Abro, casi a media mañana, la página. Me pongo a escribir y
pienso qué voy a contar hoy y cómo lo voy a decir porque hay que llevar algo de
ilusión, de empuje que ayude a poner el día en la punta y dejar de hablar de la
corrupción, de las guerras, del calor – que hace y mucho – y yo qué sé.
Algunos ‘amigos’ de facebook’ han cambiado la foto del
perfil. Si la cara es el espejo del alma se ven, por esos mundos de Dios, unas
almas preciosas, lindas. Son esas almas que están por ahí escondidas y como en
la canción de Facundo Cabral, ¿se acuerdan? “hay medio mundo esperando con una
flor en la mano / y la otra mitad del mundo por esa flor suspirando…” Pues eso.
Fotos, textos…Gente que lucha a brazo partido ¿verdad, Mary?
Un río de belleza. Jarrones con flores, trenes que cruzan campos solitarios,
canciones, mares de aguas azules, quien busca – y no encuentra – mensajes a
navegantes perdidos…
Hay, también, otras caras de otras almas. Son las caras de
los poetas. Los que se levantan antes que el alba. Los hay, como dice el
Maestro Alcántara, quienes usan el nombre de la poesía en vano. Pero no, no van
por ahí los tiros.
Son pocos, pero están, quien dice lo que uno piensa y que no
es capaz de decir como lo dicen ellos, quien hace que, con sus palabras, se
entornen los ojos, se eche al vuelo la imaginación y aparezca algo sublime: la ensoñación.
Me explico. Ha colgado Juan Gaitán un poema. Juan nos lleva
de la mano para subir la cuesta de lo que llamamos vida y como quien no quiere
la cosa nos dice que: “la vida es sólo
eso, / un rato al sol”.
Y dice del beberse los años y de la luz y de navegar por el
páramo. Y termina del modo que todos queremos, y habla del susurro que nos
gustaría escuchar cuando nos llegue la tarde, o sea: “esa manera tuya de decir / mi nombre despacito”. Amén.
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