No quiero ni mucho ni poco. Lo
preciso. Quizá esas cosas pequeñas a las que no se les hace caso. No se repara en ellas. Están ahí, con
nosotros. Son las pequeñas cosas que hacen grande un día cualquiera.
No cortarme por las mañanas
cuando me afeito. Bueno, cortarme, no. Salta la sangre. Es la piel
sensible. Sentir el agua caliente en el
primer chorro de la ducha. ¡Puñetera cuando viene fría! Arrancar el coche a la
primera. Ese café caliente en el bar.
Ver a los mismos de cada mañana. “Buenos, días, ¿lo de siempre?”
Sí.
Llegar al campo. No hay ninguna
sorpresa. Aparentemente todo está bien. El rocío sobre la yerba; el gato en el
caballete; las palomas en el tejado. Aguantan los jazmines el frío del
invierno. La ropa de faena está gélida. Ver cómo la brisa de la mañana arranca
al rato. “Hoy no han madrugado las malagueñas”.
El bocadillo de media mañana. Juan
¿no vemos? Llama a… La tapa de callos desnatados. El vino de los montes. “Lina,
esto hoy tiene poco pique”. Lina, paciente, trae un tarrito con guindilla
molida. Dos ciclistas reponen fuerzas. La gente se olvida de tantas cosas…
Entra una muchacha. Ver cómo alguna
gente mayor no pierde la costumbre de saludar.
Descubrir canciones nuevas.
Pensar qué escribo hoy. ¿Aburrir a la gente? Siento pánico. Te leo. Gracias;
muy amable. Contemplar, de lejos, la hipocresía. Quedar como quien se traga la
píldora. Aguantar a los sapos. Ver cómo llega siempre alguien…
Olvidar los encargos. Atender
la llamada de un amigo… Quedar con alguien a quien aprecias. Enfadarme y al
rato ya no queda nada. Escuchar la música que siento. Saber qué rosas te
gustan. Saber que…
Esperar toda la tarde por verte
pasar por la calle. Escuchar el silencio. El tuyo y el mío. El silencio
nuestro. Sentarme con el libro que llena. Escuchar en las horas altas de la
madrugada cómo ladran los perros. El ulular del viento… Las cosas pequeñas. Ni
poco ni mucho; lo preciso y a su tiempo.
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