Hoy, cuando tanta
medianía gallardea y saca pecho, sí que podemos decir que Málaga ha perdido a
uno de los grandes de verdad dentro de los sacerdotes que ejercen el ministerio
en su diócesis. A una mente preclara que se adelantaba muchos años a lo que iba
a venir después se unía un hombre excepcional en su trato, en su cariño hacia
todos los que tuvimos algún contacto con él....
Hoy sí podemos decir
que la Casa del Padre tiene un santo más aunque quizá nunca lo veamos en los
altares. Bien está lo que Dios dispone; en ocasiones, a uno no le gusta algunas
de las decisiones de Dios. Estoy seguro que si hubiese leído estas líneas me
llamaría al orden. Lo digo como lo siento. Don Manuel, pida por nosotros. A
usted le hacen caso. Seguro"
A Don Manuel Pineda,
que es de quien se trata, lo conozco desde hace cincuenta y seis años. Lo hemos
despedido en una tarde tórrida de como son las tardes del mes de julio en
Málaga, en su parroquia de Santiago, en calle Granada, en la parroquia que fue
catedral de Málaga hasta que se pudo habilitar la de la Encarnación que es la
titular.
En esa parroquia, por
ejemplo se bautizó un niño al que pusieron por nombre Pablo; por apellidos; Ruiz
Picasso y allí también se bautizó el padre del general José San Martín, prócer
de la independencia de la República Argentina, por ejemplo.
Don Manuel tuvo
muchas cosas buenas. Jamás habló mal de nadie; jamás nadie pudo decir que se
vio postergado o dejado de lado cuando tuvo alguna relación con él. Juan
Márquez me comentaba: tenía una enorme virtud cuando hablaba contigo hacía que
tú te creyeses que eras el centro del mundo.
Es verdad, Juan, es
verdad. También he leído por algún sitio – pido disculpas por no acertar con la
cita, aunque creo que lo he visto en un correo de Paco Botín – “don Manuel era
de los curas que creía en lo que estaba haciendo”. Y, ante esto…
Casualmente estuve en la vela.
ResponderEliminarHago senderismo urbano algunas mañanas muy temprano en Málaga.
Pase por la iglesia de Santiago. Me encuentro un féretro y unas coronas de flores. Estaba todo muy solitario.
Al fondo una mujer mayor y muy elegante.
¿Señora hay un entierro? Le pregunto.
Me dice que ha muerto el párroco. Un hombre bueno, un santo.
Para darle el pésame le vuelvo a preguntar si es un familiar.
Me contesta que es la mujer que pide en la puerta y que se ha vestido para acompañarlo.
Siento la muerte de tu amigo.