Dicen que el tiempo es de lo
que hablamos cuando no hay de qué hablar. Puede. No es el caso. Un temporal
barre la Península. Tierra, mar y aire se han visto afectados. No ha habido
rincón que se haya quedado tranquilo después de la marcha de Sus Majestades de
Oriente hacia los desiertos de arenas calientes.
Media España, más de Madrid para
arriba que de Madrid hacia abajo, está afectada. Carreteras cortadas, nieve en
las cunetas y en la calzada, coche atrapados en las autopistas aunque sean de
peaje y que no han podido salvar las contrariedades. Hablan de horas encerrados
en los vehículos sin agua, comida, ni calefacción. Eso debe ser una auténtica
delicia.
El mar no ha querido ser menos.
Olas un puñado de metros por encima de lo normal. Han hecho bueno aquello de la
copla “las olas del mar bravío / se estrellan contra las rocas…” (de la segunda
parte, de la copla, claro, no hablan ni los periódicos ni la radio…) Las
imágenes del Cantábrico, de miedo. Una señora se fue a entrenarse junto al
malecón. Le ha costado la vida a ella y casi también a dos hombres que
acudieron al rescate. Se ve que la prudencia no se vende en la botica.
Lo del Poniente de Almería
también se ha pasado de castaño oscuro. Hablan de pérdidas millonarias. Un
tornado vino desde la costa. Han volado plásticos, techumbres y herrajes en los
invernaderos. Los cultivos, destrozados. Ahora vendrá el palabrerío de los
políticos, la inhibición de los seguros que harán el mejor de los regates para
no pagar y la ruina de mucha gente.
Otros, se quedarán sin su trabajo.
Ha arrancado este jovencito
enero con unas ideas adversas. Claro que ni los meses tienen cuesta por más que alguien quiera llamarlo a esto ‘cuesta
de enero’ ni los años tienen buenas o malas acciones. ¿Cómo se le llama a lo
que tenemos encima? A lo peor es un temporal… ¡Quién puede saberlo!
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