Está de moda Grecia. Hablan los telediarios, los periódicos,
las emisoras de radio, las tertulias (estos más que nadie porque como son los
que más saben…) todo viene por no sé cuántos miles de milloncejos de euros -
euro, más o euro, menos - que los
muchachos ni tienen ni pueden ni quieren pagar. Vamos, para llorar como un niño
perdido.
Uno se las andaba por los años en que aún creía en muchas
cosas. Abría el libro de texto de Filosofía. Sócrates, Platón, Heráclito,
Parménides, Demócrito… eran los grandes en
aquello del amor al saber. Luego, venía uno que decía que lo que habían
dicho, como que no, que era lo que él decía. Se llamaba Aristóteles.
Heráclito, Tales de Mileto, Anaximandro, Arquímedes, el de
aquello de “todo cuerpo sumergido en un líquido experimenta un empuje…” y,
hablaba de desalojos de líquidos y lo
llamaron principio de Arquímedes. Quien la lio bien fue un tal Pitágoras. Habló
de sumas de catetos e hipotenusas y cuadrados y esas cosas. Claro que como yo era de letras…
Supimos, también, de un ciego que escribía versos. Hablaba de
guerras y viajes, de tirios y troyanos y los llamó Ilíada y Odisea; otro, un
tal Pericles dicen creó la Democracia o, lo que es lo mismo, el menos malo de
los sistemas de gobierno conocidos…
Mucho tiempo después un cretense puso agua y tierras por
medio. Anduvo por Italia y, luego, se vino a vivir a donde un río le hace una hoz a una de las ciudades más
bellas, más sugerentes, más intimistas: Toledo. Le dio por pintar. Tenía un
nombre raro: Doménikos Theotokópoulo. La gente lo conocía por ‘El Greco’.
Onassis se casó con Jacqueline Kennedy y Anthony Quinn se
hizo griego en Zorba… Unos apuntes de laúd rasgaban el aire. Hay otros griegos
de moda: Varoufakis – que, además, el tío es una hartá feo -, Papandreu,
incombustible; Tsipras baila con la fea
– que no, hombre, que no sea usted mal pensado, que no es la Merkel, que no –
que es por eso de pagar la ‘dolorosa’…
Ya ven, hay días en que a uno se le ocurren cosas muy raras.
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