Lo decía aquella canción que
cantábamos los muchachos de entonces: “Ahora que estamos reunidos ( y lo
repetía, que en música se llama bis, aunque lo nuestro era más sinónimo de
berrido que de aspergios...) vamos, a
contar mentiras, tralará, tralará…
Y pregonábamos que por el mar
corrían las liebres y por el monte las sardinas y que nosotros, que íbamos de
excursión, éramos la exuberancia de la alegría contenida en gargantas llenas de
fuerza y espontaneidad.
Alguien recitaba aquellos de
“era una noche de luna / y sin embargo llovía” y agregaba que “cantaba una rana
muerta en una alberca vacía” - por
cierto, ¿quién no ha vivido el encanto de una siesta bajo las ramas de la higuera
con brevas maduras tocando las puntas de sus hojas el aguas? - ¿qué no lo ha
vivido…? Ah, entonces, no sabe lo que es bueno.
Los ínclitos políticos que
tanto nos quieren han puesto fin a toda esta ensarta de fiestas que se acaban,
adelantando la Cabalgata de los Reyes Magos. ¿La causa? Dicen que iba a llover,
que iba a llover mucho. Más que el adelanto, que no me gusta nada, lo que me
gusta es la canción de Pablo Guerrero: “Y, tiene que llover, tiene que llover a
cántaros”.
Pero hombres de Dios – o del
diablo, no sea que con eso de la paridad alguien se moleste - ¿cómo se les
ocurre poner el Jueves Santo en Domingo? La Cabalgata tiene que ser su día,
como lo tiene que ser la Nochebuena, y el Día de Año nuevo o el Jueves Santo.
Esas fechas - otras, tampoco – se pueden
mover.
Están Sus Majestades con un
problema metafísico en lo más alto de sus coronas. Se han llenado de paquetes
las escaleras mecánicas de los grandes almacenes; se ha han colapsado los
aparcamientos subterráneos… Y ellos, los tres Reyes de siempre, - los
esperpentos, esos por favor, no, a esos les falta un puñado de hervores… -
están medio desorientados en los desiertos de arenas calientes, con la estrella
perdida ¿Se estarán preguntado que no les cuadra eso de Jueves Santo en
Domingo? Puede.
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