sábado, 6 de enero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Isabelita

Llegué del campo al mediodía. Me lo dijo Paqui. Ya sabes las cosas no por esperadas dejan de ser sorpresa. La vida es así. La vida reserva las noticias para cuando a ella le da la gana y lo cree oportuno. La vida escribe en otros renglones.

¿Te acuerdas? La clase al final del pasillo. En la primera planta, al lado izquierdo. Orientación al norte; mala. Hacía frío los días de invierno y no entraba el sol; en verano, o sea, a partir de mayo, calor. Ni con las ventanas y la puerta abierta aquello se refrescaba. En el patio las voces de otros niños, ruidos…

Tú eras una de las niñas más bonitas de la clase. Tú lo sabías. Lo sabíamos todos. Pelo rubio, cara redonda y una dulzura que Dios te había dado. Tu sonrisa y tus ojos, Isabelita, tus ojos eran de un verde como solo tienen los trigos cuando abril viene bueno y compite con las amapolas que bambolea la brisa que se arranca a media tarde.

Una día, creo recordar que ya andabais por el Instituto os presentasteis en mi casa. Era mi santo. Venía todo el grupo. Envuelta en papel de pastelería un tarta. Una inscripción: “De sus cernícalos lagartijeros”… Escribo, Isabel y me afloran las lágrimas. Ya ves, no tengo arreglo; me marcasteis demasiado.

Era feria  - quizá  fue la última vez que nos vimos - estabas en una de las barras de los chiringuitos,  en la Fuentarriba. Ibas con otras personas. Me presentaste a alguien. No recuerdo ni su nombre ni su rostro. Tú lo deslumbrabas todo. Ibas vestida de blanco. Lo tuyo, Isabel siempre ha sido hacerle la competencia a los ángeles. Ah, y siempre salías ganadora.

Te pregunté por dónde andabas. Me dijiste que enseñando francés – no puede haber otra lengua más dulce a la que tú podrías dedicar tu tiempo – por tierras de la Axarquía. Luego, vinieron llegando noticias. Esas que ya sabes…. Esas que no queremos que lleguen nunca.


Ayer tarde, cuando te vi….¡Ay, Isabel! Cuando te vi lloré por dentro. Pepi, estaba en la puerta. No tenía consuelo; amigas desde niñas. Me dijo que dentro de un rato “vendremos todos…”  A Isabelita la dejamos descansar una mañana fría y lluviosa; las sierras lejanas, blancas. Día de Reyes, por más señas. Ahora, ahora querida Isabelita, te toca a ti echarnos un cable…




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