El Málaga, o quien mande ahí, o quien decida,
ha dicho que Míchel no sigue más. No aguantan por más tiempo una situación de
malos resultados, de falta de juego, de carencia de casi todo.
Me da pena. Cuando llegó tuve mucha confianza
en él. Luego, ni ha podido, ni ha sabido reconvertir la situación. Lo honrado
habría sido irse en agosto pero ya se sabe el dinero puede más que las razones.
Hoy sería un héroe y tendría las puertas abiertas; se las ha cerrado él solito.
Hay un culpable. El Jeque. Cree que como es
'suya' puede matar a la gallina de los huevos de oro. La ha matado; ni oro, ni
gallina. Nuestros sentimientos que esos sí son nuestros y no de él ni de ningún
otro advenedizo que se presente, una vez más, se harán añicos - si es que ya no
lo están - para volver a renacer e
ilusionarnos y vendrá la eterna pregunta sin respuesta. ¿Hasta cuándo?
Voy a La Rosaleda desde mucho antes de cumplir
los veinte años. Tengo, setenta. Lo más grande que le he visto ofrecer y
devolvernos a los aficionados a ese
sentimiento que se llama Málaga y por el
que se ilusiona uno tanto han sido ascensos desde categorías inferiores, una semifinal en la Copa del Generalísimo
donde nos mandó para casa el Bilbao; Marcel Domingo, de entrenador.
Luego, Joaquín Peiró nos llevó a los cuartos de
final; Copa de la Uefa; el Boavista y los penaltis. Era marzo, por más señas…
¿los idus? No, no tienen nada que ver con estas cosas.
Yo soy de los que se emocionaron aquella noche
de agosto cuando sonó el himno mítico -
estábamos en la casa del pobre, no hay que olivarlo – y La Rosaleda escuchaba
algo por primera vez en su historia. En el césped verde de verano el
Panathinaikos… Por ese camino a Cuartos de final de Champions League;
Pellegrini en el banquillo; Dortmud… Por abajo,¡ay! el pozo de la tercera división.
Disculpad los que no os gusta el fútbol… Pero
es que la cosa ha venido así…
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