Dicen que un día en que Dios estaba claro decidió retocar lo
que había hecho. Moldeó, con sus dedos un macizo de granito, tan alto, que casi
llega al cielo donde sólo El mora. Lo puso, porque le dio la gana, en el centro
de España y dijo: de ahí al norte, Castilla; hacia el sur, Extremadura y, luego
los hombres le fueron poniendo nombres.
Dijo Dios que en las mañanas de invierno las cumbres se
coronarían de nieve y, en los deshielos las aguas correrían por gargantas
profundas entre rocas como panes grandes y llegarían a los ríos y así nacieron
el Tormes que se va por Salamanca al Duero, y el Alberche y el Tiétar que
querían ver Lisboa y, entonces, se fueron para el Tajo.
Por si fuera poco Dios llenó las tierras de robles, castaños,
pinos, encinas, quejigos, alisos y helechos. De piedra en piedra saltaría la
cabra montés y el lobo, y en la llanura de tierra fina crecerían maizales,
cerezas y picotas y frambuesas, y tabaco y cuando llegaba el final del verano,
el pimiento punteaba de festones rojos, como puntadas sin hilo, pero bellísimas,
las matas verdes. Nació el pimentón…
Pero Dios vio que faltaba algo y colocó en sus faldas
pueblos de madera y adobes, de sombras, silencio y embrujo y le puso flores –
muchas flores - y fuentes y dijo que por medio de sus calles correría agua tan
clara, tan abundante, tan saltarina que sería como la Gracia de Dios.
Dijo don Miguel de Unamuno que en la Vera – que así se llama
la comarca que va de Plasencia a Madrigal – “chachareaban las sombras”. En las
puertas de las casas la gente – muy buena gente, ¿verdad, Teodoro? que a donde
estés van estas líneas de cariño y recuerdo hacia ti – dejan que pase el tiempo
y saludan al viajero y tienen una sonrisa generosa y amplia…
El viajero recorrió aquella tierra y llegó a Cuacos de
Yuste y bajó a la plaza de los Chorros.
Era ya noche cerrada. Pasó por delante de la casa donde Jeromín, de niño, vivió
con don Luis de Quijada y doña Magdalena de Ulloa en las cercanías del
Emperador, su padre, y como es imposible resumir tanto en tan poco, se embelesó
y guardó el recuerdo y el canto del
agua…
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