Hay un chisporroteo de gotas.
No llegan al suelo. En la sierra tiene que ser nieve. Hay un mensaje de paz en
la tarde. Todo está en calma. Se ha echado el campo. No cantan los pájaros;
está en silencio el soto del arroyo.
Por la lejanía pasa un tren. Es
un tren rápido de esos trenes modernos que unen ciudades lejanas en poco
tiempo. Solo se ve la ráfaga de vagones blancos; rompen el paisaje. Le sigue un ruido sordo,
opaco… Los trenes van llenos de gentes y de sueños. ¿Qué sueños tiene la gente
que viaja en los trenes lejanos?
No conocemos, tampoco, los
sueños de la gente que ve cómo pasan por medio del campo los trenes modernos. A
veces una canción habla por los sueños. Son canciones que hablan de amores
imposibles. ¿Es posible el amor? Esas canciones son el refugio de mensajes que
anidan dentro del alma.
La tarde gris y envuelta en una
capa de neblina es el pentagrama ideal para poner las notas de los poemas de amor. Proclaman la lejanía. Quieren
hacer realidad los deseos. ¿Por qué caminos del aire transitan los
deseos? ¿Se encuentran en alguna parte?
¿Pueden fundirse como se funden las nubes y todas son unas? Entonces, es
entonces cuando nacen esos bellísimos poemas de amor que lo llenan todo.
Todo apareció – el amor tiene
cosas así – como un tren lejano, perdido en una tarde gris bajo un cielo de
nubes altas. El tren iba rápido, muy rápido.
Luego, dejó tras sí, un torbellino de dudas, de preguntas sin
respuestas; sentimientos contra los que no puede luchar el tiempo…
Sigue el chisporroteo de gotas.
Se ha vestido el campo de verde; la tarde está en calma. En la lejanía, las vías
del tren rápido y veloz esperan que dentro de poco, no sabemos cuándo algún
tren cruce y todo sea una ráfaga de vagones blancos y de sueños imposibles. ¿Por
qué algunos trenes van cargados de sueños imposibles? ¿o sí lo son? Y es entonces,
cuando nacen los poemas de amor…
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