda de Doña María, en Dos Hermanas, que había sido propiedad de Ibn Jaldún se encontraban entre sus pertenencias.
Doña María de Padilla murió en Astudillo, en el palacio mudéjar – única joya de este arte en la ciudad palentina – y fue enterrada en el Monasterio de Santa Clara.  Dicen que fue víctima de la peste; otros que de muerte natural. Sus restos fueron trasladados a Sevilla donde reposan en la Capilla Real de su catedral.

El rey la lloró. Algunos historiadores hablan  de un matrimonio por amor en la corte de Castilla, declarando, el rey en las cortes celebradas en Sevilla que su matrimonio se había celebrado en secreto para evitar el levantamiento de la nobleza contra él.







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