La anécdota es del religioso
agustino Fray Luis de León. Humanista, docto, sapientísimo y profesor en
Salamanca. Se vio ante los tribunales por mor de la envidia. La culpa la tuvo
la traducción de unos pasajes de las Sagradas Escritura. Le acusan de falsedad.
Fray Luis está varios años en
la cárcel. Se comprueba la infamia y es
puesto en libertad. Vuelve a la cátedra bajo una gran expectación. Esperan ver la reacción ante lo ocurrido. La sorpresa, total. Fray Luis comenzó: “Como decíamos
ayer…” y continuó por el punto en que se había quedado antes de entrar en
prisión.
La situación de España no tiene
nada que ver con Fray Luis ni con rencillas ni con envidias infundadas. La
realidad tozuda viene a decir que es la que es, a pesar de estos días pasados
en los que teníamos que comer por decreto ley, ser felices por decreto ley y
ser más derrochadores por decreto ley.
Siguen los mismos problemas que
no se habían solucionado antes que la niña ¿quién se acuerda ya de aquella
preciosidad que alargaba con su voz la cantidad de euros que correspondían a un
número determinado en la bola de la lotería?
Anuncia el hombre del tiempo
que viene frío. Mucho frío. ¿Agua? Probablemente poca y en los sitios donde más
falta hace casi ninguna. Helará por las noches y las madrugadas van a ser
duras. Las carreteras intransitables y en las mesetas – en las dos, porque ayer
lo decíamos pero ahora se ha olvidado había una norte y otra sur – la
cencellada será de órdago.
Decíamos ayer que había
vividores en una parte del territorio español que ahora para diferenciarse
probablemente de ellos mimos se ponen un moñito amarillo en la solapa. Claro
que desde el amarillo del submarino aquel de los Beatles y del tractor de los
“No me pises que llevo chanclas” una cosas así no había tenido más resonancia.
Bueno sí hubo otra. Rememoraba
una tradición en la Guerra de Secesión en Estados Unidos. Las mujeres se ponían
una cinta amarilla como señal de fidelidad a los maridos en el frente. Aquello
era otra cosa. “Los Mismos” un grupo de Valladolid popularizó la canción. Y, un
día supimos que el convicto -el de la
canción, claro - al regresar a casa vio “cien cintas amarillas en el viejo
roble”.
Claro, esa es otra historia,
“como decíamos ayer…”
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