Llegué del campo al mediodía.
Me lo dijo Paqui. Ya sabes las cosas no por esperadas dejan de ser sorpresa. La
vida es así. La vida reserva las noticias para cuando a ella le da la gana y lo
cree oportuno. La vida escribe en otros renglones.
¿Te acuerdas? La clase al final
del pasillo. En la primera planta, al lado izquierdo. Orientación al norte; mala.
Hacía frío los días de invierno y no entraba el sol; en verano, o sea, a partir
de mayo, calor. Ni con las ventanas y la puerta abierta aquello se refrescaba.
En el patio las voces de otros niños, ruidos…
Tú eras una de las niñas más
bonitas de la clase. Tú lo sabías. Lo sabíamos todos. Pelo rubio, cara redonda
y una dulzura que Dios te había dado. Tu sonrisa y tus ojos, Isabelita, tus
ojos eran de un verde como solo tienen los trigos cuando abril viene bueno y
compite con las amapolas que bambolea la brisa que se arranca a media tarde.
Una día, creo recordar que ya
andabais por el Instituto os presentasteis en mi casa. Era mi santo. Venía todo
el grupo. Envuelta en papel de pastelería un tarta. Una inscripción: “De sus
cernícalos lagartijeros”… Escribo, Isabel y me afloran las lágrimas. Ya ves, no
tengo arreglo; me marcasteis demasiado.
Era feria - quizá
fue la última vez que nos vimos - estabas en una de las barras de los
chiringuitos, en la Fuentarriba. Ibas
con otras personas. Me presentaste a alguien. No recuerdo ni su nombre ni su
rostro. Tú lo deslumbrabas todo. Ibas vestida de blanco. Lo tuyo, Isabel
siempre ha sido hacerle la competencia a los ángeles. Ah, y siempre salías
ganadora.
Te pregunté por dónde andabas.
Me dijiste que enseñando francés – no puede haber otra lengua más dulce a la
que tú podrías dedicar tu tiempo – por tierras de la Axarquía. Luego, vinieron
llegando noticias. Esas que ya sabes…. Esas que no queremos que lleguen nunca.
Ayer tarde, cuando te vi….¡Ay,
Isabel! Cuando te vi lloré por dentro. Pepi, estaba en la puerta. No tenía
consuelo; amigas desde niñas. Me dijo que dentro de un rato “vendremos
todos…” A Isabelita la dejamos descansar
una mañana fría y lluviosa; las sierras lejanas, blancas. Día de Reyes, por más
señas. Ahora, ahora querida Isabelita, te toca a ti echarnos un cable…
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